- Les contaré algo más el sábado en La maraña mediática, pero ya puedo avanzarles que no pocos opinateros de la derecha española no encuentran nada escandaloso en espiar sin orden judicial a 65 políticos soberanistas. "Lo mínimo que hay que hacer con el independentismo es espiarlo. Un Estado ha de defenderse por tierra, mar y aire cuando está siendo atacado", escribió ayer uno de ellos. Otro llamaba paletos a los afectados por indignarse porque se haya husmeado ilegalmente en sus dispositivos móviles. La denuncia del atropello demostraba, según el amanuense "la provinciana incapacidad del soberanismo para entender cómo funcionan los estados y su legitimidad para defenderse de todos aquellos que, desde dentro de sus fronteras o desde el exterior, quieren destruirlos". Se lo anoto aquí para que vayan comprendiendo que eso que a ustedes o a mí nos parece un atropello intolerable por el que deberían rodar cabezas no solamente es disculpado o justificado sino aplaudido por parte de los creadores de opinión españoles.

- Y si nos fijamos en la reacción del muy progresista Gobierno español, el panorama se torna todavía más desolador. A las negaciones fingiendo gran ofensa del primer día -¡Cómo pueden pensar que en un país tan requetedemocrático como este se hagan cosas así de feas!-, se unió ayer una frase para la posteridad de Margarita Robles. Sostuvo la ministra española de Defensa en la televisión pública (menuda sudada llevaba el entrevistador) que es muy injusto atacar a una institución como el CNI "que no puede defenderse". Sería para fenecer de un ataque de risa floja, si no fuera porque estamos ante una cuestión tan seria como la vulneración desparpajuda de los más elementales derechos de las personas, se dediquen a la política, como es el caso, a sexar pollos o a la vida contemplativa.

- Quizá piense que le va en el sueldo, pero esa defensa de lo indefendible por parte de Robles, no solo resulta patética sino que todos, empezando por ella misma, saben, sabemos, que se trata de un esfuerzo baldío. Ni siquiera hacía falta que El País hubiera probado que fue el CNI quien compró a los israelíes el carísimo juguetito para fisgar a los malos. Bastaba guiarse por la nariz y por los quintales y quintales de antecedentes. ¿Quién, si no, iba a haber sido? Por lo demás, y si me permiten la aparente ligereza cuando tratamos de un asunto tan sangrante, menudos espías más maulas. Ni olieron el paradero de una puñetera urna el 17-O.