econozco que piqué. Pero no lo hice por curiosidad futbolística. Entré a la página de YouTube de la liga bielorrusa para comprobar simplemente que aquello estaba sucediendo. Era marzo. O abril. No lo recuerdo. Europa se encontraba confinada de cabo a rabo. Y su fútbol, completamente detenido. Aunque lo de "completamente" escondía un pequeño matiz. En el centro del continente, ajenos a todo, los Dinamo de Minsk, BATE Borisov y compañía enlazaban jornadas como si nada. Partido aquí. Partido allá. Con yonquis del balompié de medio mundo conectados a los partidos, emitidos gratuitamente a través de Internet. Con hinchas argentinos siguiendo los encuentros en el chat paralelo con comentarios desternillantes. O con un grupo de aburridos australianos apadrinando al modesto Slutsk. Todo muy rocambolesco.

La liga bielorrusa era lo único que teníamos. Y algo ya aprendimos de la misma. Por ejemplo, que se juega a año natural. Es decir, que durante el confinamiento acababa de empezar. Terminó anteayer, el sábado, y el pequeño pudo con el grande en un final de infarto. El BATE Borisov empató a domicilio contra el Dinamo Minsk, en el partido entre los dos únicos equipos del campeonato que nos suenan algo a los mortales. Y aprovechó el fallo de los primeros el Shakhter Soligorsk, una escuadra de estadio tercermundista que levantó el título tras un gol de Zamora. Lo hizo en el minuto 92 un tal Begunov, regalando a los chavales de una ciudad que no pisaré nunca la liga de sus vidas. Desconozco si el Shakhter ganará más. Solo sé que hazañas como la del sábado llevaban 17 años dejándome mal cuerpo.

Durante este tiempo, cuando asistía a ellas, envidiaba a aquellos a los que se les había presentado semejante oportunidad y la habían sabido aprovechar. "Nihat, Xabi Alonso, Karpin, De Pedro, Kovacevic€ Menudo equipazo. ¡Qué grandes recuerdos!". Lo escuchaba y lo sigo escuchando, y me hierve la sangre. Respeto a aquellos a quienes aquel curso 2002-03 evoca sentimientos positivos, faltaría más. Pocas cosas más subjetivas y personales hay que la memoria. Pero cuando ese campeonato se nos escapó contra el Valencia y contra el Celta yo era un chaval de 23 años convencido de que nunca más vería a su equipo en una así. No sé si era la Liga de nuestras vidas. Yo sí pensaba que era la de la mía, y con eso tenía bastante. Porque la perdimos.

Y en esas ando ahora, creyendo en que quizás vuelva a presentarse la ocasión, y en que igual termino venerando de veras aquel mágico 4-2 al Real Madrid que luego no sirvió para nada. Porque la actual Real ya ha ganado mucho. Mucho más que partidos. Mucho más que eliminatorias. Más incluso que la Copa, ahora misma dividida al 50% entre rojiblanca y txuri-urdin. En la Liga de los millones de las televisiones y de los topes salariales de dos categorías, la de Madrid y Barça y la de los demás, el equipo de Imanol nos ha hecho soñar con que es posible. Los llamados grandes no están bien. Nuestro equipo juega una barbaridad. Tiene una plantilla amplia. Y empata partidos que hasta hace nada perdía. Por ejemplo, el de anoche.

Me gustó que la Real se mantuviera siempre en pie. Que no le perdiera nunca la cara a un rival construido a golpe de talonario, jugando los de Imanol con ocho canteranos. Me gustó que buscaran la victoria cayendo incluso en la precipitación, cuando en los minutos finales el Villarreal empezó a encadenar posesiones. Y me gustó que fueran valientes desde el primer minuto. El penalti del 0-1, con saque de banda intercalado, nació en una presión alta de los nuestros que dejó un peligroso tres para tres atrás. Medió luego un fallo de Guevara. Pero hoy es el día perfecto para subrayar lo orgullosos que estamos de esta Real y de su propuesta, para lo bueno y para lo malo. Es la que es cuando goleamos y enamoramos. La misma que nos hace volver destrozados de Alkmaar tras un partido exigente y que nos lleva a pagar a veces los riesgos que se corren. El jueves, el Rijeka. El domingo, el Alavés. Ganaremos, empataremos o perderemos. Una cosa es segura. Nos veremos bien representados por esos once tipos de blanco y azul.