Oriol Junqueras ha roto muchos guiones a ambos lados del tablero. El unionismo español cavernario se ha quedado con el molde. Ya no puede decir que el líder de ERC desprecia el indulto. Ni que volverá a intentar lo del 1-O. En su carta desmiente uno y otro extremos y, de propina, lo hace de un modo que no deja lugar a dudas. Otra cosa es que los discursos trillados vayan a cambiar. No lo harán, y menos, a seis días del botellón rojigualda en Colón.

Conociendo el paño, apuesto sin temor a palmar que el ultramonte en pleno va a salir con el comodín de la mentirijilla para engañar a Sánchez. Y hasta pueden citar como argumento a su favor esas grabaciones de la Guardia Civil a un independentista de segunda fila que aseguraba que el inquilino de La Moncloa es el primo perfecto para dársela con queso. Doy por descontada esa reacción, al tiempo que confieso que me provoca mayor curiosidad por dónde saldrá el sol en las filas del soberanismo fetén.

Por de pronto, la CUP ya ha echado las muelas, lo que tampoco resulta sorprendente. La clave va a estar en la reacción de los socios de gobierno de Pere Aragonès y, particularmente, en su líder indicutido e indiscutible, Carles Puigdemont. La bofetada que les ha atizado el todavía interno de Lledoners no puede pasar por mera anécdota. Si pasan a limpio su carta enviada a LaSexta, el mensaje es nítido: se ha acabado el procés tal y como lo concebíamos hasta ahora. Sin renunciar al objetivo último, que tarde o temprano se conseguirá, ha comenzado una nueva partida. ¿Cómo continuará? Pregunten a cualquiera menos a los profetas que hasta ahora no han dado una.