donostia - Blanca Portillo se define como una mujer de teatro y desde ayer viaja por un universo femenino diferente al suyo, muy interior, muy de sentimientos y con el que pueden identificarse hoy también muchas otras mujeres, el de Mrs. Dalloway.

Hablemos de Mrs. Dalloway. ¿Cómo es ella?

-Es de las pocas veces que hago un personaje tan interior. Estoy acostumbrada a que me ofrezcan personajes que tengan mucha acción externa y no interna.

¿Un personaje encorsetado?

-No, ella pasa por millones de estados a lo largo de la función. Tiene un mundo interior rico, enorme. Es muy consciente de él y del mundo que le rodea. Tiene una percepción y una sensibilidad de su entorno que sorprende. Es fascinante.

No es la imagen que proyecta.

-Hay muchas mujeres que viven a la sombra de un marido, eso no significa que no tengan una vida privada maravillosa. Es una mujer que ha tomado decisiones en su vida, algunas equivocadas, otras, no. Es consciente de que ella es la única responsable de todo lo que ha decidido. Es un personaje de una grandeza interior enorme.

Lo que se ve en superficie es totalmente diferente, raya la frivolidad.

-Es algo que nos suele pasar muy a menudo. Juzgamos por cosas casi siempre externas. En cuanto conoces a una persona por dentro de verdad, dejas de juzgarla. La propia Virginia (Woolf), cuando escribe este personaje lo hace para juzgarla, para burlarse de alguna manera de ella y se va enamorando de Mrs. Dalloway, según va desarrollando sobre el papel la personalidad de esta mujer. Finalmente es una heroína.

¿Heroína?

-Sí. Lo bonito de Mrs. Dalloway es que hay que rascar en la superficie para saber quién es esa mujer.

¿Es una mujer que podría ser asimilable a muchas mujeres de hoy en día a pesar de las distancias temporales?

-Por supuesto. Ella tiene como el germen del feminismo, la base del feminismo, que es la conciencia de una misma. Ella sabe quién es y qué es lo que le rodea para poder, de alguna manera, cambiar el mundo. El mundo ha cambiado y las mujeres podemos decir las cosas abiertamente.

¿Fue costoso asimilar el personaje?

-Me ha costado quitarme el prejuicio, porque de primeras, lo has dicho tú y estoy de acuerdo, te puede parecer una mujer muy superficial. Yo tengo un concepto de la mujer muy diferente, estoy muy acostumbrada a la batalla y a la lucha. Cuando coges a Mrs. Dalloway por banda te tienes que ir quitando prejuicios y cuando lo haces descubres a una mujer apasionante. Lo primero que hice fue no juzgarla y, una vez que entré dentro de ella, ha sido un viaje intenso. Es un personaje que me hace bien.

¿Era lectora de Virginia Woolf?

-Sí, pero no de Mrs. Dalloway. Cuando me lo propuso Carma (Portaceli), la directora de la obra, le dije que no me la había leído, me la leí cuatro veces seguidas, me fascinó. Virginia escribe la novela de una manera especial, no hay una gran peripecia en ella, tampoco en la función.

Solo son 24 horas en la vida de una mujer preparando la fiesta de cumpleaños de su marido.

-La historia es el flujo de pensamientos y las millones de cosas que uno siente al cabo del día. Es uno de esos días en los que decimos que no ha pasado nada. Y sí han pasado cosas, han pasado millones de cosas dentro de ti. Al principio cuesta entrar en ese lenguaje pero, cuando logras entrar, te enamoras de ella.

¿Hay distancia entre la versión teatral y el original, el literario?

-Cuando leí el texto teatral me di cuenta de que conserva la belleza, el lenguaje, la profundidad, la hondura? Ha sido un descubrimiento. Pero es cierto que no puedo hacer la novela sobre el escenario, esto es teatro. Una vez que la leí cuatro veces seguidas, me olvidé y me centré en la historia que Carma había creado con su dramaturgia. Lo importante es que conserva intacto el espíritu de lo que la escritora quería contar, eso es maravilloso. La forma en la que está contada la historia en el texto teatral responde mucho a lo que se cuenta en la novela.

¿Qué otros proyectos tiene?

-Como siempre voy como los malabaristas con cuatro o cinco bolas a la vez, tengo varios proyectos para dirigir, para interpretar...

La televisión ha sido un medio que la ha marcado.

-No digo que no. He tenido la suerte de encontrarme con proyectos que han calado bastante. La televisión me parece un medio fantástico que llega a millones de personas.

Y ha cambiado muchísimo.

-La aparición de las plataformas ha influido. Pero lo que ha cambiado en la televisión, hablo de las series, es cómo se están contando las historias. Se está haciendo una televisión de un nivel enorme.

En televisión la conocimos en '7 vidas'. Ha pasado mucho tiempo y aquella serie fue toda una novedad en su forma de producción.

-Aquello fue un antes y un después, fue la primera vez que se hacía una sitcom en España. Es verdad que, de alguna manera, sigo siendo Carlota para mucha gente.

Va a ser verdad lo que canta el tango: "Veinte años no es nada".

-Y tanto. La gente me sigue recordando por aquella serie, fíjate que luego he hecho otras. Me he encontrado con gente muy joven que me conocen por Carlota porque sus padres les ponen la serie.

¿Qué le parece que le llamen Carlota, le molesta o le gusta?

-Me sorprende. En cierta forma, responde a lo que tú decías, esa serie marcó a mucha gente que ha crecido con ella. Me parece un privilegio que alguien me recuerde por algo que comencé a hacer hace veinte años.

¿Se siente tan cómoda dirigiendo como presentando?

-Me siento una mujer de teatro en general. Básicamente, soy intérprete. Otra cosa es que de vez en cuando sienta una pulsión y hay funciones que no quiero interpretar, quiero dirigir y también producir.

Es de las actrices que ha podido vivir de la profesión. Según parece, es un lujo.

-Eso es lo que yo siento que es el éxito en esta profesión, vivir de ella desde el día que decidí que era lo que quería hacer.

¿No ha sido nunca camarera?

-Ja, ja, ja? Claro que sí y muchas otras cosas, mientras estuve estudiando hice de todo, había que pagar casa y muchas otras cosas. No pertenezco precisamente a una familia rica ni nada por el estilo, ni siquiera medianamente colocada: éramos ocho hermanos, no era fácil.

Ocho hermanos. ¡Vaya locura!

-Pero era divertido también. Fácil no era, pero nos lo pasábamos bien. Con los años, mi vida ha sido mucho más solitaria. Pero en mi infancia y mi adolescencia, siempre estuve todo el rato rodeada de gente.

Hemos hablado de los cambios que ha sufrido la televisión. ¿Ha cambiado el teatro?

-También. Aunque el teatro está inventado hace miles de años, está todo inventado, lo que hay que hacer es contar lo de hoy y desde el ahora. Ahora estamos viviendo momentos muy buenos. Hay nuevos creadores, actores que escriben y que dirigen. Se hacía en otros tiempos, pero ahora vuelve a revivirse con lenguajes distintos. Pero hay una cosa que no cambiará nunca y es lo que yo llamo la ceremonia pagana y que me sigue fascinando.

¿Qué es la ceremonia pagana?

-El momento en el que alguien compra una entrada y siente para compartir con el resto del público una historia que les están contando desde el escenario. Esa es la base.

¿Es consciente, cuando está en el escenario, de que hay personas a tres palmos de sus narices?

-Sí. Me produce verdadero terror. La idea de que haya cientos de personas que han decidido salir de sus casas y pagar una entrada para escuchar una historia me conmueve profundamente.

¿Teatro clásico o teatro contemporáneo?

-Teatro, sin más.

¿Dónde está el cine en su sumario de intenciones?

-Lo tengo a partir del año que viene. Tengo un par de proyectos. El cine tiene una cosa que mucha gente desconoce, hay muchos proyectos que se intentan y que no llegan a hacerse.

¿Le ha pasado?

-Me ha ocurrido en varias ocasiones y ahora tengo un par de proyectos que espero que salgan adelante. Tengo ganas de hacer cine.