a Real ganó en Cádiz un partido que jugó mucho mejor de lo que pudo parecer. Venció por la mínima, sí. El rival sufría bajas importantes, sí. Y durante el tramo del encuentro que disputaron los txuri-urdin en ventaja faltó claridad y un punto de pausa para liberar a un pasador y encontrar la profundidad de Portu. Más allá de unos peros que a día de hoy resultarían muy injustos estando el líder de por medio, merece la pena destacar la dificultad que supone generar todo lo que generaron los de Imanol en la primera hora de la contienda. Abrieron en canal al rival desde la salida de tres con Guevara entre centrales, encontraron constantemente a Merino y a Silva, y debieron marcharse al descanso con la victoria encarrilada. Un deleite que debemos saber apreciar, porque ningún equipo del mundo está capacitado para rendir así de forma ininterrumpida.

Esperemos que juego y resultado se repitan el jueves en Alkmaar. A orillas del Mar del Norte, la Real jugará contra el AZ el partido más importante de la temporada. ¿El más importante? Quizás sí, quizás no. ¡Quién sabe! El pasado enero, antes de recibir a Osasuna en los octavos de final de la Copa, le preguntaron a Imanol si el encuentro ante los navarros era el más importante del curso. Contestó que sí. Pero ganaron los blanquiazules y una semana después se vieron jugando los cuartos en el Bernabéu. Vendrían luego los dos enfrentamientos con el Mirandés. Y, en julio, jornadas cruciales de Liga, con el billete europeo en juego. Mientras el equipo celebraba el exitoso fin de campaña sobre el césped del Wanda Metropolitano, nadie en su sano juicio se acordaba de la victoria seis meses antes contra Osasuna. "El partido más importante de la temporada".

A menudo, casi siempre, lo justo al opinar sobre fútbol es hacerlo a priori y huir de los ventajismos. Pero en el asunto este de la importancia de los partidos yo prefiero juzgar a posteriori. A finales de mayo, cuando concluya este apasionante viaje, me mojaré y elegiré el encuentro más crucial del curso. Quién nos iba a decir en la 2014-15 que la temporada en su conjunto iba a quedar marcada y condicionada de cabo a rabo por una tempranera derrota en Krasnodar. O que en la 2017-18 una segunda parte garrafal contra el Lleida iba a hacer derrumbarse a nuestra Real como un castillo de naipes, llevándose todo por delante en cuestión de meses. ¿Será la cita en Alkmaar la más relevante de la campaña? Espero que no. Que sí lo fuera supondría una mala señal.

Sirva todo el preámbulo para poner en valor lo que nos espera dentro de tres días. El grupo europeo está como está. Y su clasificación tiene grabada a fuego la victoria del AZ en Nápoles, resultado que supone para la Real un quebradero de cabeza. Los txuri-urdin viajarán a San Paolo en la última jornada de la liguilla, día en que los neerlandeses visitarán al Rijeka. Se trata de una mala combinación que prácticamente prohíbe a la Real perder el jueves, en un encuentro con sabor a todo o nada, un partido disputado junto al precipicio. Hay mariposas en el estómago que durante una temporada futbolística no aparecen hasta que ha empezado la Itzulia, hemos pasado al horario de verano y en nuestra bandeja de correo electrónico figura ya la reserva vacacional para verano. Las circunstancias han querido esta vez, sin embargo, que los nervios de la primavera se adelanten al otoño.

Esta Real nos enamora. Nos fascina. Ha jugado trece partidos y ha ganado nueve. Pero de nada servirá semejante andadura en su próxima comparecencia. Si pierde en Alkmaar, se le pondrá en chino. Se avecina una noche de las de verdad, de esas en las que un equipo demuestra de qué pasta está hecho. Y yo confío. Confío en los nuestros. Confío en que, cuando volvamos a pisar la playa, nadie se acuerde ya de esos holandeses que vestían de rojo.