Javier Cámara, uno de los actores más queridos de la actual escena española, es un profesional con enorme proyección que ahora mismo se enfrenta al papel de Juan Carrasco en 'Vamos Juan', la historia de un político para echar de comer aparte, y ha puesto en él todo su afán para convertirle en lo que dice el guion: un mediocre y un aprovechado. Es inevitable en la actual situación hablar de cómo está viviendo un confinamiento que ha dejado suspendidos sine die muchos proyectos culturales. Javier Cámara tiene bien claro qué es lo primero va a hacer cuando el coronavirus nos devuelva la libertad: "Voy a ir a mi pueblo, Albelda (La Rioja) y abrazar a mi madre.Necesito su abrazo".

¿Qué hubiera hecho Juan Carrasco cuando era ministro en una situación como la que estamos viviendo?

Ninguna de las personas que hemos hecho esta serie y hemos pergeñado Vota Juan y Vamos Juan quisiéramos tener a Juan Carrasco al frente de una situación como esta, que requiere de decisiones tan importantes. Tal y como estamos y lo que hemos vivido ya, la ficción nunca va a llegar al borde de la realidad, porque estamos ante una realidad demasiado devastadora.

¿Qué tipo de Juan es el que ha protagonizado esta nueva temporada?

Es un Juan más vengativo y muy lleno de rencor. Le han echado del partido por un invento, todo lo que ha pasado es mentira, y él intenta volver a la política después de haber estado dos años de parón político dando clases en un colegio. Quiere volver de una forma desesperada y arrastra a su equipo, que aún está más desesperado que él. Vamos Juan es una serie más oscura que Vota Juan. Es una comedia negra, muy negra.

No tenemos en general muy buena opinión de los políticos, y Vota Juan y Vamos Juan no invitan precisamente a una reconciliación con ellos.

No es algo en lo que pensamos cuando hicimos la serie. Date cuenta de que las condiciones en las que vivíamos entonces nada tenían que ver con las que vivimos en estos momentos. Nuestra idea era entretener al espectador. Además, esa es nuestra misión, no otra.

En trabajos anteriores nunca se había acercado al mundo de la dirección. En Vamos Juan dirige uno de los capítulos. ¿Cómo ha sido sentirse con mando absoluto?

Nunca existe el mando absoluto en trabajos como este, toda la labor es de equipo. Dirigí el capítulo seis, un episodio cápsula que puede pasar en cualquier momento, y me lo he pasado muy bien, ha sido una experiencia increíble, desconocida para mí. En mi fuero interno siempre podía poetizar y soñar con el hecho de poder dirigir algún capítulo.

¿Y cómo le llegó la oportunidad de hacerlo?

Aunque no soñaba con hacerlo realidad, el productor se empeñó durante la primera temporada en que si hacíamos una segunda, yo dirigiría un capítulo. Como le prometí que lo haría, lo hice.

¿No le dio miedo meterse en algo que podría ser una camisa de once varas?

Claro, en un territorio ajeno y por lo tanto, no seguro. Pero a la larga, dirigir ha sido mucho más satisfactorio de lo que pensaba. He aprendido mucho sobre funcionamiento, procesos de producción y trabajo de equipo. Hasta ahora solo había vivido una parte de la elaboración de una película o una serie, pero dirigir es otra cosa. Es maravilloso para un actor entrar en una sala de montaje y ver las cosas que uno hace mal desde que empezó a estudiar Arte Dramático.

¿Cree que hace muchas cosas mal?

Sí, pero como otros actores. Hay cosas sobre las que pasas por encima. El trabajo de continuidad de una serie es fundamental, y ves que no puedes montar el mejor plano rodado porque no va con lo que ya está hecho previamente. También te das cuenta de que hay cosas muy brillantes que tienes que desechar porque no tienen una correlación con otras imágenes o secuencias. Cuando ves todo esto aprendes que hay que ser más disciplinado.

Creíamos que usted era un hombre muy disciplinado.

Y creo que lo soy, pero como todo el mundo paso por alto cosas que luego resultan fundamentales. He aprendido algunos trucos para luego ponerlos en marcha cuando esté actuando.

¿Se ha enganchado al mundo de la dirección? ¿Va a tener la tentación de repetir la experiencia?

No es una tentación, pero me encantaría repetir. Si hacemos una tercera temporada me gustaría volver a dirigir algún episodio. Eso sí, sin olvidar que soy actor, algo por lo que he pelado toda mi vida.

Además, ha dirigido mientras estaba actuando. Eso sí que es rizar el rizo.

Esa es la pena, que dirigía siendo el protagonista de la serie. Estaba en todas las secuencias y también tenía que ir a mirar al combo lo que habíamos grabado. Lo cierto es que he tenido un equipo que me ha perdonado muchos errores. En próximas ocasiones lo que haré es prepararlo mucho mejor y con más tiempo. Seguramente me habrá pillado el toro en muchos momentos, pero como digo, tengo un equipo estupendo y he podido sacarlo adelante.

Ha hablado de tercera temporada, ¿hay posibilidades?

Siempre las hay, aunque ahora mismo todas las posibilidades están truncadas a nivel mundial y en todos los campos. No sé, pienso que soñar con una tercera temporada sería muy egoísta por mi parte con la que está cayendo, pero siempre hay que ser positivos. Además, tenemos muy buenas ideas para poder continuar.

¿Se le pondrían peor las cosas a ese detestable Juan Carrasco?

Sería una historia más trágica, más dura, pero también más divertida.

¿Ve a Juan en la Moncloa?

No sé. Llegar a la Moncloa es un bombón con veneno, y Juan Carrasco se merece una pastelería entera con mucho veneno.

¿Qué nuevos proyectos tiene usted en estos momentos?

Al margen de todo este shock que estamos viviendo y con ese escalofrío en la espalda que sentimos cada día, en septiembre, si todo va bien, se estrenará El olvido que seremos. Es una película que rodamos en Colombia, dirigida por Fernando Trueba y basada en el libro de Héctor Abad Faciolince. Es una maravilla que recomiendo leer. Y también por esas fechas se estrenará Sentimental, lo último que he hecho. Es una película dirigida por Cesc Gay que se desarrolla en Barcelona. La terminamos justo antes de que todo esto explotara.

Estamos dentro una distopía real que nunca hubiéramos imaginado. ¿Cómo está viviendo esta situación?

Con todo tipo de sentimientos. Me emociona ver la generosidad de la gente, me emocionan muchas actitudes que estoy viviendo y que hemos visto a lo largo de los días que ya llevamos así, casi un mes. Tengo que reconocer que soy una persona muy sensible.

Ser sensible a veces...

Si vas a decir que la sensibilidad debilita voy a decir que te equivocas. Mi sensibilidad me hace muy fuerte y estoy muy orgulloso de ello. Ahora lo soy más que nunca. Intento pelear contra la negatividad. Apago la televisión en bastantes ocasiones, pero uno no puede escaparse de la realidad. Me llegan montones de mensajes de amigos que lo están pasando mal. Es una realidad muy cruel que se está imponiendo de una forma determinante en nuestras vidas y de la que no puedes escapar.

¿Cuál es su antídoto?

Mirar todo con cierta calma, respirando y sintiéndome un privilegiado por tener una casa y un techo. Yo tengo una familia que está bien. Pienso en la gente que no puede ni despedir a sus muertos, que tiene a los suyos en el hospital... Uff, todo esto pasará, pero qué duro es.

Lleva usted mucho tiempo trabajando en el mundo de la interpretación...

Empecé de forma profesional en 1992 en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, luego han pasado casi treinta años, una barbaridad de tiempo, pero un tiempo en el que he disfrutado mucho.

¿Y no ha sufrido?

Sí, claro. Sufres en todas las profesiones, pero en la balanza yo siempre pongo por delante el disfrute. Ha habido más gozos que otra cosa.

7 vidas, una serie que ya es historia del mundo audiovisual, fue la que le puso en órbita en la profesión.

Fue un trabajo muy gratificante y muy importante para la televisión. Hay quien me sigue recordando, y han pasado los años, ¿eh? Era una historia que estaba muy pegada a la actualidad y donde hacíamos chistes muy presenciales. Hablábamos de famosos que lo eran en ese momento y ahora no lo son. Lo que te decía antes: la gente se acuerda de lo bueno y no de lo malo.

Con lo bien que le ha ido en la profesión...

Ha habido momentos para todo.

Pero supongo que nunca se ha arrepentido. ¿Cómo llegó a plantearse ser actor?

En cualquier profesión siempre te encuentras en el camino momentos buenos y momentos malos y no puedes estar arrepintiéndote todo el rato, sobre todo si lo que haces te gusta. En mi caso fue un impulso vital más que una decisión. Tenía ganas de salir de mi pueblo, Albelda (La Rioja), aunque ahora tengo muchas ganas de ir allí a abrazar a mi madre, que está sola en casa. Es una de las cosas que necesito hacer, y en cuanto esto pase voy a ir a darle ese abrazo que tanto necesitamos los dos. Tu pregunta era...

¿Por qué quiso ser actor?

Eso. Quería irme del pueblo, era joven, tenía ganas de conocer el mundo... Estaba repitiendo el curso de COU y arrastraba un fracaso escolar bastante fuerte. De repente un profesor de Historia, Fernando Gil, un hombre que había puesto en marcha un grupo de teatro, fue quien me dijo que en la Escuela de Arte Dramático de Madrid solo exigían BUP para entrar, que era lo único a lo que podía acceder ese año, que probase.

Le regaló el futuro con ese consejo.

Pues sí. Me he dejado llevar mucho por la generosidad de los demás y por mi impulso inconsciente. Me presenté y en una de las clases de interpretación descubrí que ya no me quería mover del aula. No sabía exactamente lo que quería ser de verdad, pero quería estar en ese sitio por mucho tiempo.

Muchos colegas suyos, muy entregados también a la interpretación, hablan de esos momentos duros en los que han estado a punto de tirar la toalla.

Todo el mundo puede llegar a querer tirar la toalla, pero en mi caso no ha sido por la interpretación, aunque por otras cosas es posible que sí lo hubiera hecho. Creo que tengo ciertas carencias y me hubiera gustado tener más conocimientos.

¿De qué materias?

Por ejemplo, me hubiera gustado saber más idiomas para moverme por el mundo con mayor frescura. Es cierto que he tenido algunas críticas demoledoras, cosas que te han podido humillar, aunque son cosas que se pasan muy rápido. Mira, ante todo soy positivo, y me lo paso demasiado bien haciendo esto como para perderme en los malos momentos. Esto es un juego.

¿Juego? Creía que era una profesión muy seria.

También lo es. Creo que hay una parte de inconsciencia y de disfrute y que por mucha responsabilidad que tenga uno encima lo convierte todo en un juego. En cuanto escucho la palabra acción me pongo a jugar. Esa palabra me hace respirar, ver al otro, ver la escena, la diversión. Es algo que no me quiero perder. Tengo la sensación de que no he hecho más que empezar y de que aún me queda mucho por hacer.

¿Empezar?

Sí. Pensarás que llevo mucho tiempo, y es cierto, pero yo me siento fresco como una lechuga y dispuesto a empezar de nuevo en cada proyecto. Me apetece siempre un nuevo guion, un nuevo equipo, que me gusten los compañeros, que me guste el ambiente... Este trabajo en grupo que hacemos resulta muy satisfactorio. Hay un trabajo en solitario mientras estudias, pero luego hay mucha gente en los rodajes, en los platós, en el teatro, y yo me siento como en casa.

¿Un hombre con suerte?

Y que lo digas. Soy demasiado energético, debo controlar mi propia energía porque me pongo demasiado contento.

¿Ha sentido el miedo escénico en alguna ocasión?

Al principio de mi carrera, cuando no era profesional aún, sentí ese miedo a la hora de hacer alguna prueba. Recuerdo que una vez me sacaron a leer un texto y no pude ni empezar. Ese miedo lo sentí cuando era muy inconsciente, cuando no sabía de qué iba la profesión.

¿Es supersticioso? ¿Tiene manías a la hora de salir al escenario o de afrontar un trabajo?

Nada. Mi manía es enfocar al personaje desde un camino distinto. No sé por dónde llegan o si llegan. A veces te inventas al personaje o lo finges. No tengo supersticiones: no me persigno, no beso el suelo, no llevo talismanes, no invoco al infierno ni a los cielos. Lo único que necesito es la mirada del otro o de la otra.

Supongo que no tiene nada que ver con Juan Carrasco.

Y yo supongo que todos llevamos dentro a un mediocre, a una persona frágil, a alguien que quiere esconder los sentimientos, que quiere medrar en la vida. Juan Carrasco ha salido de mí, me debe mucho. Por lo tanto, creo que habrá una parte oscura y negativa dentro de mí.