ue el cielo me perdone, pero terminar un partido de fútbol a la medianoche, y deber teclear después, no es plato de buen gusto. Juré en tetrástrofo monorrimo contra quien decidió que ese encuentro de notables debía disputarse cuando los niños duermen, las cigüeñas cuidan de sus polluelos y muchos de los ciudadanos del territorio roncan a pierna suelta o a mandíbula batiente. Me sitúo en ese sector de perjudicados. Soy como las gallinas francesas, que se retiran muy pronto y madrugan. Seguro que hubo mucha gente que se fue a la cama antes de empezar, o a la media hora (con dos goles en contra y pintando bastos) y será esta mañana cuando completen la información que les falta. Por ejemplo, el debut de Jon Pacheco en un campo tan exigente o el gol de Zubeldia para acortar diferencias, o la presencia de Roberto López, Merquelanz y Bautista en el equipo que terminó sobre el césped, con Zaldua de capitán y dando la cara con toda dignidad haciendo que el equipo de casa terminara pidiendo la hora.

Estamos en un momento en el que los equipos juegan su encuentro y además en otros escenarios. Hay rebotes. Llegaba el partido de anoche después de dos tropezones del Barça, uno de ellos precisamente contra el Atlético de Madrid. El siguiente, anteayer frente al Levante. Pese a darle muchas vueltas a la situación no encontraba las razones que mejor pudieran servir a los intereses de la Real. Se ve que todos andan, o andamos, muy justitos de condición. Pese a las oportunidades del camino ninguno de los perseguidores ha sido capaz de meter mayor presión y los rojiblancos se han mantenido al frente del pelotón. Sólo dependen de ellos. Por eso salieron como balas y entraron mucho mejor al partido. Parecía un vendaval. Entre Carrasco y Correa pusieron el partido donde mejor les venía. Se montan, presionan hasta la extenuación y sentencian en cuanto les dejas fisuras. Y ayer hubo bastantes. El técnico dispuso una alineación inesperada, pero seguro que hay razones para ello. Tanto el equipo titular, como los cambios, respondían tal vez a los dos partidos que restan que a las reales posibilidades de dar el campanazo en Madrid.

La ansiedad es una firme compañera de las situaciones colectivas. Un sencillo análisis dejaba claro que una victoria colchonera les acercaba mucho al objetivo que persiguen. Y que a esta hora agarran el asta de la bandera. En ese trajín de partidos, campos y resultados se han instalado las tertulias radiofónicas y debates televisivos, por llamarles de alguna manera. Las portadas de los diarios, las columnas de opinión, transitan por idénticos senderos.

Todo aceleró el paso a raíz de una mano. Llevan dándonos la turrada desde el domingo con el famoso penalti de Valdebebas. Que si el Madrid ganaba todo, le quitaba el título al Atlético; que si los de Simeone claudican y los de Zidane se atascan, a Koeman se le iba a hacer el pompis pepsicola; que si a los de Lopetegui no se les escapa el partido que perdieron con el Athletic, vete tú a saber qué. Total que mucha elucubración y poco fundamento. Y venga programas y tertulias y reportajes y opiniones sobre las jugadas de marras. Los demás, al parecer, no existimos. Nos han guindado más penaltis que manzanas pispaba de chaval en el caserío Txumarra. Y nos han atropellado cuándo, cómo y dónde les ha dado la gana. Que si la culpa es del de arriba, que si el marrón le cae al de abajo, que sí...

Ese mundo de pelmas y más pelmas, es el pan nuestro de cada día. Y no hablemos de fichajes. Qué decir de Neymar. Desde que se marchó del Barça al PSG, no ha habido jornada en la que no se hablara del interés de unos por ficharle y de otros, por recuperarlo. Escrito está que ya habían preparado el dinero, bendecidas las líneas de crédito para el desembolso por este futbolista. En resumidas cuentas, desde agosto de 2017 se han pasado volviendo loca a la perdiz hasta dejarla muy mareada. ¿Para qué? El brasileño está muy a gustito en el Sena, montando en los bateaux mouches para cenar en noches románticas, Sous le ciel de Paris, viviendo en su mansión imponente de Bougival y renovando hasta el 2025 un espectacular contrato. Toca conjugar el verbo envainar. ¡Que estamos todavía en mayo! Entre eso y los capítulos de la hija de la “más grande”...Pedazo de turre.

Cito al brasileño como podría hablar de la salida, o permanencia, de Messi, del fichaje (vete a saber dónde) de Erling Haaland, de Ronaldo, de Javi Martínez, de Moncayola y hasta de un jovencito brasileño, lateral izquierdo de 17 años que nos lo adjudican en los mercados y que atiende por Jefté Vital da Silva.

Sinceramente, hace tiempo que aparqué la posibilidad de creerme estas cosas. Lo que deba ser, será. Prefiero hablar del Anaitasuna de Azkoitia que está protagonizando un temporadón y que casi nadie reconoce ni pone en valor. O del Lagun Onak de Azpeitia que ofrece su mejor rendimiento cuando más falta hace. Llevan los de Garmendipe cinco triunfos consecutivos y nunca han estado tan cerca como ahora de mantener la categoría. Hablaba esta semana con uno de los jugadores del equipo azpeitiarra y no dudaba a la hora de valorar el daño que está haciendo la pandemia a los clubes de fútbol a los que esta situación les va a pasar factura ¡Ánimo!

Cabría decir lo mismo del Tolosa, o del Beasain, o del Pasaia, o del ascendido Real Unión, o del Sanse que se jugará la primera eliminatoria camino de Segunda División ante el Andorra de Gerard Piqué, con un ex, Victor Casadesús, en sus filas (36 años le contemplan).

Mientras tanto sumas y restas, además de conjeturas. Ni que decir tiene que los ojos hoy los ponemos en Ipurua. Al Eibar, si gana, los puntos le vienen como anillo al dedo. Por añadidura, quien no suma es el Betis, directo rival de los de Imanol en la encarnizada batalla por la quinta plaza. Quizás alguna de las decisiones de Imanol respecto de la alineación inicial apuntara más al siguiente partido de Anoeta. Hay futbolistas cogidos con pinzas y no se pueden correr muchos riesgos porque marcan diferencias. Penúltima jornada ante un Valladolid muy apurado. Esos tres puntos son decisivos y deberemos dominar, llevar la iniciativa y mejorar la puntería. Las de Isak en el primer tiempo, porque no jugó el segundo, ni el poste de Portu no contaron con la suerte necesaria para subir al marcador.