ruzó la Real los Pirineos para jugar un partido de tú a tú, de primer nivel continental, y no es casualidad que se encontrara lo que se encontró. Llevamos varios meses en este espacio dando la matraca con lo mismo: el nuestro es un equipo moderno y atrevido que se sale de la norma en la Liga, donde marca la diferencia con la propuesta más europea del campeonato. Pero claro, la cosa cambia cuando enfrente está la horma del zapato txuri-urdin. Presión alta mejor que baja. Juego vertical mejor que horizontal. Pases en profundidad mejor que al pie. Si se miden dos rivales con postulados idénticos, el choque de trenes está asegurado. En Alkmaar, los de Imanol concedieron más que nunca. En Alkmaar, tuvieron que correr hacia atrás como no les habíamos visto este curso. En Alkmaar, perdieron el balón en las peores circunstancias de la temporada. Y en Alkmaar también pudieron ganar tranquilamente, porque lo que generaron estuvo bastante cerca de la media habitual.

¿Se jugó anoche en los Países Bajos a lo que quería la Real? La pregunta es interesante y su respuesta, al menos la mía, sitúa a los blanquiazules en el panorama futbolístico actual. Se trata de un equipo que en la jungla de la Liga busca la ventaja desde el ritmo: cuanto más rápido se juegue los domingos, mejor. Porque, puestos a correr, pocos hay por aquí mejores que los nuestros. Sí puede dar la sensación, mientras, de que todo es un poco diferente los jueves. Ayer jueves, concretamente. Cuando la escuadra txuri-urdin quiso apretar el acelerador, se encontró con que la respuesta del AZ fue aceptarlo y aprovechar la inercia del ritmo generado. Entre robos aquí, robos allá, transiciones peligrosas y otras que no iban a ningún lado, asistimos al partido más deslavazado que recuerda en meses la afición txuri-urdin. Al menos salimos airosos. Porque el empate no me parece un resultado para tirar cohetes. Pero visto lo visto€

Cuando las cosas no salen como habitualmente, existe siempre una tentación: achacar el cambio a la ausencia de quien no estaba. En este caso, a la baja de David Silva. Explicado está en los dos primeros párrafos que el rival y su estilo tuvieron mucho que ver en el muy abierto partido de anoche. Pero, aun reconociendo que hablar ahora del canario implica la solución facilona, conviene subrayar la trascendencia que en solo dos meses ha adquirido en el juego de la Real. No se trata solo de sacar la varita mágica, que también. No se trata solo de regalarnos pases increíbles, que bienvenidos sean. Se trata, sobre todo, de la continuidad que el 21 da al fútbol txuri-urdin. Una continuidad que supone eficaz arma, ofensiva y defensiva.

En la Liga, los de Imanol están minimizando a adversario sí y adversario también porque, con el ex del City, son capaces de hundir en su área a cualquiera. Encontrándose de por medio el propio Silva y sus compañeros, esto es garantía de gol. Pero posiblemente uno de los que más esté disfrutando con todo ello sea Álex Remiro. Cuando esta Real pierde el balón, lo hace a diez metros de la línea de fondo. Menos en Alkmaar, donde a menudo lo perdió a 40. Cuando a esta Real los rivales le roban el esférico, lo hacen con solo un jugador por delante. Menos el AZ, que anoche tenía siempre a dos o tres. Cuando esta Real falla un pase, hay siempre cuatro camisetas txuri-urdin en la zona para morder como pirañas. Menos ayer, cuando muchas veces solo podían apretar uno o dos. Pues eso. Que faltó Silva. Y que los efectos de su ausencia supo multiplicarlos el muy buen equipo que había enfrente.

La lectura del punto sumado tiene muchas aristas. Ensalzarlo demasiado significaría obviar que el grupo está complicado y que la diferencia anoche entre ganar y empatar resultaba más abismal que nunca. Despreciarlo, mientras, supondría perder la perspectiva, en el sentido de que esto es primer nivel europeo y que aquí las victorias a domicilio no se regalan, menos aún semejante adversario. Restan dos jornadas y la que viene desvelará muchas incógnitas. La Real debería ganar en casa al Rijeka. Y del AZ-Nápoles saldrá el resultado que todo lo condicionará. A nada que puntúen los neerlandeses, obligarán a los nuestros a jugársela en territorio Maradona. Dicho así da respeto, miedo incluso. Pero este equipo ha demostrado hasta en las plazas más complicadas la pasta de la que está hecho.