En una semana en la que la confraternización y la empatía con Osasuna ha recuperado muchos niveles, si no lo había hecho ya hace mucho tiempo para la gran mayoría entre los que me incluyo, me vino a la cabeza el episodio de infausto recuerdo vivido en la temporada 2000-01. Una fecha marcada en negro en nuestra historia que, años más tarde, nos permitió comprobar que en el frente no hay amigos que valgan y que la Primera División, al margen de filias y fobias, la componen tu equipo y 19 enemigos. Las incontroladas demostraciones de amor en la alta competición lo único que te traen son problemas y un deseo de revancha irreprimible hasta que el cartero llama dos veces y el destino sirve la venganza en plato frío. Que no tengan ninguna duda de que tarde o temprano sucederá. Donde las dan, las toman. Es una simple cuestión de tiempo.

El gran damnificado de aquel evitable y prescindible episodio fue el Oviedo. Esto no significa que el responsable de su descenso fuese la Real, porque tuvo 37 jornadas para alejarse de la quema y no lo hizo. Cada palo aguanta su vela y debe asumir su responsabilidad, aunque podamos entender que nos cogieran tirria para toda la vida. Tengo familia en Asturias y les aseguro que me lo corroboran cada vez que nos vemos, a pesar de haber pasado tanto tiempo y de habernos enfrentado incluso en una eliminatoria de Copa en la que tampoco pareció tan agudo el resquemor.

No se equivoquen, tampoco soy tan cenizo de ponerme en lo peor cuando nos hemos enfundado la rojilla y cualquier apoyo es poco, pero es que el otro día justo leí una extraordinaria entrevista en Jot Down de Sergio Cortina al por aquel entonces presidente del cuadro carbayón, Eugenio Prieto.

Como buen txuri-urdin, no dudé en ir directo a la respuesta en la que sabía que se iba a referir al “contubernio vasco”, como todavía me acuerdo que lo denominó, dicho sea de paso con toda la razón del mundo: “Decía el presidente del Athletic, Arrate, que yo me bebía el agua de los floreros por denunciarlo donde De la Morena. El caso fue que el Athletic se dejó perder contra la Real para que se salvasen y luego la Real, que ya no se jugaba nada el último día, se dejó perder con Osasuna. Pero no solo eso sino que después fueron a celebrarlo a la playa de La Concha. Hoy habría sido un escándalo, debería estar anulado todo aquello, pero nosotros nos fuimos al garete”. Una corrección, en la playa solo se bañaron los directivos de Osasuna encabezados por el ya fallecido Javier Miranda, al que tuve la suerte de entrevistar en su día.

Prieto no era un presidente cualquiera. Tenía muy buen ojo y grandes contactos para fichar en el, por aquel entonces, hermético mercado balcánico. Sus historias sobre cómo contrató a Jerkan y Jokanovic, al que le vi debutar en Anoeta con un doblete en un 2-2, no tienen desperdicio. Pero también era un dirigente con una gran sensibilidad para trabajar la cantera: “Desconozco cómo funcionan ahora las canteras, pero parece que muchos jugadores creen que son actores de cine. Fotografías, reportajes, vídeos… Demasiadas historias. Nosotros hacíamos una selección de 20 o 22 chavales y los cuidabas al máximo en cuanto a los estudios, les ayudabas si había dificultades en casa… Pero siempre con discreción. En silencio. Por ejemplo, si el padre de un chaval estaba en el paro había que ayudarlo pero que no lo supiera nadie. En el fútbol dos son multitud. Yo veía entrenar hasta a los alevines uno o dos días a la semana, dependiendo de cómo coincidiese. Y así con todos hasta juveniles. Piensa que nosotros no fichábamos a jugadores que tuvieran que hacer trayectos muy largos, desde Llanes por ejemplo, porque significaba desubicarles de la familia”.

Por aquel entonces se decía que conocía los nombres de los jugadores de todas las categorías de su vivero: “Hombre, claro. Yo bajaba a ver al juvenil y si había una lesión de cualquiera del equipo rival también lo tratábamos inmediatamente o lo mandábamos a nuestra clínica. Recuerdo unos chavales del Deportivo, que se lesionaron y había que hacerles un vendaje. Pasé a verlos y los invité al partido que jugaba el primer equipo por la tarde y a comer. Al cabo del tiempo, estaba un día en A Coruña paseando con Lendoiro y aparecen unos chavales en chándal a saludarme. Lendoiro me dice: "Cómo te vienen a ver los chavales de tu juvenil, los conoces a todos". Y no eran de mi juvenil, ¡eran del suyo!.

Aunque los puristas y los envidiosos siempre podrán achacar que en el once hay muy pocos fijos de casa, la Real continúa siendo un referente de cantera en la Liga y en el panorama internacional. Su último gran logro, porque así hay que verlo a pesar de que sabemos que a muchos les sale urticaria al pensarlo, es que Robin Le Normand se perfila como el central de referencia de la selección para Luis de la Fuente. Ha sido el propio club quien le ha convencido para que no deje escapar un tren que pasa una vez en la vida y que le va a permitir cumplir su ilusión, que no sueño porque este pertenecía a Francia, de poder jugar Eurocopas y Mundiales.

Muchos pensarán qué tendrá que ver y qué tendrá que ganar la Real en todo este tinglado cuando el desgaste es el doble y las jornadas internacionales el mejor escaparate para el voraz apetito de los gigantes. Pues la razón es muy sencilla. El año que yo nací, allá por la prehistoria, en 1975, nacieron en Gipuzkoa 12.738 niños. En 2021 solo 4.932. Así va a ser imposible alcanzar la media de que llega uno por curso como le gusta repetir a Aperribay. Ni eso. Hace tiempo que las estadísticas de jugadores que llegan al primer equipo en la Real son casi milagrosas. Y es aquí donde hay que reinventarse con nuevas fórmulas que garanticen que la fuente siga produciendo futbolistas de primer nivel. Para eso precisamente se invierte también tanto dinero en Zubieta.

Cuando debute con España, Le Normand pasará a ser una figura y evolución icónicas para el club realista. Un chaval fichado del Brest, que cuando llegó muchos técnicos aventuraron que no iba a durar ni dos telediarios en la Real y que gracias sobre todo al trabajo, al deseo y a la progresión que ha experimentado de la mano de su gran mentor Imanol va a encontrar el premio de ser el titular de una selección top mundial. En resumen, la mejor forma de convencer al próximo futbolista extranjero que se pretenda incorporar para las categorías inferiores. Que sepan que en Zubieta todo es posible y las fantasías se cumplen. Entre otras cosas, porque, como hacía Eugenio Prieto en el Oviedo, se mima con el mayor de los cariños y la dedicación a los jóvenes, a los que se les otorga status de proyecto de estrella y se les distingue a todos por su nombre. Se cree y se apuesta por ellos. No como Lendoiro, que nunca pasará a la historia como un apasionado del trabajo de cantera en el mejor Deportivo jamás visto. ¡A por ellos!