“Chinchin, felicidad o salud”, son muchas las maneras que hay para brindar, a la hora de celebrar todo tipo de celebraciones. Como mixtura entre la suerte y la prosperidad, el origen se este tipo de frases parece que se remonta a los tiempos del antiguo Imperio Romano.

Aunque pueda parecer extraño o acto de locura, por aquel entonces era muy común envenenar a los enemigos, por ello la sociedad era muy cuidadosa con la ingesta de todo tipo de bebidas. Por el contrario, y con el fin de mostrar que el contenido de las copas era inocuo, se entrechocaban las copas con ímpetu y con buenas oraciones. También se trataba que el contenido de una copa saltara, conscientemente, a la otra, con el propósito de mostrar a la

otra persona que estaban bebiendo el mismo líquido, y claro está, sin peligro alguno.

Como dicha costumbre consiguió un buen puesto entre las rutinas de la sociedad romana, esta tradición perduró hasta la Edad Media, todo ello con el fin de asegurarse la propia supervivencia. Con el paso de los años, y dejando a un lado los malos hábitos e intenciones, el ritual quedó acompañado de una buena muestra de cariño y amor para celebrar eventos con las personas más cercanas.

Otras teorías se remontan solamente al siglo XVI, concretamente al 6 de mayo de 1627, cuando las tropas de Carlos V consiguieron tomar roma y celebraron dicha victoria, alzando las copas para el monarca diciendo “bring dir’s”, traducido a “te ofrezco”. Algunas leyendas también atribuyen este brindis a la mitología griega y vikinga.

Los griegos la asignan a Dionisio, Dios del Vino, mientras que los vikingos no tenían dios del vino, pero sí de

la cerveza Byggvir, donde trataban de mostrar a su dios como disfrutaban de todos sus sentidos.

Sin embargo, además del origen y teorías acerca de esta acción de celebración, también hay algunas curiosidades sobre el brindis. En Hungría está mal visto brindar con cerveza, algo que poco les gusta a los alemanes. Todo ello se debe a un conflicto bélico y su consiguiente victoria en el siglo XIX contra el pueblo húngaro. Ahora es irrespetuoso hacerlo, no obstante, durante más de cien años estuvo prohibido y castigado por la ley.