- Los cuatro llegan más que bien equipados a la cita con este periódico. Camisetas, sudaderas, bufandas, banderas, incluso unas entrañables fotos de la época gloriosa de la Real, la década de los 80. Entonces Miguel Cifuentes era un chaval al que le encantaba el fútbol y, sobre todo, su Real. Iba a Atocha con su padre, Alberto, ahora un señor de 71 años que no los aparenta. En una de las fotos posa en el césped del viejo campo junto a quien entonces era su ídolo, Roberto López Ufarte. Ahora, a sus 44 años, posa junto a su aita y sus hijas, Paula y Lucía, mellizas con nueve años recién cumplidos, delante del remodelado Anoeta.

En otra foto, padre e hijo llevan dos gorras de la Real, portan dos banderas y el niño, Miguel, lleva la bufanda al cuello. La instantánea es del 28 de junio de 1987, un día después del gran día, el del título de Copa de La Romareda que vivieron juntos y en directo. Fue el primer viaje con la Real que hicieron. Un estreno a lo grande. "Conozco a poca gente de mi quinta que haya estado en La Romareda. En ese sentido soy un afortunado por haberlo podido vivir con diez años. Hace poco le dije a mi padre que una de las cosas que más le agradezco es que me llevara", comenta Miguel, periodista de profesión aunque ahora no ejerce por el cuidado de sus hijas.

"Mi madre era una forofa terrible, con banderas en el balcón y así. La que más. En casa siempre hemos sido muy de la Real y mis hijos lo han mamado. Me hice socio con 16 años, en el año 1966, justo antes de Puertollano. En Atocha fui socio hasta 1989 y en Anoeta también he sido abonado unos cuantos años", relata Alberto: "Miguel y yo hemos ido juntos varios años; luego he ido con mi mujer". Esa pasión compartida hizo que Alberto pensara en ir a Zaragoza y llevarse a su hijo. "Yo había vivido los dos títulos de Liga, aunque no fui a Gijón, y tenía ganas de ir a La Romareda. Tenía un amigo de Zaragoza que me consiguió entradas y nos quedamos a dormir en su casa. Miguel estuvo eufórico todo el día y después del partido. Para él, que nunca había vivido algo así, fue muy importante, y eso es algo que te queda".

Miguel dice que se acuerda "de todo" lo que sucedió aquel 27 de junio de 1987. Lo tiene grabado en su memoria. "Fuimos en coche y paramos en Etxarri Larraun a ver a mi hermana mayor, Susana, que estaba allí de colonias. Por eso no fue al partido. Luego paramos en Tudela a comer. Y una vez allí me acuerdo del calor, de la cantidad de mosquitos que había, que es algo que mucha gente comenta. Estábamos en la penúltima fila o así, arriba del todo, cerca de un córner. Me acuerdo de los goles, de ir 2-1 por delante, de que empató el Atlético y de que ahí nos entró un poco de bajón". "Estábamos de pie viendo el partido, entonces se veían los partidos de pie", añade Alberto, que rememora también que hubo "un penalti clarísimo a favor del Atlético que el árbitro no pitó antes de la prórroga. Cuando por la noche llegamos a casa de mi amigo, me comentó: ¡Vaya penalti se ha tragado el árbitro!".

Ese ligero bajón que comentan tras el empate logrado por el Atlético de Madrid -dos veces se adelantó la Real y otras tantas igualaron los madrileños- se transformó en "euforia" cuando llegaron los penaltis. "Se notaba que había confianza entre la gente", comenta Miguel. "Hubo un subidón terrible", añade Alberto: "Los de la Real éramos mayoría y empezamos a cantar No pasa nada, tenemos a Arconada. Ese ambiente que se generó llegó a los jugadores, seguro". "Arconada acertó de lado en todos los penaltis, creo recordar", apunta Miguel, que dice que no volvió a ver ese partido por televisión "hasta el año pasado". Y, con el título, llegó "la euforia, el subidón": "Tenía diez años, pero creo que me hubiera ido de farra", se ríe Miguel.

A la final de Copa de 1988, la del Bernabéu, no acudieron ni padre ni hijo. "Lo vimos en la tele, se veía que casi toda la grada era de la Real. Éramos favoritos claros y el 1-0 y la derrota, la forma de perder€ fue un mazazo. Creíamos que íbamos ganar, la verdad", comenta Miguel. "Por cómo se perdió y por la marcha de varios jugadores, pues creo que hubo como un final de ciclo o un bajón", añade Alberto: "Lo que no pensábamos es que íbamos a estar luego tanto tiempo sin jugar una final. Ten en cuenta que la Real venía de ganar dos Ligas en el '81 y el '82 y que teníamos un equipazo. Incluso entre esa Liga del '82 y la Copa del '87 creo que podíamos haber conseguido algún título más. Fíjate que la Liga del '82 la Real iba a ocho o nueve puntos del Barcelona y pese a eso estábamos convencidos de que iba a ser campeona".

Pero ese periodo de travesía por el desierto que dura desde la final de 1988 ha llegado a su fin. Todo pasa y todo llega. Toca jugar una nueva final y toca disfrutarla con otra generación. "La verdad es que tuve una época que me desenganché un poco del fútbol, por todo lo que tiene alrededor de negocio. Pero me he vuelto a enganchar con la Real, le doy mucho valor a cómo juega, la cantera, que esté Imanol de entrenador€ de los grandes y todo lo que hay alrededor paso", explica Miguel, que ha hecho varios viajes para ver a la Real -Lyon, Salzburgo o Leverkusen ("una paliza de 18 horas ida y 18 vuelta en bus litera", recuerda")- y que ha llevado una vez a Anoeta a sus hijas. Fue un Real-Athletic femenino al que fueron los tres junto con Arantxa, su mujer.

Las niñas, que están escuchando atentamente la conversación, intervienen. "Había un montón de gente. Nos gustó mucho. Creo que perdieron, ¿no?", pregunta Lucía a su aita, que asiente. Ante la pregunta de por qué son de la Real, se lo piensan un rato y responden entre las dos: "Pues no sé, porque la familia es de la Real, porque en el cole son de la Real...".

En casa tienen todo listo para el sábado. "Nos vamos a poner las camisetas, las bufandas y nos vamos a pintar la cara", cuentan las niñas, "y también vamos a colgar globos azules y blancos, como el día de la tamborrada". "Hemos comprado una tela blanca y azul de cinco metros para poner en el balcón", añade Miguel. El año pasado el matrimonio iba a ir a Sevilla, sin las niñas, pero la pandemia echó por tierra sus planes y los de tantos otros guipuzcoanos. Así que montaron la fiesta en casa: "El día que iba a ser la final hicimos una fan zone y todo con música. El sábado montaremos algo parecido los cuatro. Tengo una botella de champán en el frigorífico desde hace un mes para un día especial".

Todos esperan el sábado por la noche estar celebrando un título 34 años después. "Puede ser muy bonito porque es mucho tiempo y para los críos de toda Gipuzkoa sería fantástico poder celebrar un título de la Real. Se repetiría lo que yo viví en su momento", desea Miguel. Y después, esperan poder volver juntos a Anoeta. "Tenemos ganas de ir cuando nos dejen", dicen las niñas. Esta Real ilusiona y une generaciones.

"Esta Real engancha; le doy valor a cómo juega, la cantera, que esté Imanol de entrenador..."

44 años

"Para mi hijo vivir el título de La Romareda fue muy importante, es algo que te queda"

71 años

"Para ver la final nos vamos a pintar la cara y pondremos globos azules y blancos en casa"

9 años