Usurbil. Ferrer mantuvo ayer un encuentro con los periodistas en Usurbil invitado por Hamaikabat y la plataforma ciudadana contraria al puerta a puerta, días antes de que se celebre la consulta sobre el sistema que prefieren los vecinos.

Incide en que la recogida a domicilio creó una "esclavitud del reciclaje" en Vilassar de Mar.

Te obligaban a sacar la basura desde las 20.00 a las 22.00 horas. El lunes tocaba orgánica, el martes envases... y te convertías en esclavo de la basura. Te la guardabas en casa, la gestionabas tú y estabas pendiente de cuándo pasaba el camión, por un criterio que no se adaptaba a tus costumbres de consumo. Lo que más nos preocupaba es que la gente tuviese que cambiar sus hábitos de vida, cuando las tareas de reciclaje se pueden hacer de otra manera. Además, ya que la gente hace el esfuerzo de reciclar, la cuestión es ponérselo fácil. Con los contenedores, todo resulta más fácil.

¿Qué modelo de ciudad se creó con este sistema?

Con el puerta a puerta, la calidad de vida salía perjudicada. Además, el tener bolsas de basura por la noche en la calle no daba una buena imagen del municipio. Preferíamos tener las calles limpias, controladas. Si había alguien que no llegaba a tiempo a la recogida, la dejaba en la calle; los puntos de emergencia eran auténticos vertederos.

¿Con los cinco contenedores se han solucionado esos problemas?

Al menos se han minimizado. En todo caso, tú sigues siendo responsable de reciclar. Cualquier sistema exige la colaboración de la ciudadanía, pero como mínimo la imagen de la ciudad mejora. La Administración establece la frecuencia de recogida para los contenedores, de modo que minimizas el problema, ya que las bolsas no están en la calle todos los días.

¿Qué balance hace de los resultados?

Los dos últimos años del puerta a puerta arrojaron prácticamente las mismas cifras que las que han dejado los cinco contenedores en los últimos meses. Estamos hablando de porcentajes de recogida selectiva de entre el 43% y el 45%, los años en los que el puerta a puerta se dimensionó con cierta normalidad. Es verdad que en su máximo apogeo se llegó al 53%, pero con un coste que era inasumible y una gran tensión social. En todo caso fue una opción política decidir si estamos dispuestos a asumir un determinado coste. Ese equilibrio es lo que hemos conseguido con los cinco contenedores.

Reconoce, sin embargo, que ningún sistema es perfecto. ¿Cómo inclinarse por una opción u otra?

Cada población es un mundo. Desde un punto de vista cultural, no todas las sociedades son iguales; tampoco a nivel de construcción. Una tipología de edificios más verticales conlleva unos problemas. A lo mejor, el puerta a puerta sirve en municipios pequeños de 1.000 ó 2.000 habitantes, donde puede dar resultados más óptimos, pero hay que analizarlo en un saco más global. ¿Es bonito un casco antiguo con bolsas por la calle o palos? Hay que buscar un equilibrio para adaptarlo lo máximo posible a tu gente. E intentar ponérselo lo más fácil posible. Si al final consigues unos resultados más o menos óptimos, podemos discutir si por un 5% más de material reciclado merece la pena la implantación del puerta puerta.

¿Las instituciones no deben hacer más pedagogía en materia de reciclaje?

Por supuesto. Sobre todo para explicar a la gente lo que supone el reciclaje. Hay que insistir en que -como hacíamos antes- no podemos tirar toda la basura al contenedor. A su vez, debemos ser realistas y reconocer que no nos queda otro remedio que quemar una parte de los residuos, porque de momento no se ha inventado otro sistema. Y no machacar a los pueblos pequeños que cumplen su papel, sin olvidar que la pelota está en el tejado de las grandes ciudades. ¿Si Donostia no recicla, de qué sirve que lo haga Usurbil?

¿Qué opina de que el "puerta a puerta" se implante en Hernani, un municipio similar a Vilassar de Mar?

Podrían repetirse los mismos errores que se produjeron en Vilassar de Mar, porque la tipología de la ciudad y el volumen de población es muy parecida.