Para los escépticos y los más sensibles, comenzaremos a escribir la crónica de un Valencia-Real, con todo lo que ello implica históricamente, destacando que no fue la mejor tarde de los de Imanol. Que una vez más, pese al mérito extraordinario que, con una lista de bajas angustiosa, dio la alternativa como titular a un mediocentro de Zubieta como Urko, y se puso por delante con dos chispazos en una primera parte discreta, en la que se esperaba mucho más. Pero, bueno, para eso cuenta con tan buenos jugadores este plantel. En la reanudación, con todo a su favor y un rival casi entregado, malgastó un primer cuarto de hora en el que pudo y debió sentenciar. Pero no lo logró, sobre todo porque no parecía la mejor tarde grupal. Hasta ahí todo bien. O normal. Típico encuentro complicado a domicilio de la Liga, en el que en cuanto compareces como visitante te encuentras mucho más expuesto a turbulencias ajenas al juego. Y estas llegaron al rescate de los locales cuando menos se lo esperaban incluso ellos mismos. Primero, con un penalti que una persona que ha jugado al fútbol en el recreo de su colegio no podría señalar jamás; y después, tras perdonar la expulsión evidente al mismo tramposo que amparó en la acción del primer tanto, en un cabezazo suyo a la salida de un córner que era un saque de puerta como un piano. Eso no tuvo nada que ver con el arte de arbitrar, sino con acudir esta mañana mismo a la óptica más cercana para que te revisen la vista. Lo llamativo y sospechoso de todo es que el colegiado, Pizarro Gómez, era el mismo que dirigió el Real-Cádiz y que sufrió un escarnio público al corregirle todas las decisiones equivocadas el VAR con la posterior queja de los gaditanos, que sí, serán muy amigos y nos caerán muy bien, pero cuya denuncia pública nos ha acabado provocando el daño que muchos anunciaban que nos iba a causar tras la goleada que encajaron en Anoeta. Lo dicho, con otro no se atrevieron, como contra el Atlético en la semana anterior. ¿Y ahora qué?

Se están cargando el fútbol. Esto no tiene nada que ver con el que conocíamos y practicábamos anteriormente. No puede ser que el trencilla de campo pite con miedo y el del VAR, con todas las imágenes a cámara lenta, trate de rearbitrar todas las jugadas y de buscar culpables en lugar de dejar seguir. Hace tiempo que ya nada es lo mismo. En Atotxa nadie hubiese entendido cuestiones que hoy en día se analizan como si fuesen atentados al fútbol cuando los que de verdad están poniendo en peligro la esencia de este deporte son los colegiados que, por lo que se ve, no lo han practicado ni en los recreos de sus escuelas. En resumen, un futbolista como Gabriel, que fingió de forma penosa el contacto en el 1-2 y debió ser expulsado después, fue quien estableció la igualada sin que pasara nada. Incluso los comentaristas de televisión se habían centrado más en la posibilidad de que Carlos se encontrara en fuera de juego posicional en el primer tanto de Guevara cuando estaba a muchos metros de distancia de Doménech y su intención en todo momento fue apartarse. Esto es lo que hay.

Hasta aquí el protagonismo de un supuesto convidado de piedra que, por causas que se desconocen y que dada su incompetencia no merecía en ningún caso, decidió expresar su egocentrismo para influir de forma rotunda en un resultado de un partido de Liga. Con la complicidad de un Díaz de Mera en el VAR, que ha subido este año y al que ya le tenemos calado desde hace tiempo. Show must go on, cantaba Queen. Una pena.

Lo cierto es que la Real sumó un buen punto en Mestalla, donde se presentó con muchas bajas y con el estreno de inicio de un mediocentro de su inagotable fuente de Zubieta. Lástima que a los tres minutos Urko se precipitara en una plancha y que en el descanso, en vista de lo peligroso que era el árbitro, decidiera sustituirlo Imanol para cambiar de esquema y pasar a jugar con tres centrales. No se puede discutir la valentía del oriotarra, que alineó una especie de 4-2-3-1 que, en ocasiones, se convertía en un 4-2-4 por los delanteros o jugadores ofensivos que actuaban en punta. Con el duelo sin control, Portu desperdició un buen pase de Oyarzabal para rematar a las manos de Doménech y al propio capitán se le escapó una falta fuera en una situación idónea para buscar portería. Sin apenas sustos de los locales y en ese nuevo deporte que consiste en buscar penaltis en el área rival, un irresponsable Gorosabel cometió una pena máxima al cortar con el brazo despegado del cuerpo un centro sin demasiado peligro de Cheryshev. Soler asumió la responsabilidad y engañó a Remiro, pero su lanzamiento se le escapó desviado. Poco después Isak no logró rematar un buen balón, pero Oyarzabal lo rescató para protegerlo y asistir a Guevara, cuyo disparo con la zurda se coló junto al palo. Ya en ventaja, la Real estuvo más cómoda; y, en el descuento, Gabriel Paulista se equivocó, Guevara cortó para buscar a Isak, cuya definición tras una buena carrera se coló junto al palo. Incluso antes del descanso Le Normand rozó el 0-3, pero su cabezazo se escapó fuera.

En la reanudación, el Valencia no parecía recuperarse mientras la Real le dominaba, aunque le costara generar ocasiones para sentenciar definitivamente el duelo. Oyarzabal dispuso de la mejor, pero su disparo con la derecha se marchó a saque de esquina. Con todo a su favor y el choque absolutamente controlado, sin sobresaltos, Pizarro decidió colaborar con el típico tramposo como Paulista, después de que Carlos desviara una pelota a córner y le pisara la bota por la inercia. Con el 1-2, a Isak se le escapó un cabezazo desde cerca y el trencilla le perdonó la roja al central levantino en una acción en la que se llevó la mano al bolsillo y se arrepintió al constatar que hubiese supuesto su expulsión, antes de que, en un córner inventado porque era saque de puerta clarísimo, el propio Gabriel anotara el empate. Escandaloso. Por si fuera poco, hasta se puede discutir si Wass no debió ver la roja en una entrada sin opción de jugar la pelota mientras seguíamos anonadados por la protesta de Maxi Gómez, que quizá esperaba que el trencilla anotara un gol con un disparo frontal. La Real se lanzó al ataque y Januzaj, en una rosca envenenada que no encontró las redes, y Bautista, en una buena media vuelta, se quedaron sin premio.

Una pena. No fue la Real de las mejores ocasiones, entre otras cosas, por la lista de bajas, y salir vivos de Mestalla siempre es una buena noticia. Pero no se puede tolerar la venganza, no se sabe muy bien de qué, de un colegiado malo, incompetente y con ganas de liarla desde la primera jugada del encuentro. Si le hacen eso a un gigante, no tiene mucho para correr y, desde luego, su continuidad en la elite quedaría en entredicho para lo que resta de campaña.

Lo dicho, el Cádiz hizo demasiado ruido y el colegiado madrileño, con sus decisiones, ha quedado bajo sospecha de por vida. Pero con el 0-2 la Real dispuso de demasiados momentos para sentenciar un duelo vital. Ahora no podrá fallar en varios encuentros de los que le quedan de máxima exigencia. El malestar y el enfado por lo que sucedió ayer será difícil de olvidar. Porque se notó que algo muy raro estaba sucediendo y no todo era culpa de los nuestros...

Guevara e Isak anotaron en una primera parte en la que la Real aguantó bien y reaccionó tras el penalti fallado por Carlos Soler

Con todo a su favor y el duelo controlado, el colegiado rescató al Valencia con un penalti, una roja perdonada y un córner inventado