- Se cumple un año. ¿Pasa rápido el tiempo?

-Pasa rápido. Muchas veces uno se da cuenta de que pasa un año de una efeméride así porque se lo recuerda otro. El contexto de la situación es diferente. Este año la final es un poco más tarde y a veces uno lo equipara cuando ve la final del año actual y piensa: El año pasado nuestro equipo estaba aquí y salimos campeones. Todo acontece de manera diferente, pero son cosas que se van a valorar con el paso de los años y más en un club como la Real, que puede contar los títulos con los dedos de una mano.

Echa la vista atrás y, ¿qué se le pasa por la cabeza?

-Recuerdo que a esa final llegué lesionado. No pude ni estar en el banquillo, por recordar algo real. Pero para nada me influyó en lo anímico porque ya venía lesionado de unas semanas atrás y estaba preparado psicológicamente. Illarramendi, por ejemplo, lo recordará con más tristeza porque seguramente hubiese jugado el partido como titular, tal y como venía en ese momento entrando en el equipo, y se lesionó en el entrenamiento previo. Y fue una lástima. Yo en el entrenamiento previo estaba con Llopis tocando algo de balón, no llegué para la final pero una semana después ya pude integrarme en los entrenamientos para terminar la temporada. Pero se me vienen a la cabeza muchos recuerdos. Los días previos, organizando también con la familia. Los que podían venir o no. Mi familia, en esa época, estaba fuera, y al final no vinieron porque yo estaba lesionado. Recuerdo muchas cosas bonitas y al final, si ganas, todavía mucho mejor.

Al término del partido se le veía extremadamente feliz...

-Fue muy especial. Yo no sabía todavía que al año siguiente me iba a retirar, pero sí era consciente de que eran mis últimos años como profesional y cuando pasan las temporadas y los años, lo ves con otra perspectiva. Yo veía un grupo joven ante una oportunidad de ganar un título. Yo ya sé lo que era hacerlo y sabes que es algo bonito y que no se da siempre. No es sencillo porque hay muchos equipos compitiendo por lo mismo y eso que estamos hablando de un título doméstico. Imagínate uno europeo. Es muy complicado. Tener esa oportunidad delante y ver a esa gente motivada y con las ganas de ganar, me sentía uno más y me sentía un poco como uno de los guías espirituales dentro del vestuario. Sentía que tenía mi función, por pequeña que fuese, transmitir lo que fuera necesario para que la gente llegase bien al partido.

¿Qué es lo que nunca va a olvidar de ese día?

-Seguramente el post, la celebración, el hecho de ver a la gente tan contenta. Cuando la gente está contenta es cuando conoces un poquito más a las personas. También dicen que cuando uno se enfada es también cuando le conoces, pero en ese momento sabíamos que habíamos hecho historia en el club. Y yo lo valoraba como tal, que nuestros nombres, nuestra plantilla estaría presente para siempre. Recuerdo que fue una celebración light porque no podíamos salir del hotel, estábamos en la burbuja covid. No se pudo celebrar con la afición en el momento y ese fue un poco el punto descafeinado, pero de puertas hacia dentro se vivió con mucha alegría. A nivel futbolístico fue un partido como mucho respeto de un equipo a otro, sin mucho riesgo. La Real fue superior al Athletic.

¿La cara de qué compañero recuerda más feliz?

-Buena pregunta. Seguramente la de Remiro. No era un partido fácil para él. Era uno de los primeros partidos oficiales que jugaba contra el Athletic y era una final de Copa. Las sensaciones que pasaron por su cabeza seguramente eran todavía superiores a las de cualquier compañero por lo que significa. Era jugar una final de Copa del Rey contra el eterno rival y Remiro venía de allí. Entonces, estaba contento, pero había mucha gente que, dentro de la celebración, sus caras lo decían todo. Todos estaban contentos desde Zubeldia, Zubimendi, Elustondo, Illarramendi, Zaldua.... En los de casa se notaba mucho más.

¿Notaba que el equipo estaba nervioso antes del partido?

-Un poquito sí. Es verdad que el equipo había llevado con mucha naturalidad todo lo que estaba pasando en este momento, el llegar a una semifinal de Copa, seguir peleando por el objetivo en Liga de quedar lo más arriba posible, pero siempre me ha sorprendido la naturalidad con la que el grupo de jóvenes de la casa llevó todo eso. Pero si no hay nervios antes de una final, no sé... es algo habitual. No sé cómo estarían en el vestuario rival, pero en el nuestro, en las caras de los chicos se notaba mucha concentración. No era un día normal. Creo que también era bueno la concentración que había porque el equipo respondió bien.

¿Cómo estaba Imanol Alguacil ese día?

-Todos recordamos la celebración, que fue un poquito una explosión de lo que él podía sentir en ese momento, pero, incluso, en la celebración dentro del hotel, se mantuvo en su lugar, se le pidió que hablara otra vez y que repitiera ese momento, pero estuvo en su sitio, comedido, con una sonrisa de oreja a oreja, pero sabiendo que su lugar era el de entrenador, dejando que los jugadores llevaran la voz cantante.

¿La charla previa al partido fue más especial que otros días?

-Más que especial, fue una charla que, en vez de buscar la conexión con el jugador desde la tensión y desde la mirada seria, lo hizo desde la tranquilidad, el cariño, la proximidad. Ya habíamos llegado ahí y ya habíamos hecho historia, pero teníamos ante nosotros la antesala de poder hacer historia de verdad. Ya habíamos conseguido muchas cosas, pero nos pidió que nos pusiéramos, por un momento, en la piel de nuestros familiares, de la gente que nos había apoyado.... rebuscando ese punto emotivo, y acertó. Si estábamos ahí era porque lo habíamos hecho de una manera e íbamos a repetir e insistir en esa manera de hacer las cosas.

Moyá ya sabía lo que era ganar títulos, ¿le hizo este especial ilusión?

-Me hizo ilusión por lo que significa la Real. Es un equipo hecho con cimientos de la casa. Títulos, exceptuando los de la época que conocemos de la década de 80 con Arconada y compañía, no se había conseguido ninguno. Aquella fue una época en la que se repartieron más los títulos, pero hoy en día es prácticamente imposible ganar la Liga, por supuesto, y la Copa, cuando se la empiezan a tomar en serio los grandes, es mucho más complicado. Todo eso hizo que fuera muy especial, sin duda. Por la magnitud de los otros equipos en los que he ganado, con la excepción del Atlético de Madrid, hacerlo con la Real fue muy especial.

¿La afición de la Real tardará mucho en ver ganar a la Real otro título?

-A ver, eso nunca se puede decir. Espero que no, pero a las pruebas me remito. Habían pasado 34 años desde el último título ganado por la Real. Eran prácticamente los años que tenía yo. Va a ser difícil. Eso sí, la estructura del equipo y la idea por la que se está apostando hacen pensar que estamos ante unos años buenos. Para intentar repetir hay que seguir la hoja de ruta, haciendo las cosas de esta manera, confiando en el entrenador, con jugadores de casa, con jóvenes que conocen lo que busca el entrenador, fichando jugadores veteranos a medida de que salgan otros. Entonces, la Real es uno de los equipos, como Villarreal o Betis, llamados a instalarse en esa zona que pelean por entrar en la Europa League y poner las cosas difíciles en Copa a esos equipos.

Lo ha dicho usted. 34 años sin ganar un título y no pudieron celebrarlo con la afición...

-Puestos a elegir, mejor ganar el título y no poder celebrarlo con la gente. La gente se queda contenta en casa aunque no pueda celebrarlo como Dios manda. Prefiero eso a que pasen otros 50 años y entonces poder celebrarlo. Así que mucho mejor así.

"Seguramente la de Remiro es la cara más feliz que recuerdo. No era un partido fácil para él por su pasado. Estaba muy contento?