Cuarenta años después de su primer single, Upside Down, los hermanos Reid reinventan en Glasgow Eyes (Everlasting!) el sonido de The Jesus and Mary Chain, uno de los grupos más influyentes e irreverentes de finales del siglo pasado. Sin abandonar la magia de sus melodías, la oscuridad de sus ambientes y su querencia por el ruido, intentan y logran reinventarse a través de la electrónica y entre guiños a múltiples estilos y músicos y bandas.

Carátula de ‘Glasgow eyes’.

Hacer arte a través del pop ruidoso. Esa fue siempre la pretensión de los hermanos Reid –Jim (cantante) y William (guitarrista)– desde su inolvidable y ruidoso debut, Psychocandy (1985). Los escoceses, que actúan el 25 de mayo en el Festival Tomavistas de Madrid, regresan con Glasgow eyes, siete años después de Damage and Joy (2017), que rompió una larga ausencia discográfica motivada por su separación. “Tenía problemas pero encontré mi estrella/me encontré a mí mismo en una guitarra eléctrica… no trato de hacer del mundo algo mejor, no soy el demonio, pero tampoco soy bueno/ hice lo que pude por salvarme, amo el rock’n’roll”, cantaba Jim. Y seguirá haciéndolo con este disco producido por ellos mismos y grabado en el estudio Castle of Doom de Mogwai, ya que no ha variado el impulso creativo. “Es ir al estudio y ver qué pasa”, explica Jim. “Entramos con un montón de canciones y dejamos que sigan su curso. No hay reglas, simplemente haces lo que sea necesario. Y hay telepatía, somos esos gemelos extraños que terminan las oraciones del otro”, apostilla.

Mismo impulso, renovación en las herramientas, ya que la electrónica, ya presente en Darklands y Automatic, pasa de recurso puntual a instrumentación principal, opacando a las guitarras ruidosas de siempre, que ahora subrayan base y melodías, y crean texturas. “Pero no esperes que nos volvamos jazz. Este es un disco de Mary Chain”, aclara el dúo.