La alubia de Tolosa, la guindilla de Ibarra, el pimiento de Gernika? y el tomate de Aretxabaleta. Y muy bueno por cierto. Rosado, morado, borracho o mozkorra son las denominaciones que se le han atribuido a esta joya de la huerta, que a lo largo de esta semana ha cobrado especial protagonismo en el municipio que le da nombre. De la tierra directo a la mesa, este delicioso y saludable alimento se ha convertido en una variedad muy conocida y distinguida, que se ha labrado una gran reputación entre catadores, técnicos agrícolas, baserritarras y consumidores. Ha sabido conquistar los paladares más entendidos y los que saben apreciar los buenos productos.

“El tomate de Aretxabaleta se ha extendido desde abajo, de forma horizontal, sin entrar en el juego de poderes que caracteriza la producción y la comercialización de semillas en el marco de la actual agricultura industrial”, destaca el coordinador de Haziera -archivo de semillas de la Fundación Cristina Enea-, Marc Badal, que es el autor del libro dedicado a la hortaliza que se aseguró su existencia en la citada localidad de Debagoiena.

Aunque son muchas las personas que lo cultivan o lo sirven en sus platos, la historia del Aretxabaletako larrosa cuenta con algunos nombres propios que han contribuido de forma decisiva a que hoy en día se pueda disfrutar del dulce sabor de sus frutos. A principios de los años 80 del siglo pasado, el aretxabaletarra Koldo Zubizarreta, todo un apasionado de la horticultura, plantó por primera vez aquellos tomates que tanto le habían llamado la atención en uno de sus habituales paseos por los alrededores del municipio, en este caso por Larrimbe, un paraje enclavado en la entrada del barrio de Oro.

“Junto a un pequeño torrente, en las tierras que antiguamente daban de comer a las vacas de una casa del pueblo -conforme detalla Badal en su libro- se habían instalado cuatro-cinco huertas”, una de ellas pertenecía a Juan José Arenaza, más conocido como Atxurdin. Sus curiosos tomates captaron la atención de Zubizarreta, quien admirado por la hermosura de aquella variedad se interesó por su origen y singularidades. El veterano horticultor, ya fallecido, le dio a Zubizarreta un par de ejemplares, y así fue como empezó todo.

Atxurdin lo llamaba tomate monja, en alusión a la religiosa, vecina del caserío Sarria de Aramaio, a quien se le vinculaba con los orígenes de la planta conservada en Aretxabaleta. Esta aramaioarra, Rosario Kortabarria, al parecer repitió una escena frecuente en el medio rural, donde las redes familiares o vecinos facilitan el intercambio de semillas y plantel.

Sus hermanos Antonio, Benito y José Mari eran los encargados de cultivar el terreno en Sarria. Precisamente, y según recoge el libro que firma el coordinador de Haziera, a finales de la década de los 70 del siglo pasado Antonio, un enamorado de las ferias, visitó la que se celebra cada primero de mayo en la localidad burgalesa de Miranda de Ebro. Regresó a casa cargado con dos docenas de tomateras, de las que una acabaría siendo el “antepasado común del que descienden todos los tomates de Aretxabalaleta del mundo”, apunta Badal en la publicación.

De antzuola al mundo Zubizarreta tenía en sus manos un pequeño tesoro del que supo sacar provecho. En su empeño por preservar esta variedad autóctona de una planta solanácea, para evitar su desaparición, en 1990 se cruzó con Tomás Larrañaga, que comenzaba abrirse camino en la agricultura ecológica. En el caserío Lapatza de este último, en Antzuola, el sindicato agrario EHNE organizó un curso sobre esta materia al que se apuntó Zubizarreta. “Le llevé las semillas a Tomás y a través de él conseguí llegar a los agricultores ecológicos”, explicaba este aretxabaletarra en la entrevista publicada por este diario en octubre de 2012.

Larrañaga y su mujer, Maje, incorporarían, de esta manera, la producción del tomate de Aretxabaleta al proyecto que habían emprendido dentro de la agricultura ecológica, donde han pasado a ser un referente en el uso de variedades locales. Bautizaron al preciado vegetal con el nombre de Aretxabaletako mozkorra (borracho), en referencia a su color rosado o morado. Pero con el tiempo consideraron más adecuado llamarle Aretxabaletako larrosa.

La labor de este matrimonio para popularizar y extender el cultivo de este estimado fruto ha sido fundamental. En colaboración con Ekonekazaritza y el instituto vasco Neiker impulsaron la mejora de la variedad, que también guarda sus semillas en el banco de germoplasma de Zaragoza y en viveros.

El movimiento internacional Slow Food ha ayudado, por su parte, a encumbrar el dulce morado de Aretxabaleta, que atesora numerosos premios en concursos y ha viajado a diferentes puntos del Estado, Europa y otros lugares.

agricultura ecológica Bastante grande (aunque con distintos tamaños), de piel fina, carnoso, sabroso y de color intenso. Estas son las particulares características del Aretxabaletako larrosa, que, por contra, dificultan su transporte. Esta variedad estacional se puede adquirir y degustar en mercados locales, ferias, pequeñas tiendas y en alta cocina. “Es muy apreciada por los agricultores ecológicos”, insiste la responsable de Turismo de la Mancomunidad de Debagoiena, Ana Heriz.

“Es apropiada para ensaladas”, añade el aretxabaletarra Alberto Martínez. Su mujer, Marije Revuelta, está al frente de la explotación agrícola, que entre una larga lista de productos cultivados de forma ecológica, incluye el tomate de Aretxabaleta. “Hace tres o cuatro años probamos con un par de variedades más pero las quitamos; es más sabroso el de Aretxabaleta”, afirma Marije, que heredó de su padre la afición por la horticultura. De hecho, desde hace diez años se dedica, con la ayuda de su marido, a trabajar profesionalmente la tierra en el barrio eskoriatzarra de Eraña. Su cosecha la distribuye por medio de los grupos de consumo -se da a conocer con el nombre de Erañazabal-, en una tienda de Eskoriatza y en celebraciones como la de la Semana del Tomate que estos días acoge la localidad donde reside.

Su rosado, además, ha recogido varios premios; en 2017 y 2018 en el marco del certamen organizado dentro de la feria ecológica de Donostia, a los que hay que sumar otros reconocimientos que ha recibido en los concursos de huertas de Debagoiena. Mañana volverá a competir en una nueva cita abierta a Arrasate, Aretxabaleta, Eskoriatza y Leintz Gatzaga.

En definitiva, todo un manjar que llena los platos de sabor, color y mucha frescura.