eguro que no hubo ningún jugador de la Real que no le dedicara unas palabras de ánimo una vez finalizado el partido. Incluso, algún rival, compañero suyo en el Athletic, se acercó con el objeto de consolar a un Álex Remiro que terminó hundido el partido. Un derbi, todo hay que decirlo, en el que el de Cascante había brillado con luz propia hasta ese minuto fatídico, ese instante en el que el balón impulsado por Iker Muniain se coló en la portería guipuzcoana, con la inestimable ayuda del portero txuri-urdin, que no se lo creía. En cancerbero se quedó en el suelo, tumbado, consciente de un error que ponía el empate a uno en el electrónico de Anoeta.

Álex Remiro recuperó la titularidad después de la brillante actuación de Mathew Ryan en Balaídos. Frente al Celta, el australiano se erigió en el protagonista absoluto en el triunfo txuri-urdin ante el equipo vigués. Pero dicha actuación no le valió a Ryan para continuar bajo palos. Frente al Athletic Imanol volvió a apostar de inicio por el de Cascante. Sus pasadas actuaciones no habían caído en saco roto. Remiro ha contado con la confianza del oriotarra desde el comienzo del ejercicio y el de Cascante había respondido a la perfección. De hecho, hasta ese minuto 90, mucha culpa de que la Real fuera por delante en el marcador la tuvo Álex Remiro, con paradas de mucho mérito como esa mano al cabezazo de Raúl García al poco de iniciarse la segunda mitad.

El partido, sin embargo, no comenzó de la mejor manera para el navarro. Apenas se había cumplido el primer minuto y una salida fallida de Remiro a punto estuvo de acabar en el gol de Iñaki Williams. Un envío largo de Óscar de Marcos hacia el delantero del Athletic creó indecisión en la zaga blanquiazul, sobre todo en el portero, que salió a destiempo. Menos mal que Elustondo se cruzó en el camino de Williams para evitar el 0-1. El atacante pidió pena máxima, incluso entró el VAR, pero éste le dio la razón a Martínez Munuera. Con el paso de los minutos, Remiro fue cogiendo la confianza necesaria. Se mostró muy sólido con el balón en los pies. El Athletic apenas inquietaba, solo a balón parado. Y ahí el de Cascante se mostraba certero como en ese despeje de puños a centro de Muniain en la última acción de la primera parte.

En la reanudación se vio la mejor versión en el derbi de Álex Remiro. Primero, despejó bien un disparo de Berenguer. Un minuto más tarde se tuvo que emplear a fondo para evitar que el cabezazo de Raúl García, pegado al palo, se colara en la portería blanquiazul. Un buen centro de De Marcos lo cabeceó el navarro, pero ahí apareció una mano salvadora de Remiro. Anoeta respiraba tranquila y no dejaba de animar. En el minuto 63 a punto estuvo de comerse un centro de Muniain con Williams y Raúl García esperando el balón, pero, finalmente, Remiro sacó su mano a pasear para evitar el peligro. El córner posterior terminó con un remate muy forzado de Martínez que atrapó el guardameta blanquiazul. El Athletic achuchaba y la Real se mantenía en pie gracias a Remiro, que tuvo que emplearse a fondo otra vez en un centro al segundo palo de Williams que remató Berenguer, pero ahí emergió, otra vez, la figura de un Remiro que no dejaba de animar a los suyos, pidiendo máxima concentración. El balón impulsado por Berenguer fue enviado a córner por Remiro con el pecho.

El partido se había puesto muy de cara para la Real con el gol de Isak, que transformó el penalti de Iñigo Martínez a Merino, y por la expulsión del central de Ondarroa. Se había cumplido el minuto 90 y el colegiado había alargado cinco minutos el encuentro. Entonces llegó la jugada desgraciada del encuentro para la Real Sociedad y, en especial, para Álex Remiro. Una imprudente entrada de Lobete sobre Muniain al borde del vértice del área hizo que el Athletic tuviera una última ocasión. Y el capitán del Athletic, con la inestimable ayuda de Remiro, no falló. Supero la barrera con un toque sutil, pero no iba ni lo suficientemente fuerte ni lo suficientemente colocado como para que entrara en la portería txuri-urdin, pero el balón terminó dentro de la meta de Remiro, que en su intento de despeje, impulsó el balón con sus puños hacia arriba, pero la pelota se incrustó dentro su meta ante la resignación de un portero que, ya en el suelo, era consciente del error cometido. Quedaban cinco minutos por jugarse, pero el gesto de Remiro era de desolación absoluta.

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Nunca mejor dicho en el caso de un Remiro que, una vez terminado el partido, no encontraba consuelo posible, pese a las palabras de ánimo de todos sus compañeros, que quisieron estar cerca de él, e incluso de alguno de sus excompañeros en el Athletic, como fue el caso de Muniain.