Siempre lo dijo. Al cumplir los 70, tras seis gloriosas décadas de carrera artística, se retiraría junto a su querido Erwin Bach y poco más sabríamos de ella. Y así ha cumplido su palabra la cantante más carismática de todos los tiempos. Hasta estos últimos compases de 2019, eso sí. Porque Tina Turner concedía el pasado mes de noviembre una entrevista a una conocida publicación estadounidense, la primera en diez años, y el mundo musical quedaba enmudecido.

¿El motivo? Lejos de exprimir una más que merecida jubilación tras su terrible vida personal, muy exitosa en lo profesional, la cantante confesaba emocionada su padecer. Un ictus, un cáncer y un grave fallo renal han sido sus tremendos compañeros de viaje durante los últimos lustros. Prácticamente desde el mismo momento que abandonó los focos por un lujoso retiro palaciego a orillas del lago suizo de Zúrich. Ni su fortuna de 227 millones de euros, ni el precioso castillo que tiene en propiedad, le han permitido descansar hasta el momento.

Justo doce meses después de casarse con Bach, su inseparable compañero durante veinte años de relación, Tina sufrió un ictus. Fue un accidente cerebrovascular que aunque fue leve le dejó secuelas y le obligó a aprender a caminar de nuevo. Lo logró con esa fuerza con la que siempre pisó el escenario para entonar Private Dancer. Pero por poco tiempo. Pasados tres años, los médicos diagnosticaron a la intérprete de I Don’t Wanna Lose You un peligroso cáncer de estómago que pudo superar, una vez más, gracias a una intervención de urgencia en la que le extirparon parte del órgano digestivo.

Pero lo peor estaba por llegar. Un grave fallo renal la puso al borde de la muerte en 2016. Prácticamente desahuciada, el milagro se produjo cuando su marido le donó un riñón, que el cuerpo de la americana aceptó sin rechazos. Ahora, cumplidos los 80, el pasado 26 de noviembre Turner afirmaba “sentirse por fin bien”. “Sé que va a haber más pruebas, más visitas al médico y más biopsias”, relataba. Pero con la misma determinación que siempre ha mostrado en los buenos y malos momentos, el último hace dos años, tras el suicidio de su hijo mayor Craig Turner, la extraordinaria cantante admite que tras una vida dura ahora “toca ser feliz”. “Mi vida de jubilada es mucho mejor que mi vida anterior. Ya no canto, ni bailo, ni me arreglo, pero me siento mucho más sabia”, confiesa en sus memorias, My Love Story, la cantante que siempre nos enseñó eso del You’re simply the best.