Al fin, descansa. Es el papel fundamental de todas las monarquías entretener al pueblo y lo han bordado. Pedazo campaña de imagen la que ha montado la británica con el cadáver de Isabel II, finalizando con el entierro después de once días de paseos, a los sones de la marcha fúnebre de Henry Purcell, por todo Gran Bretaña. Han exhibido el alto nivel de la tanatopraxia inglesa y la rigurosidad de su protocolo. Los británicos le han mostrado su afecto, algo que, hasta ahora, creíamos reservaban para sus perros y caballos. Los disidentes eran arrestados. Como en Rusia.

Banderas, estandartes, gallardetes y reposteros. Emoción contenida a lo british. Glamour en el luto de las asistentes. Canciones religiosas interpretadas a la perfección en la imponente Abadía de Westminster. Vistosidad y colorido en los uniformes. Llorones de plumas blancas de cisne en los bruñidos cascos de los coraceros que refulgían bajo el sol. Imponentes los bearskins de piel de oso de los granaderos. Precisión en el orden cerrado de la marinería. Caballos de capa azabache de la Policía Montada de Canadá abriendo el cortejo. Todos contribuyeron a la solemnidad del acto. Mejor no se puede. Tomen nota en Zarzuela, por si acaso.

Se cumplieron horarios y objetivos. Únicamente un soldado sufrió un desvanecimiento mientras montaba guardia en el catafalco. Peccata minuta. No habría desayunado de fundamento. Emotiva la despedida de su gaitero de cabecera, Paul Burns, que, presumo, se irá al paro.

Ninguno hemos llegado a este mundo para quedarnos. Ella tampoco. Ha entrado en la eternidad, con sus inseparables bolso y sombrero, a los sones de Pompa y Circunstancia de Edwar Elgar. Y en aquel lugar sobran las solemnidades, los discursos elogiosos, los uniformes de opereta, gaitas y fanfarrias y todo lo que hemos visto y oído estos días, para consuelo y aprovechamiento, en exclusiva, de los que estamos vivos.

En Euskadi, tan interesados desde siempre en los avatares de la simpática familia real británica y preocupados por la ubicación del Campechano y el Preparao en el funeral, juntos, pero separados por la nuera, nuevamente el protocolo, permanecimos puntualmente informados gracias al formidable despliegue de medios de nuestra televisión pública, que reforzó a la corresponsal en Londres, la que a diario aparenta, con sus titubeos, no haber estudiado la lección.

No les dio tiempo a recordarnos que, como reina del Imperio Británico durante tantos años, se ha llevado por delante, a esa misma eternidad a la que graciosamente ha accedido, a millones de hombres, mujeres y niños en medio mundo: India, Pakistán, Bangladés, Kenia. Nadie se acuerda ya de la Revuelta del Mau-Mau, ni del Protectorado de Adén (actual Yemen), conflicto bélico que continúa con indisimulado apoyo británico. Ni de las Malvinas, que deberían ser argentinas y el crucero Belgrano, ni de Gibraltar, “punta amada del pueblo español”. Ahora podrá encontrarse con todos ellos, aunque quizás, haciendo gala de la divisa que reza en su escudo de armas Dieu et mon droit, premonitoriamente y en francés, ocupe también una posición privilegiada en lugares próximos al trono celestial, ante el que, los tronos terrenales parecen de Ikea.

Más inclusividad

Leo en una columna de Alex Grijelmo, en el periódico gubernamental por excelencia, que el debate sobre el sexismo en el lenguaje lo han impulsado una serie de profesionales de variada formación, pero que apenas se ha prestado atención a la opinión de las filólogas. Lo normal en todos los debates, prescindir de la que sabe. Para ocupar ese vacío, acaba de presentarse el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta), de Eumo editorial, escrito por 70 mujeres, en catalán y coordinado por Carme Junyent, feminista de 67 años, profesora universitaria, donde afirman, entre otras muchas cosas, que “se puede ser feminista y utilizar el masculino genérico” y “lo que se deben cambiar son las ideas interiorizadas, no la lengua”. Todo parece bastante lógico y sensato.

Pilotas de aviación

El viernes pasado, un avión Embraer E190, capaz para 114 pasajeros, de la aerolínea bandera venezolana Conviasa, realizó el primer vuelo comercial tripulado únicamente por mujeres. A los mandos, la capitana Andrea Palacios, de 27 años, la mujer piloto más joven de Latinoamérica. Voló con una primera oficial, una jefa de cabina y dos azafatas. Despegó en Isla Margarita y aterrizó en Maiquetía (Caracas). La noticia, que habría sido muy comentada en otras circunstancias, ha pasado desapercibida al ocurrir en el país del autobusero. Cosas del embargo estadounidense, que también alcanza a las noticias.

De quesos y carnes

Me invitan a participar en la VII Feria Transfronteriza del Pastor y la Trashumancia en San Vitero, en la comarca zamorana de Aliste y, de paso, en el Cincho Cheese Awards 2022 que, traducido al zamorano, viene a ser el clásico concurso de quesos. Terminaré empadronándome allí. Certamen en el que, por méritos propios y merecidos, obtiene el Cincho de Oro el queso Kamiku, elaborado artesanalmente a partir de leche cruda de oveja en la quesería que, en Legasa (Navarra), tienen y trabajan la pareja formada por Alberto Migueltorena Indart, veterinario, y Ainara Ansa Churruca, ingeniera agrónoma, con sus colaboradoras.

Voy a comprar carne y choricillos donde Javier Iraola de Asteasu y me informa que tiene previsto un viaje de más de 1.000 kilómetros para ver unos bueyes de cuatro años, de la raza Aberdeen Angus, poco habitual por estos lares, de exquisita carne. Me enseña sus fotografías. Son encantadores. Con los bueyes, Javier no tiene problemas para comunicarse, pero para hablar con el propietario, va provisto de intérprete y calculadora, por el brexit y las libras esterlinas. Atentos al resultado y sus consecuencias.

Hoy domingo

Pochas de Abarzuza. Bonito encebollado. Melón. Tinto crianza de 2019 Usoa de Bagordi de Andosilla. Café. l