urante el pasado mes de noviembre tuve la suerte de entrevistar a Álex Remiro, un muy buen tipo que agradece hablar de fútbol. Viéndole luego sobre el verde, parece lógica esa satisfacción por poder conversar sobre el juego. Al fin y al cabo, su cabeza es, en cada uno de los partidos de la Real, una especie de computadora donde figuran almacenadas distintas combinaciones: presiones del rival por un lado y soluciones por el otro. A él le corresponde calibrar las jugadas y decidir sobre la marcha con el balón en los pies. Y lo hace muy bien. Los dos goles del miércoles contra el Atlético nacieron de sus botas, igual que el domingo ante el Getafe falló un par de pases. ¿Y? Son gajes de un oficio cuyo foco, en cualquier caso, sigue puesto en aquello de parar balones, tarea que el de Cascante también sabe desarrollar: ha resultado clave para mantener la portería a cero en estos dos últimos encuentros.

La copa

¿Qué habría sido del partido del pasado miércoles sin esa parada al colchonero Cunha? La frase de Valdano según la cual “el fútbol es un estado de ánimo” supone una de las verdades más grandes que encierra este deporte. El sábado, el Atlético de Madrid navegaba a la deriva contra el Valencia, hasta que un gol del mismo Cunha significó el 1-2: a partir de entonces todo cambió. El Wanda pasó de tanatorio a volcán. El equipo, de cabizbajo a enérgico. Simeone, de meditabundo a sobreexcitado. Y el partido terminó 3-2. No sé si los rojiblancos hubiesen remontado en Anoeta de no mediar la intervención de Remiro. Pero seguro que los minutos finales hubiesen sido otros, y no los propios de un equipo minado en lo mental, sin orgullo aparente. Estuvo magnífica la Real, casi perfecta, para solventar la eliminatoria. Aprovechó así las circunstancias de un rival apagado y que siempre se quedó a medias ante el buen hacer txuri-urdin: rajado en canal cuando saltó a presionar y corto en lo ofensivo cuando dio un obligado paso atrás, por mucho que la tuviera Carrasco en acción aislada.

La liga

Cuatro días después del éxtasis copero, apareció por Anoeta el Getafe. Y los 90 minutos resultantes fueron muy distintos. Normal. Posiblemente careciera la Real el domingo de algunas de las virtudes que el miércoles le habían llevado al triunfo. Pero no es justo establecer juicios comparando una y otra actuación, como tampoco merece un alumno que se le evalúen igual un examen de física y otro de lenguaje. No son lo mismo los números que las letras. No es lo mismo recibir al Atlético de Madrid en Copa que a un equipo como el azulón en Liga. Me gustó anteayer el acierto demostrado por Quique Sánchez Flores a la hora de elegir la zona del campo donde hacer las cosas. Presionó lo suficientemente arriba como para incomodar sin desprotegerse. Situó la zaga lo suficientemente adelantada como para achicar sin convertir su espalda en una autopista. Nuestro equipo sufrió para enlazar pases entre tanta media roja. Y sufrió igualmente para buscar las cosquillas en profundidad a Djené, a Mitrovic y sobre todo a Cuenca, el central izquierdo. Fuimos a por él sin compasión y apenas le encontramos. Bien por el chaval.

el calendario

La de dentro de diez días contra el Betis será otra película. Desconozco si el film terminará bien o mal, pero seguro que tendrá mucha más acción. Y es que, sobre el papel, debemos esperar un partido de goles, como aquel 3-4 en el Bernabéu. La Copa 2021-22 está empezando a parecerse sospechosamente a la 2019-20. Y nosotros que nos alegramos, porque aquello terminó con Illarra y Oyarzabal levantando el trofeo en La Cartuja. Entonces, el Real Madrid-Real Sociedad y el Athletic-Barcelona centraron la atención de los cuartos de final, con Mirandés, Villarreal, Granada y Valencia pegándose al margen. Esta vez, los vencedores en Anoeta y San Mamés encararán igualmente las semifinales con el cartel de principales candidatos al título. ¿Jugarán los brasileños del Madrid en Bilbao? ¿Y los mexicanos del Betis en Donostia? Nuestro Matt Ryan compite el martes que viene a las cinco de la tarde en Omán, así que tendrá tiempo material para estar aquí de vuelta el jueves a las ocho. Pero trasciende a los desenlaces de todas estas pequeñas historias la ubicación en el calendario, difícilmente comprensible, de duelos tan importantes. Reconocemos primero que el curso da para lo que da y que la presente jornada internacional es consecuencia de los aplazamientos durante la fase más cruda de la pandemia. A partir de ahí, nos negamos a asumir con naturalidad que el carácter tan sobrecargado de la agenda responda, entre otras cosas, a una Supercopa jugada en Arabia y en formato final four. Ni Inglaterra, ni Alemania, ni Italia, ni Francia. El primer mundo futbolístico no se ve obligado a celebrar partidos en plena fecha FIFA. España sí.