l empate escuece mucho. Pero las sensaciones prometen. De hecho, que el empate escueza supone una buena noticia en sí misma. No olvidemos que la temporada pasada, a estas altura de la Liga, cada punto significaba un doloroso parto, y que llegar la orilla obligó a la Real a nadar de aquella manera, tragando agua a borbotones. Ahora, mientras, la versión 2.0 del equipo txuri-urdin que ha creado Imanol se muestra capaz de competir hasta en las más complicadas circunstancias. Con diez bajas, por ejemplo. O después de jugar en miércoles y sin apenas tiempo para el descanso, por ejemplo. Ayer en Valencia, dentro del contexto descrito, los blanquiazules ofrecieron una notable imagen. Fueron mejores que su adversario casi siempre. Y se quedaron sin el premio gordo porque las decisiones arbitrales condicionaron el partido de arriba abajo. En su perjuicio, por supuesto.

El míster apuntó con su alineación a repetir el 4-4-2 del derbi liguero ante el Athletic. Pero luego el balón echó a rodar e identificamos claramente el 4-3-3 habitual, con Carlos Fernández en el tercer escalón de la medular, escorado a la derecha, y Ander Guevara como interior zurdo. Dentro de un duelo parejo, en el que la Real fue entrando poco a poco, mejorando a través de su salida de tres con Urko incrustado entre Aritz y Le Normand, se apreció en los txuri-urdin un mecanismo de presión según el cual el propio Carlos se quedaba con el pivote local Racic, posiblemente para tapar también las vías de pase hacia las caídas de Guedes. Si alguien tenía que saltar más arriba para apretar muy alto, ese era Oyarzabal. Ante tal funcionamiento, un cambio de juego de Gabriel a la espalda del eibartarra dejó a Gorosabel solo contra Correia y Wass, en la acción previa al penalti fallado por Soler, susto ante el que Imanol supo reaccionar a la perfección.

Cambió de banda a Portu y a Oyarzabal. Y ajustó la citada presión. Primero, dotándola de una actitud dos puntos más agresiva. Segundo, ordenando (ahora sí) a Carlos que apretara a los centrales en paralelo a Isak. Semejante comportamiento defensivo provocó dos pérdidas locales que se tradujeron en sendos goles. Bien. Como también funcionó tras el descanso el muy ofensivo 3-5-2 que diseñó el entrenador, con el 10 y Carlos Fernández completando la medular junto a Guevara. Apostar por un esquema de tres centrales no significó una maniobra conservadora. La orden no consistió en recular. Y solo las decisiones de Pizarro Gómez provocaron que el partido contara con un garrafal punto de inflexión. Ni siquiera tras meterse el Valencia en el encuentro con el 1-2 dejaron de hacer pie los nuestros en la contienda. Pero a los de Gracia sí se les apreció otro empuje que terminó dándoles un puntito.

Lo dicho. Duele que se escaparan dos puntos de auténtico oro. Pero la perspectiva de las ocho jornadas finales es ahora otra en nuestras cabezas. Al menos en la mía. Con lesionados, con sancionados, sin este, sin aquel, cansado... Y aún así el equipo compite como el que más. Porque esta Real es mucho más rica que la que tanto sufrió para entrar en la Europa League hace un año. Y porque en su cuerpo técnico tienen perfectamente asimilado que el camino hacia los torneos continentales está lleno de curvas: cuando estas lleguen tocará pisar el freno, dejando el acelerador para las rectas, que cada vez van a ser menos. El coche tiene buena pinta y sus conductores saben lo que hacen. Pero no todo depende de ellos. La próxima vez que el vehículo txuri-urdin salga a la carretera, conocerá ya una circunstancia importante en su complicado viaje.

Sí, se trata del resultado de la final de Copa entre Athletic y Barcelona, un partido que condicionará en gran medida la lucha final entre el Villarreal, el Betis y la propia Real. Porque Europa es Europa. Y, por mucho que uno de los premios implique disputar esa nueva Conference League, una victoria culé en Sevilla dejaría gran parte del pescado vendido, estando como está ahora la clasificación. Si por contra gana el Athletic, el baile continental dejará únicamente dos sillas libres para tres contendientes, lo que sin duda añadirá tensión a la recta final del campeonato. Por encima de todo esto queda, en cualquier caso, la actuación txuri-urdin en Valencia. Una actuación que invita a mirar con buenos ojos todo el calendario pendiente. Esta Real da la cara. Siempre. Y no dejará de hacerlo suceda lo que suceda el próximo sábado en La Cartuja. Hay que ser optimistas.