La plaga de lesiones en la primera plantilla de la Real monopolizó ayer la rueda de prensa de Imanol Alguacil, quien se enfrentó a multitud de preguntas al respecto. El técnico defendió el método de trabajo que se está siguiendo en Zubieta, y lanzó además a los periodistas un guante que vamos a recoger desde estas líneas. “Si analizáis la situación caso a caso, veréis que hay dolencias de distintos tipos”, aseguró, reivindicando que los problemas musculares no son los únicos. Y añadió a continuación que la genética y la trayectoria de cada futbolista suponen también factores a tener muy en cuenta, escapando estos de casi todo aquello que pueda controlarse. Hablamos de un total de nueve jugadores en el dique seco para el partido de hoy. ¿Por qué se lo pierden?

David Silva tiene 35 años. Acumula 16 temporadas consecutivas compitiendo con su club (Valencia, Manchester City o Real) en torneos europeos. Debutó con España en noviembre de 2006, dejando la selección en verano de 2018 tras el Mundial de Rusia, con 125 partidos a sus espaldas. Y convendremos todos en que se mueve por una zona del campo en la que el fútbol moderno no perdona: ritmo, ritmo y más ritmo. Se lesionó tras haber jugado en Cádiz, encuentro al que precedieron dos semanas enteras sin competición. Así que su baja debe ser asumida como un peaje que toca abonar a cambio del privilegio que implica tenerlo en el plantel, una cosa parecida a la que ocurre con Nacho Monreal. 35 años. Europeo desde 2012, con la única salvedad del curso 2019-20 en la Real. 22 participaciones con España. Y una encomiable actitud en el último tramo de la pasada Liga, que jugó con la rodilla de aquella manera. Casi se pierde la final de Copa. Llegó justito a La Cartuja. Y Aihen se rompió luego para lo que restaba de curso, cuatro días después de la conquista del título. La Real no tenía lateral izquierdo y había que terminar quintos o sextos. Bien por Nacho. Ahora lo está pagando.

Asier Illarramendi completa la nómina de lesionados a cuyos casos cabe mirar con resignación. El 10 de febrero de 2019 se produjo en Mestalla una rotura de grado tres en la inserción proximal del aductor largo. Desde entonces han pasado más de dos años y medio, en los que el mutrikuarra acumula solo catorce partidos, 762 minutos. Dolió lo de Valencia. Dolió aún más lo de San Mamés seis meses después, con una rotura de peroné espeluznante que le afectó también a los ligamentos del tobillo. La carrera de Illarra se ha convertido de un tiempo a esta parte en un auténtico vía crucis, con recuperaciones y recaídas casi constantes. Él no se rinde. Seguro que va a seguir luchando. Y tiene cualidades futbolísticas y peso en la plantilla suficientes como para que continuemos esperándole con los brazos abiertos. Otra cosa distinta es ya que atribuyamos directamente su actual dolencia a las cargas de Zubieta o a una falta de previsión o de prevención. No tiene pinta de que las razones se encuentren ahí, y sí en un historial tan negativo como el expuesto.

Luego están las lesiones traumáticas, esas que se pueden considerar más fortuitas que contextuales. Ayer mismo cayó Jon Pacheco, víctima de una contusión durante el entrenamiento del lunes, siendo recibido en la enfermería por, entre otros, Carlos Fernández y Ander Barrenetxea. El campo del AZ Alkmaar vio el pasado 31 de julio cómo el ex del Sevilla se dañaba gravemente la rodilla derecha víctima de un mal gesto, después de romperse en 2016 el ligamento cruzado de la otra pierna, la izquierda. Y a este grupo pertenece también el caso de Barrene, con un edema óseo en una vértebra lumbar cuyo origen directamente se me escapa, porque no soy médico. En cualquier caso, tratándose de un chaval de solo 19 años que sintió la molestia recién aterrizado en Zubieta después de un periplo internacional con la sub-21, tampoco se antoja aquí muy procedente achacar el problema al modo en que se está trabajando en la Real.

Terminamos con las roturas musculares de Jon Guridi, Diego Rico y Alexander Isak. El azpeitiarra, mucho más joven que Illarra, Silva y Monreal, también arrastra un historial que se las trae. En 2017 le detectaron una extraña lesión de rodilla que estuvo cerca de hacerle colgar las botas, y desde entonces se ha mostrado más propenso a los parones forzosos, como el de su actual convalecencia tras jugar el tramo final del partido contra el Rayo Vallecano en la segunda jornada. Diego Rico, por su parte, llegó a la Real a finales de julio y comenzó a ejercitarse con los compañeros que estaban en fase de recuperación, a un ritmo menor. En torno a diez días de trabajo precedieron a su debut en el amistoso contra el Eibar, con 71 minutos disputados. ¿Demasiado pronto para tanto tiempo? A saber. Lo que sí parece evidente es que la única lesión en el plantel que cabe achacar de forma clara a la tralla acumulada es la de Alexander Isak. Eurocopa. Vacaciones exprés. Inicio de Liga. Parón internacional. Debut europeo en Eindhoven. Y el “hasta aquí hemos llegado” del domingo contra el Sevilla.

Habrá que confiar en que el futuro confirme la situación presente como una simple mala racha, posibilidad a la que aludió ayer un Imanol plenamente legitimado para preparar a los suyos “como pura sangres”. Al fin y al cabo, con la exigencia en los entrenamientos sucede lo mismo que con los riesgos en la salida de balón. Maldecimos cuando hay lesiones o cuando nos la roban en una zona delicada. Pero si la Real nos entusiasma con su derroche o marca un gol iniciando desde Remiro, olvidamos rápido el origen del éxito.