Ahora parece muy fácil, pero no lo es. Los que hemos sufrido uno tras otro todos los escarnios acumulados durante tantos años en la Copa del Rey ante rivales incluso bastante inferiores al Córdoba debemos valorar en su justa medida que la Real se presente en el estadio de un exigente Segunda B y certifique su clasificación para los octavos de final de la competición con una solvencia indiscutible. La vida ha cambiado mucho en la entidad. Y es justo señalar que el principal responsable de esta metamorfosis es un Imanol que lo mejor que ha logrado, entre todas las cosas buenas que ha aportado desde que dirige el primer equipo, es el respeto por la camiseta y la obligación de no fallarle nunca. De competir hasta que te falten las fuerzas y de no permitir que nadie ningunee un escudo. Lo cierto es que no da ningún paso en falso y es por eso que no ha perdido ni un solo partido en la competición y que ha convertido a su plantilla en una de las más fiables en un choque a vida o muerte, algo que se echaba mucho de menos en una entidad con tanta leyenda como la nuestra.

Imanol no entiende de maldiciones. Ni diferencia competiciones. Sacó un equipo para vencer en Córdoba y no solo lo logró, es que además no permitió que su rival tuviera ni la más mínima opción de clasificarse. Fue gracioso, porque en el descanso los narradores de DAZN comentaron que a la Real le estaba costando mucho y que cada vez ofrecía más señales de debilidad, cuando seguíamos sin ver en pantalla a Remiro. Me cuesta recordar un encuentro de Copa, con la ilusión e ímpetu con los que se presentan los conjuntos de inferior categoría, sin que generaran una mínima opción de peligro. La Real es así. Convincente en cualquiera de las competiciones que afronta. Y eso que su verdadero potencial reside en su ataque. Ves su encuentro y sientes que es una mera cuestión de tiempo que plasme en el marcador su superioridad. Insisto, algo que no sucedía casi nunca en la famosa mancha negra que propició la Generación Perdida.

Dos zarpazos de Willian José marcaron la diferencia. El brasileño, con esa actitud siempre discutible que incluso le llevó a no celebrar su primera diana sin venir a cuento, marcó las diferencias única y exclusivamente porque su nivel se encuentra muy por encima del de la unidad B de su plantel y del rival que compite dos categorías por debajo. Se desconoce aún si sus goles fueron la última contribución a la causa realista, pero seguro que alimenta las dudas respecto a su situación. Si se va a ir, como parece y quiere Roberto Olabe, ¿por qué jugó de titular? ¿Cuál es el motivo por el que no concedió ningún minuto a Bautista, con quien, tal y como venden en Zubieta, se muestra encantado con su trabajo diario? Demasiadas dudas con una sola certeza: el único que fue capaz de anotar y decidir la eliminatoria fue Willian José. El mismo que acumula más de cuatro campañas marcando más de diez goles en Liga con la txuri-urdin. Que no es poco. La Real sigue empeñada en traspasarle, pero su reserva, Carlos Fernández, un magnífico proyecto de delantero, no garantiza a día de hoy los mismos registros de Willian con todo lo que ello conlleva. Como en su día preguntó más de un entrenador de Primera, ¿por qué la Real tiene tantas ganas de desprenderse de su auténtico referente en ataque?

Imanol volvió a combinar bien titulares, reservas y futbolistas que regresaban de lesiones como Aritz e Illarramendi. El capitán actuó de 8, es decir de Mikel Merino, y demostró que ya se encuentra en condiciones de entrar en la rueda de las rotaciones. Tan listo en las recuperaciones como siempre. Lástima que una tarjeta le lastrara y tuviese que ser sustituido en el descanso.

En la primera parte el dominio donostiarra no se tradujo en goles ante un Córdoba impotente y perdido en la salida de balón. Las zurdas de Merquelanz y Roberto López, ambos en varias ocasiones, no acertaron en la diana; y Barrenetxea, que no tuvo su noche, también desperdició una buena opción. Eso sin entrar a valorar el claro penalti que provocó por una mano.

En la reanudación, Guridi entró por Illarramendi y la Real dio un paso adelante. A los cuatro minutos, un centro de Merquelanz lo bajó Barrenetxea, y el azpeitiarra, con todo a su favor, estrelló su fácil remate en el cuerpo de un zaguero. Fue la antesala del gol, en un gran centro de la zurda de Roberto López que culminó con la misma pierna Willian José en el cajón del 9.

Tras el único susto local de Piovaccari, que atajó sin despeinarse Remiro, la Real se volcó en la búsqueda de la sentencia con opciones del propio Guridi, Willian José, Aihen, con la derecha, y el rebote que desperdició Barrenetxea con todo a su favor, hasta que en el minuto 83 se acabó la historia. Guridi recuperó otra pelota; Oyarzabal asistió a Willian; y este enganchó un derechazo que casi rompe la red. El 0-2 y poco más que discutir debido a la impotencia de los locales, que no hacían cosquillas a la Real.

Otra eliminatoria más. Cómo ha cambiado la vida. Parece fácil pero insistimos, no lo es. Solo podemos sentirnos agradecidos por lo mucho que han cambiado nuestras ideas en la Copa desde que Imanol decidió que se había acabado la historia de jugársela a la ruleta rusa sin ningún argumento sólido para creer. La Real solo deja muertos a su paso desde el año pasado mientras avanza imperturbable sin escuchar o hacer caso a los cantos de sirena del mercado. Que pase el siguiente. En octavos de final.

Una Real seria y eficiente con muchas rotaciones no concedió ni la más mínima ocasión al Córdoba a lo largo de los 90 minutos

Imanol quiso insistir con Willian José a pesar de que todo parece indicar que saldrá en las próximas horas cedido al Wolverhampton