ra verano de 2016 y la Real necesitaba un delantero centro que se adaptara al estilo futbolístico de Eusebio Sacristán. Para jugar a eso, Jonathas no servía. Sonaron nombres de todo tipo. Y uno de ellos colmó de ilusión a la afición txuri-urdin, el de Fernando Llorente. Quien más quien menos fantaseó entonces con el espigado delantero vestido de blanquiazul y marcando goles en San Mamés. Por ello, todo lo que vino después de que su fichaje quedara descartado fue acogido con cierta frialdad, incluidas las negociaciones por un delantero del Las Palmas que a la mayoría le sonaba a poca cosa, pero que cuatro años y medio después abandona la institución con un bagaje espectacular. Sus 62 goles le integran en el Olimpo de los goleadores extranjeros en la historia del club, solo superado por Darko Kovacevic (107), Meho Kodro (81) y Carlos Vela (73). Palabras mayores.

Hablamos, está claro, de Willian José, a quien el aura de la inicial decepción que supuso su llegada parece haber acompañado durante todo este tiempo. Ha marcado. Ha hecho jugar al equipo. Y, episodios negativos al margen, siempre ha trabajado cuando ha saltado a un campo con la camiseta de la Real. Sin embargo, me atrevería a asegurar que nunca ha llegado a calar plenamente entre la hinchada. En lo que tiene los visos de suponer su último servicio a la entidad, anoche la clasificó para los octavos de final de la Copa con dos dianas en Córdoba, a escasos 140 kilómetros de la ciudad donde su relevo esperaba acontecimientos. Sale Willian. Viene Carlos Fernández. Veremos a partir de ahora cuánto había de opinión futbolística en los análisis sobre el brasileño y cuánto de cansancio por ver la misma cara durante temporadas. Porque la Real pierde a un jugadorazo e incorpora a otro pedazo de futbolista, en un cambio coherente si a lo que atendemos es a las características de ambos, relativamente parecidas. ¿Qué ocurre? Que se le ha afeado siempre a Willian José que no es ningún killer, que se aleja mucho del área y que participa en exceso en la zona de creación, matices que caben ser igualmente aplicados al atacante sevillano. Veremos.

Aunque claro. También es posible que este artículo se encuentre mal planteado, basado como está en un entra-sale que quizás no resulte tal. Quizás Carlos Fernández no venga a ocupar el sitio de Willian José. Quizás llegue, simplemente, para complementar una plantilla que, como todas, es un ente vivo, susceptible de ver variadas sus necesidades y de vivir movimientos de piezas entre sus integrantes. Hablando como estamos estos días de la situación de Odegaard en el Real Madrid, quizás Carlos Fernández se incorpore a la Real como solución alternativa para esa vacante que ha dejado David Silva últimamente, y que ha llevado a Imanol a ensayar con Portu como falso interior, ejerciendo de segundo punta, justo lo que es el propio Carlos. Cuando aterrice entre nosotros, comprendamos al chaval y, sobre todo, comprendamos su fútbol. No es un sabueso del área. No es un gran cabeceador pese a su estatura. Es un atacante moderno que no solo finaliza, también sabe dar continuidad al juego. Así que no nos cansemos de él en cuanto enlace tres partidos sin marcar y dé cuatro pases hacia atrás. ¿Será mucho pedir? ¡Si parece que ya nos hemos cansado de esperar a un tal David Silva! Volverá. Y merecerá la pena. A mí se me hace difícil imaginar la convivencia en la plantilla entre el canario y Odegaard. A nivel económico, de salarios, y también a nivel deportivo.

La polvareda y el cúmulo de noticias que el mercado está deparando en la zona ofensiva, en cualquier caso, parecen permitir al club trabajar con tranquilidad en las opciones que se abran para el eje de la defensa. Que esa es otra. De lo de apuntalar la zaga parece que nos hemos olvidado todos ya. Seguro que en las oficinas de Zubieta lo siguen teniendo en cuenta. Seguro que lo siguen mirando, además, desde una perspectiva con la que no puedo estar más de acuerdo. Jugar de central en esta Real no es moco de pavo. Exige unas características muy concretas, poco presentes en el mercado de la Liga. Así que Olabe y los suyos podrán contar a los posibles candidatos con los dedos de una mano. Si alguno de ellos se pone a tiro, perfecto. Si no sucede así, mejor dejarlo estar, porque puede resultar peor el remedio que la enfermedad. Es el nuestro un club de apuestas, no un club de parches.