Acuoponia. Nuestro actual sistema alimentario parece estar reñido con un futuro sostenible y justo en la producción de alimentos, por lo que se hace necesaria y urgente una profunda transformación en todo el sistema alimentario.

La acuoponia es un sistema de producción cerrado, que integra la técnica de la acuicultura de producción de peces con la hidroponía, producción de vegetales sin suelo, lo que supone el uso eficiente del agua y de los nutrientes excretados por los peces o crustáceos que son absorbidos por las plantas que funcionan como filtros naturales, devolviendo el agua limpia a las piscinas. Todo “sin salir de casa”, con un reducido, casi nulo, impacto ambiental y la aplicación de enfoques biológicos y ecológicos a la producción agrícola de peces y plantas.

Hace cuatro años visité una explotación de acuoponia, Ner Been, creada y dirigida por un emprendedor en Hondarribia, en la que, además de diversas verduras y frutas, criaban tilapias (percas del Nilo), que no tienen especial aceptación entre nosotros. Ahora, acabo de leer el trabajo La acuoponia. Una esperanza para el futuro, elaborado por dos amigos de la Universidad de Zaragoza, Juan Herrero Perezagua, doctor en Derecho, y José Luis Múzquiz Moracho, doctor en Veterinaria, entusiastas ambos, por diferentes razones de esta “nueva” técnica cuya antigüedad se remonta a los aztecas de la América precolombina o a la China anterior a la llegada de Gengis Kan, porque en ambos lugares se practicaba, aunque fuera el Dr. James Rakocy, de la Universidad de las Islas Vírgenes (USA), quien la desarrolló a partir de 1970 en el Caribe estadounidense. Refrescante lectura, cuyas ideas generales trataré de resumir.

Nos encontramos ante una tecnología de producción de peces y hortalizas que no es exagerado calificar de revolucionaria y que se ha constituido en el germen de una industria de indudable importancia ecológica, económica y social. Según la información publicada este mismo año, se estima que el mercado mundial de acuoponia está valorado en 700 millones de dólares y los cálculos aportados apuntan a que la demanda de productos acuapónicos crecerá entre un 14,5% y un 15,5% hasta el año 2025.

El objetivo principal de los sistemas acuapónicos es la producción de vegetales mediante el uso de los detritus de peces y de otros animales acuáticos. La acuoponia utiliza los desechos de los peces como fertilizante para las plantas mientras que, paralelamente, las plantas limpian el agua para los peces: esta es la forma en la que las plantas se benefician de la existencia de los peces y viceversa. Además de los beneficios productivos, el sistema aporta también beneficios ambientales frente a los sistemas de agricultura y acuicultura, que eliminan los desechos de los peces en los ríos, lo que no solo tiene un efecto contaminante, sino que desaprovecha el potencial de nutrientes que contienen, dejando escapar un importante beneficio económico. Gráficamente podíamos decir que los peces trabajan para las plantas y las plantas trabajan para los peces, y es el productor quien los pone a trabajar.

Tres son los grupos principales de bacterias que son imprescindibles para el correcto funcionamiento de un sistema acuapónico: bacterias nitrificantes oxidantes del amoníaco, que convierten el amoníaco, que es tóxico, en nitritos (muy tóxico para los peces). Bacterias nitrificantes oxidantes de los nitritos, que transforman los nitritos en nitratos, la principal forma de nutrientes disponible para las plantas y muy poco tóxicas para los peces, y las bacterias heterótrofas, que son las encargadas de descomponen los desechos sólidos de peces y plantas en micronutrientes disponibles, que también son necesarios para el crecimiento de las plantas.

Dirijamos la mirada ahora en otra dirección. La acuoponia puede practicarse y se practica en la actualidad a escala industrial, en áreas rurales, en la agricultura a pequeña escala, para la producción de alimentos a nivel familiar, como sistemas destinados a desarrollar proyectos de educación e incluso, de decoración ornamental dentro de edificios. Son múltiples sus aplicaciones y los entornos potenciales en los que incorporar instalaciones acuopónicas.

La alta productividad de la acuoponia la convierte en el cultivo por excelencia de la ciudad. El desarrollo de los sistemas acuapónicos en ciudades y lugares sin acceso a suelos naturales o masas de agua encuentra en sus propias características la razón de su pujanza. Al tratarse de un sistema de producción cerrado, aislado de ríos y tierras de cultivo, reduce la probabilidad de que la exposición de los alimentos a la contaminación o a condiciones climáticas inesperadas que se produzcan en el exterior. A lo que hay que añadir, que la proximidad del lugar de producción proporciona apoyo a las comunidades locales mediante el mantenimiento del empleo y de la población, y también permite reducir los efectos nocivos sobre el medio ambiente vinculados al transporte y a la distribución de los productos.

Comer alimentos sanos y de proximidad no es una moda, sino una tendencia y debe ser un objetivo. El mensaje es claro y diáfano: mientras producimos peces sanos, sin anisakis, proporcionamos frutas y verduras orgánicas, sin utilizar fertilizantes y, además, reducimos los insumos negativos de la agricultura tradicional. La acuoponia es definitivamente parte de los nuevos métodos de cultivo que constituyen la filosofía de la agricultura orgánica del mañana. Se trata de acertar con especies atractivas para el consumidor.

Y no es tan difícil instalar un sistema acuapónico. Más fácil que montar un mueble de Ikea.

El consumo de agua en acuoponia está entre el 90% y el 95% menos que un huerto tradicional. Funcionaría incluso en regiones áridas, ya que usa continuamente la misma agua reciclada.

hoy domingo

Ensalada ilustrada. Calabacín relleno de rape y gambas. Melón. Tinto Viña Real Oro 2005. Café. l