Tres años en la Real Sociedad dan para mucho. Pero un título pesa lo suficiente como para que la imagen de Portu quede grabada, en la memoria de los realzales, corriendo en La Cartuja a la espalda de Iñigo Martínez. Se la pidió en profundidad a Mikel Merino. Recibió dentro del área. Y terminó siendo embestido por el central del Athletic, provocando así el histórico penalti transformado por Oyarzabal. En cualquier caso, la jugada, simbólica donde las haya, solo supone la guinda, una maravillosa guinda, para la aportación del murciano a la Real durante su etapa como blanquiazul, a la que pone punto final para marcharse al Getafe.

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Cuando Roberto Olabe accedió a la dirección de fútbol, en marzo de 2018, se encontró con un equipo que venía haciendo del juego de ataque posicional su razón de ser. Heredó una plantilla de jugadores técnicos y con muy buen manejo del esférico, pero carente a todas luces de profundidad y de amenaza al espacio. Renovar la escuadra y su propuesta exigía tiempo y también, por qué no decirlo, protagonizar tropiezos en el camino. No salió bien la apuesta por Asier Garitano para el banquillo. Y no fructificó el primer movimiento en el mercado para reclutar piernas, potencia y velocidad en la parcela ofensiva: Sandro Ramírez, cedido por el Everton, pasó por el club con más pena que gloria.

El gran cambio txuri-urdin se produjo un verano después, en 2019. No llegaron uno sino dos atacantes con la profundidad por bandera: Isak y el propio Portu. Y a ellos se les sumó la figura de un lanzador muy directo, más tendente al pase vertical que al horizontal: Martin Odegaard. Con el murciano y el noruego como titulares indiscutibles, y con el sueco aportando minutos de calidad como suplente (Willian José acostumbraba a salir de inicio), aquella Real enganchó al aficionado por su electricidad. El recién reformado Anoeta y la nueva versión blanquiazul fueron los principales ingredientes de un idilio que solo la fase más aguda de la pandemia pudo frenar. Lástima.

El parón del covid vino a significar un punto de inflexión para el juego de la Real y para Portu. Aquella Liga exprés de verano de 2020, con jornadas cada tres días, perjudicó al ritmo de los partidos. Malo para el murciano. Y el equipo se vio además con un estatus adquirido que redundó en la actitud de los rivales, más respetuosos y propensos al repliegue. Igualmente malo para el murciano, cada vez con menos metros para correr. Si a todo ello le sumamos el relevo en la mediapunta de Silva por Odegaard y el modo en que este afectó al fútbol del equipo, ya algo distinto, comienza a entenderse por qué el protagonismo de Portu ha ido descendiendo de forma paulatina en los dos últimos años, sobre todo en el más reciente.

A menudo perdido en un mar de piernas, integrando ya una Real de ataques más elaborados y pausados, dentro de un contexto de espacios reducidos, el de Beniel ha perdido fuerza en los planes de Imanol. Eso sí, lo ha hecho sin caer nunca en el desánimo y acreditando profesionalidad por doquier, lo que ha permitido que sus malas cifras no hayan redundado en el desapego de la afición, sino más bien en lo contrario. Se marcha sintiéndose querido por la grada de Anoeta.