l fútbol español se encuentra en serio peligro. Y lo peor de todo es que sus mandamases no se dan cuenta o no quieren verlo. No hace falta ser un lince para comprobar el bajón de nivel que ha dado nuestro campeonato, sobre todo los grandes, en cuyas mesas ya se sientan varios equipos entre los que se encuentra la Real. Dicho esto sin el más mínimo menosprecio al curso de los de Imanol, porque su crecimiento y su mérito son indiscutibles. Y quien lo ponga en duda lo hace simplemente por interés o por envidia. La mejor demostración de que el campeonato no es el que era se encuentra en la delicada situación de cuatro de los cinco clubes de la Champions, que están obligados a firmar una hazaña a domicilio en la última jornada para certificar su clasificación para las eliminatorias. Ojo, existe un serio peligro de que caiga más de uno, algo que podría convertirse en una debacle sin apenas precedentes en la mejor competición de clubes del mundo.

El fútbol español ya ha dejado ser el referente y el dominante en el Viejo Continente. Otro ejemplo muy claro que salta a la vista es el de Isak, que se ha convertido en uno de los delanteros con, además de un excelente presente, mayor proyección de la Liga. Cuando decida marcharse llenando las arcas del club txuri-urdin, ¿ustedes creen que recalará en un Barça, Madrid o Atlético? Lo normal es que se vaya a la Premier, donde le van a ofrecer un auténtico dineral, algo que sin duda no ha sucedido este año. Con esto no estoy restando valor a su decisión de seguir, porque su renovación llevaba consigo una merecida subida de sus emolumentos, pero también de su cláusula, lo que permitirá a la Real hacer un mayor negocio cuando aparezcan de verdad los indios. Pero el día que vengan, se marchará. Es ley de vida. Nuestro fútbol necesita una regeneración tras las pérdidas de Messi y de Cristiano, de las incorporaciones millonarias y el bajón competitivo acompañado por el consiguiente descenso de los ingresos. O lo que es lo mismo, la pescadilla que se muerde la cola. Una vez más, Florentino Pérez, como buen ser superior, tal y como le definió su delfín Butragueño, ha pretendido pescar en río revuelto con la creación de la Superliga, lo que sin duda supondría el punto final del fútbol, al menos de la versión que hemos conocido toda nuestra vida. No debe ser fácil trabajar bajo la sombra de mecenas tan dictatorial y el mejor ejemplo es el despido repentino del célebre comentarista Álvaro Benito, a quien fulminaron cuando entrenaba al juvenil B merengue por criticar una actuación de Casemiro en una radio: "Hay jugadores que se encuentran muy lejos de su nivel. Y hablo de Casemiro, que para mí no está para jugar ni un minuto en el Real Madrid. El Barcelona no necesita hacer ni una buena jugada para ganarte la espalda, el repliegue de Casemiro es al trote... Sorprendente". Al día siguiente le entregaron la carta de su destitución. "Es un error imperdonable", suele comentar en privado El Buitre. Así se las gasta don Florentino Corleone. Como para pedirle un aumentito de sueldo... A mí sinceramente me generaría mucha impotencia que nuestros herederos no pudiesen disfrutar del fútbol como lo hemos hecho nosotros, bajo el mismo formato y las mismas apariciones en escena de la elite de nuestra Real.

Lo reconozco, puede que influenciado por aquellos años de nuestro esplendor en la hierba en los que manteníamos una rivalidad deportiva a degüello, pero a mí me gustaba más el Madrid de los años 80, cuando estaba plagado de jugadores españoles. Era un equipo mucho más reconocible, con caras familiares, que podías detestar a tu gusto, con bastante más facilidad que ahora. Me refiero al de la era de las increíbles remontadas europeas tras las que solía ser habitual que los periodistas, que por aquel entonces entraban hasta los vestuarios para hacer las entrevistas, se encontrasen con algún futbolista blanco con espuma en la boca, completamente sobreexcitado.

Su plantel estaba formado por un núcleo duro de españoles, algunos de ellos canteranos, según las épocas y las cosechas, y un par de extranjeros de talento mundial para marcar las diferencias. Pocos generaban más odio y rabia que Hugo Sánchez. El mexicano siempre me impresionó, desde mi primer día como socio de la Real en 1985, cuando Atotxa, encolerizado, le cantaba aquel "Indios fuera" que hoy sería repudiado por razones obvias. En realidad es que la grada estaba de uñas porque el Atlético había goleado a la Real 0-4, con un doblete de su delantero centro. Ya saben que, al contrario que al resto, le tenía un respeto reverencial a Arconada, que le devolvió un golpe con una de sus imponentes salidas y cuando estaba dolorido en el suelo le comentó "que sea la última". Después ya nunca más se le acercó.

"Hugo Sánchez: kilómetros recorridos, 0. Goles, 3". Solía repetir con esa estilo tan peculiar y socarrón Di Stéfano. Van Basten, otro delantero estratosférico de la misma época, fue preguntado mientras comentaba un Islandia-Alemania por si Werner, el punta del Chelsea, era 18 veces peor que él: "Sí, mínimo. Puedo confirmarlo", respondió, con esa arrogancia que tanto caracterizaba a los pistoleros de aquel otro fútbol. Para los que no le conocieron, solo un dato: en la temporada 1989-90 Hugo Sánchez fue pichichi al anotar sus 38 tantos de un solo toque, algo que ningún otro jugador en la historia ha sido capaz de igualar, imagino que en ningún campeonato ni época.

Ya no quedan delanteros como estos. Uno de los últimos baluartes de esta saga es el insaciable Lewandowski, que habló así de lo mal que estaba la profesión: "Las expectativas son tan altas que si marcas un tanto menos que otros goleadores dicen que no eres tan bueno. Por eso tantos realizadores dejan la poesía a un costado. Porque en esta industria cada vez hay más gente que no ve los partidos, porque en la modernidad hay menos paciencia para seguir los 90 minutos. Solo ven las estadísticas y el big data. Si te ven marcar, dicen; Ok, ahí estaba. Y si no, aunque hayas estado brillante, opinan que lo has hecho mal. Hasta los periodistas juzgan partidos a través de los resúmenes. Este mundo ha cambiado la conducta de los jugadores".

La Real cuenta con muy buenos delanteros, capaces de firmar buenos goles y de marcar diferencias, pero no son cazagoles a la vieja usanza. Aunque Isak y Sorloth son puntas de nivel, necesitan varias ocasiones para ver puerta. Ahí están las frías estadísticas que lo confirman. Del noruego espero más pegada, pero el sueco tiene tanta calidad que este curso debería acercarse a las 20 dianas en Liga y solo lleva tres. Como dice Lewandowski, la función de un ariete no es solo marcar e Isak se ha convertido en uno de los atacantes con más futuro del mundo por todo lo que es capaz de hacer, su excepcional calidad técnica y su velocidad en carrera, sobre todo con balón. En cambio, es evidente que tiene margen de mejora en varios apartados como la definición o el juego de cabeza. El Madrid ya conoce bien de lo que es capaz, al ser su verdugo en aquella inolvidable eliminatoria de Copa en el Bernabéu, la noche que nos dimos cuenta de que esta pantera nos podía volver a hacer campeones. El techo del eritreo lo marcará él mismo con su evolución, mientras tanto disfrutemos de su fútbol y, como es lógico dado su potencial, exijámosle el máximo. Porque sus números este curso están lejos de los que deberían ser. Sí, señor Lewandowski, lo sabemos de sobra, también hace muchas otras cosas bien. Afina la puntería, Isak, que hoy no se puede fallar y quiero oír cantar a un Anoeta rendido a tus pies. No nos falles. Queremos verte reinar de nuevo poniendo a tus pies a todo un Madrid. ¡A por ellos!