Nos quejamos de que no disponemos apenas de minutos libres, pero, en cambio, desperdiciamos horas –la media de uso diario por persona se acerca a las cuatro horas– delante de una pequeña pantalla de móvil viendo vídeos absurdos, extraños gifs o comentarios irreflexivos. Somos adictos al móvil, en general, y nos lo llevamos hasta al baño. Pero este uso excesivo a todas luces que hacemos en el día a día supone un reto para las mentes todavía influenciables de los menores de edad. Iniciativas como Altxa burua!, que se está extendiendo en diferentes municipios de Gipuzkoa, tratan de aunar esfuerzos en una lucha desigual contra la imposición social de que sin móvil no eres nadie. No queremos condenar a nuestros hijos e hijas al aislamiento, pero estamos dispuestos a ofrecerlos en bandeja para que las grandes empresas los conviertan en productos tras una pantalla. Loables son las iniciativas impulsadas por estas asociaciones y en las que también se han implicado los comerciantes locales ofreciendo sus tiendas para que los y las menores puedan llamar si tienen algún problema, un buen contrargumento contra la excusa de que, si llevan el móvil o el reloj inteligente, pueden avisar ante cualquier circunstancia. Habrá que esperar un tiempo a ver si sigue extendiéndose a otras localidades y si el resultado es el esperado, pero como propuesta es un paso adelante.