Guillermo del Soto, conocido como Willy, había sido ojeador de Osasuna hasta el pasado mes de agosto. Al saltar la noticia, el club rojillo prescindió de sus servicios. Era del Soto un hombre en contacto con muchos menores. Ejercía de enlace con los clubes convenidos de La Rioja y era técnico del Varea, equipo de un barrio de Logroño. En su mente, no solo había fútbol. La Policía Nacional ha informado esta semana de que al menos ocho menores de edad han sido víctimas de abusos sexuales a manos de este hombre, un caso que interpela a equipos de fútbol base. “Estamos ante un riesgo mucho más invisibilizado de lo que la gente pueda suponer”, asegura Iñaki Alonso, especialista en prevención de violencia contra la infancia, que analiza para este periódico la trastienda de lo ocurrido.

El telón de fondo, un deporte al que se entregan con pasión miles de menores guipuzcoanos, que mantienen una sana relación con sus monitores, salvo que se demuestre lo contrario. La investigación policial ha revelado que el arrestado aprovechaba su condición de entrenador para contactar con las víctimas por redes sociales. Se servía además de su colaboración con Osasuna para prometer a los jóvenes un futuro profesional en el fútbol que les podía hacer llegar a un club de Primera División. Se encuentra en libertad provisional a la espera de juicio.

Una relación que se antoja desigual entre jóvenes con altas aspiraciones deportivas y adultos que, valiéndose de esa ilusión, pueden llegar a protagonizar acciones de violencia contra la infancia. “La expectativa de ser profesional, de ser relevante, famoso y ganar mucho dinero. Cuando existe esa expectativa, los ámbitos en los que puedes desarrollarla son muy apetecibles, y ante esa situación, hay gente adulta que puede aprovecharse”, advierte el experto.

Alonso es una voz autorizada. Trabajó durante años en el área de sensibilización e Infancia de la ONG Save the Children Euskadi; llegó hace cuatro años al Athletic Club para sentar las bases de la política de protección a la infancia. En la actualidad es asesor en la cooperativa social Kunina, que orienta y asesora a entidades que trabajan con menores. El objetivo, visibilizar y prevenir situaciones de violencia, algo que no parece haber ocurrido en el caso de Willy.

Diez meses de pesquisas: siete víctimas más

Tras su primer arresto, los agentes iniciaron una investigación en la que se conoció, tras diez meses de pesquisas, la existencia de al menos siete victimas más, que tenían entre 15 y 18 años cuando sucedieron los hechos. Las investigaciones permitieron determinar que el presunto autor del primer hecho denunciado actuaba de la misma manera con el resto de jóvenes. Contactaba con ellos a través de mensajes privados en redes sociales o de aplicaciones de mensajería instantánea para “hacerles sentir importantes y valiosos”, indicándoles que desde su posición de entrenador y de ojeador de futbolistas podía conseguirles contratos con un equipo profesional o mejorar su situación deportiva.

“Hay adultos que, siendo o no conscientes de ello, tienen un poder sobre los niños y niñas en este tipo de entidades. Tienen el poder de decidir si continúan en el equipo, si entran o no en la convocatoria, si van a jugar más o menos”, detalla Alonso. Una situación que puede ser el caldo de cultivo de una violencia imperceptible. “No lo tenemos presente como una realidad en el mundo del deporte, y es algo que sucede”, advierte.

Al arrestado se le han intervenido numerosos archivos de carácter sexual en los que estaban involucrados menores que conocía del mundo deportivo riojano y otros menores que aún no se encuentran identificados. En total se han localizado y examinado 62.986 archivos multimedia-más de 29 Gb-de índole sexual en los que aparecían menores de edad.

La investigación continúa abierta. No se descarta la aparición de nuevas víctimas debido a los años que el arrestado ejerció como entrenador deportivo. Al autor se le atribuye un delito de pornografia infantil, cinco de corrupción de menores, tres delitos de abusos sexuales por tocamientos y otros tres de child- grooming.

Alonso no dispone de datos sobre este tipo de conductas –“porque no los hay”- pero se muestra convencido de que existen en Euskadi “muchas más situaciones similares a las del ojeador de Osasuna que no visibilizamos”. Es una constante en los casos de violencia contra la infancia. Una realidad “oculta y ocultada”.

Manipulación, chantaje y amenazas

Es invisible porque quien la perpetra bien se ocupa de ello. “Con frecuencia se pone la carga de la prueba en la persona que sufre la violencia, pero el foco se debe poner en quien ejerce esa violencia, que va a manipular, instrumentalizar emocionalmente, chantajear, e incluso amenazar”, detalla.

Los abusos también se pueden cometer de manera “más o menos normalizada” debido a una serie de comportamientos históricamente adquiridos. “Por esos dos motivos, las situaciones que están ocurriendo en el momento actual no se visibilizan, bien porque los niños y niñas que la sufren no son conscientes de esa violencia, o siéndolo, no cuentan con personas de confianza ni un espacio para verbalizar lo que les está ocurriendo”, asegura.

Existen en los clubes riesgos que “es conveniente analizar”, pero el experto lamenta que las entidades deportivas no tienen tan presente esta realidad como se debiera. “Quedan muchos retos pendientes, el primero de ellos, la pedagogía: comprender que estamos hablando de algo muy relevante. Cuando damos charlas a las entidades, percibimos el interés de los clubes, pero hay quien se queja de la carga de trabajo que tienen. Yo siempre les digo: No podéis incluir los derechos de la infancia en el saco de otros muchos temas. ¿Nos estamos dando cuenta ahora de que, por una teórica ley, tenemos que tratar bien a los niños y a las niñas?”, se pregunta.

"Mal vamos si tratamos la violencia contra la infancia como una obligación más que se nos impone"

Y se responde. “No me lo creo. No me creo que ahora, en el año 2023, empecemos a ser conscientes. No se trata de una obligación más que nos imponen. No, es una obligación que nos tenemos que dar a nosotros mismos como profesionales que trabajos con críos, porque lo ético está antes que lo legal. Mal vamos si tratamos la violencia contra la infancia como una obligación más que se nos impone”, advierte.

El primer paso es que las entidades sean conscientes de que tienen ese rol, “y existe un déficit enorme de formación. En los últimos años se ha producido una mejora técnica y táctica de entrenadores, a quienes se exigen diferentes titulaciones, pero no hay en ninguna de las formaciones regladas y tituladas por los colegios de entrenadores un espacio, una asignatura, para que se formen en comprender qué es violencia contra la infancia, cómo prevenirla, detectarla y acompañar a quien la sufre”. Y es algo, insiste el experto, que “se da todos los días”.