or alguna razón, los gestores de la Educación de cualquier gobierno español independientemente de sus siglas sienten la necesidad de cambiar las normas cada rato. Ocurre con las grandes leyes que, en realidad, son sucesivas contrarreformas, pero también con los reglamentos de cada una de ellas. Así, ahora que se debe aterrizar la recién aprobada Lomloe, más conocida como Ley Celaá, nos encontramos en los titulares las ocurrencias más recientes del equipo de expertos del ministerio, que nunca defraudan.

Esta vez la petenera por la que han salido es el aguachirlado de los suspensos. La intención de lo que se asegura que todavía es un borrador es que se pueda pasar de curso en primaria y secundaria hasta con tres asignaturas no aprobadas. Sí, nada más y nada menos que tres. La decisión final dependerá de un comité de cada centro que deberá establecer si el alumno o la alumna en cuestión acredita la suficiente madurez para promocionar al siguiente nivel.

Así, a primera vista, no se diría que el método va en la línea de la búsqueda de la excelencia con la que tanto nos dan la matraca. En todo caso, es una forma de reconocer que buena parte de los contenidos de los programas educativos son perfectamente prescindibles y que la evaluación basada en los exámenes clásicos debería pasar a mejor vida de una vez.

Otra cuestión es encontrar una alternativa razonable, viable y sobre todo, justa para determinar no solo el paso de curso sino los méritos concretos y diferenciales de cada estudiante. Es algo que se busca desde que yo estaba en un pupitre, mucho me temo que sin resultados. Por eso vamos de parche en parche.