“Sabes lo que es que se te caiga un boli, y haya siempre tres compañeros dispuestos a recogerlo? Soy una persona muy normal, de orígenes humildes, y tanta atención, en ocasiones, me abruma. Me hace sentirme aislada, diferente al resto”. Son las reflexiones de una profesional de prestigio, que estos días atrás, en una charla informal, reconocía abiertamente que echa de menos un trato más de tú a tú con las personas que le rodean. Lo primero que pensé fue que esa mujer, por aislada que pueda sentirse en ocasiones, vale para su puesto. No solo por su acreditada formación, sino por su proyección humana. Y en segundo lugar, me dio por pensar, estamos dotados de una curiosa psicología. Cada una de esas personas dispuestas a recoger el boli seguramente que ha soñado en más de una ocasión con llegar a ser la profesional a la que se lo recogen. La insatisfacción y la ambición no entienden de jerarquías ni escalafones, y la historia del ser humano es la de una búsqueda insaciable por aquello que no se tiene. Y en ese retablo de colores que es la vida emocional andamos jugando todos. Y quizá, a fin de cuentas, lo más sensato sea pensar, como propone el psiquiatra Enrique Rojas, que hay que aspirar a una felicidad razonable: una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que uno ha conseguido.