uturo Defensor del Pueblo español por la gracia de los apaños a los que me refiero a la izquierda de esta columna: Supongo que debo empezar por la felicitación pertinente. Al final, el que la sigue la consigue. Por lo menos, usted. Si nos retrotraemos a marzo de este mismo año, nos lo encontramos calentando en la banda para asumir el cargo absolutamente inútil para el que ha sido designado ahora. Pero le pilló la tormenta perfecta de la moción de censura en Murcia y el órdago Ayusiano en Madrid que lo llevó a disgustísimo a encabezar la candidatura de su partido para darse un bofetón de época. Hasta un amago de infarto le dio cuando le obligaron a no tomar posesión del acta. Pero ya ve. Seis meses después le llega la recompensa. Disfrute.