La abstención incomprensible . Asisto, no sé si con más rubor que estupor o viceversa, a la feroz controversia sobre la Proposición de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans. No hablo de la oposición visceral y carpetovetónica de las formaciones de la diestra y la ultradiestra. Por desgracia, nadie espera al PP y mucho menos a Vox apoyando algo tan básico como lo que se plantea. Al contrario, tienen sobrada bibliografía presentada de obstáculos y aprovechamientos políticos de cada paso adelante en favor de la igualdad, da lo mismo de qué colectivo humano.

Lo que verdaderamente me sorprende y apena es ver que el enfrentamiento se extiende a las fuerzas que tenemos -luego cada quien pondrá su gradación- por progresistas. Concretando todavía más, se me escapan los motivos por los que el PSOE permitió con su abstención que naufragara el primer intento de tramitar el proyecto en el Congreso de los Diputados. Todo hace pensar que ni siquiera se trata de razones verdaderamente de fondo las que provocaron la estupefaciente inhibición de los socialistas. Y eso convierte la cuestión en algo, si cabe, más triste: estamos ante una batalla por liderar el movimiento a favor de la igualdad. El resultado es que las personas que llevan años esperando esta ley siguen a la intemperie jurídica. Ojalá sea por poco tiempo. Es la promesa que han hecho los que no se ponen de acuerdo, pero las promesas cotizan a la baja. Cada vez más.

¿Y en el año 2050? - Ocurre todo esto, miren por dónde, cuando hoy mismo el gabinete de pirotecnias varias de Pedro Sánchez tiene previsto hacernos un espoiler de cómo va a ser Hispanistán en el año 2050. Sí, han leído bien. Tan largo nos lo fía el inquilino de Moncloa o, siendo más exactos, su susurrador de cabecera, Iván Redondo, que fue quien adelantó la milonga el otro día firmando de su puño y letra un artículo en un diario de mucho tronío. Para no perderse en el texto del intrigador donostiarra, la comparación que hace entre su jefe y Adolfo Suárez.

No será este servidor quien censure a un Gobierno que pretende vislumbrar cómo pinta el futuro. Ciertamente, es una práctica extendida, aunque es raro aventurarse a hacer un vaticinio para dentro de tres decenios. Especialmente, como es el caso que nos ocupa, cuando los promotores de la cosa acaban de pifiarla un rato largo en sus previsiones murcianas a unos días vista.