NO ES DE RECIBO- La ley que va a regir las relaciones laborales en el estado español salió adelante porque un gañán del PP se equivocó y votó a favor cuando quería hacerlo en contra. Lo miren por donde lo miren, ese enunciado es demoledor. No hace falta siquiera entrar en si se ha violentado la voluntad del fulano torpón o en pensar con pasmo que la democracia representativa se reduce al principio de la brisca o el tute que sostiene que carta en la mesa pesa. Si fuéramos capaces de desprendernos de nuestra mochila ideológica, debería entrarnos el tembleque al comprobar que una normativa fundamental que va a determinar la vida futura de millones de personas no ha prosperado por el respaldo real de los representantes de la ciudadanía sino porque uno de ellos -que, además, es un jeta que pudiendo haber estado en carne mortal en el hemiciclo, prefirió votar en pijama desde su hotel mientras se quitaba las pelotillas del ombligo- metió una gamba a la altura de su propia nulidad como político y ser humano.

GUSTO POR EL PARCHE - Eso, en primera instancia, y a la espera de que un Tribunal Constitucional que ya sabemos por dónde derrota, decida lo que le salga de las puñetas. Los que, después de haber mantenido el culo prieto, celebraron como si hubieran ganado la Champions la victoria por el autogol del melón pepero deberían recordar, por ejemplo, las anulaciones de los estados de alarma. La diferencia es que esta vez las consecuencias no serían sobre el pasado sino sobre el futuro: la reformilla de la reforma decaería, y estaríamos en un pifostio del quince. Ocurra o no, estamos ante una incertidumbre que por enésima vez es fruto del gusto por el parche y la chapuza del gobierno español, tanto en su parte rosácea como en su trozo morado. Si, en lugar de buscar el apaño a toda costa por la derecha, se hubieran hecho intentos serios con los socios leales, otro gallo hubiera cantado.

SOBERBIA- Quizá habría sido difícil camelarse a EH Bildu y ERC. Sin embargo, para granjearse los seis votos del PNV habría bastado dejar negro sobre blanco y con firma que se blindaban los convenios autonómicos, una nimiedad. Sin embargo, cuando los negociadores monclovitas vendieron una bajada de pantalones del PSN en el ayuntamiento de Iruñea a cambio de los dos votos de UPN, creyeron que ya tenían el botín en la buchaca y se confiaron. No contaron con que los dos culiparlantes navarrísimos, Adanero y Sayas, eran tipos con principios con la textura de los bizcochos. Una actitud soberbia de la que les salvó, de momento, la ineptitud de uno del PP.