Lo que pudo y debió haber sido se quedó en un susto de campeonato. La Real mereció golear a un discreto AZ, pero su, por momentos, incompresible falta de puntería estuvo a punto de costarle un empate que hubiera supuesto poner un pie fuera de la competición europea. No es normal que con el arsenal ofensivo de los blanquiazules, el mejor de la Liga hasta la fecha, no consiguiera plasmar en el luminoso su abrumadora superioridad hasta que por fin se pudo poner delante en el minuto 58. Es decir, en la primera hora del encuentro no hubo color. Y eso que no fue la deslumbrante versión de los realistas, la que nos ha enamorado a lo largo de estas dos últimas temporadas. Sus mejores ocasiones llegaron en acciones de estrategia o en los rebotes generados en las mismas. Sobre todo en los saques de esquina, en los que la Real mostró un repertorio de jugadas tan originales como incisivas. Por un momento llegamos a temer que los tulipanes tuvieran el mismo efecto que el trébol de la suerte irlandés, porque no era normal el aluvión de ocasiones que estaba soportando y de las que estaba saliendo indemne como cualquier mejor especialista de películas de acción. Incidimos en esto porque los que siguieron su ejercicio de supervivencia en Nápoles calificaron de milagrosa su victoria. Como no podía ser de otro modo, el tanto marcado por Portu, casi por aplastamiento debido a que Oyarzabal también había errado en una posición franca de remate aunque su pifia se convirtiera en asistencia, dio una justa victoria a los guipuzcoanos, que en los minutos finales sufrieron para aguantar el fútbol directo a la desesperada de los visitantes. El partido volvió a ser la tercera confirmación de que el grupo es, con diferencia, el más competitivo de la Europa League y que todavía queda mucha leña por cortar para alcanzar la ansiada clasificación.

Imanol estaba raro la víspera del encuentro. En su comparecencia se le vio serio, cortante, discrepando con las preguntas de los periodistas locales. Como si les culpara por su torpe desliz con Maradona en la previa del duelo contra el Nápoles, cuyas posteriores crónicas no parecieron gustarle demasiado porque, según su criterio, su equipo jugó un partidazo. Incluso defendió que fue mejor que el del 1-4 de Vigo. Bueno, para gustos los colores, quizá debió aclarar que se refería a los méritos más que a la realidad, porque lo que de verdad salió redondo fue la victoria en Balaídos. Incluso pudo dar descanso a Monreal, Merino e Isak, y Oyarzabal y Portu solo completaron 45 minutos. La actuación ante el Celta acabó siendo tan apabullante, que Remiro apenas tuvo que hacer ninguna intervención y solo encajó de penalti. Fueron muchos los que destacaron la solidez de toda la defensa realista, que quizá sea el principal punto de mejora respecto al curso pasado. Pues bien, en una de esas cosas de entrenadores, cuyo mundo es complicado de comprender para el resto de la humanidad, Imanol decidió cambiar a Remiro para dar entrada a Moyá. El balear es un seguro de vida y su experiencia permite que su entrada genere menos dudas y preocupaciones, pero el de Cascante estaba completando un notable comienzo de campaña. No hay que olvidar tampoco que el curso pasado también decidió rotar al mallorquín cuando se encontraba en un buen momento. Y ojo, que quizá no sea una mala fórmula para evitar disgustos y mantener la confianza de tus dos metas y tenerles enchufados. Pero no es habitual y en este caso chocó bastante a pesar de que lo normal es que, como luego sucedió, Moyá estuviese a la altura.

Lesión

El calentamiento txuri-urdin debe estar subiendo en intensidad, porque, como ocurrió ante el Nápoles, se cobró una víctima. Además, de uno de los intocables que lo estaba jugando todo. Gorosabel se torció el tobillo y, como Zaldua no estaba aún en la lista, Imanol se vio obligado a hacer dos cambios en la zaga. Aritz, que regresaba, se colocó en el lateral y Sagnan volvió a entrar de emergencia. El caso es que el galo no debía sentirse muy católico y arrastraba una aparente cojera, lo que provocó que a los cinco minutos saltara a calentar Zubeldia. Una de esas noticias malas que muchas veces suelen venir acompañadas de otras peores. Al final, aguantó con nota.

El día clave en la Europa League, cuando te jugabas una final en la que estabas obligado a ganar, Imanol sacó un supuesto once de gala en el que Guevara sentó a Zubimendi, quien parecía estar mejor en este arranque, y en el que solo repitieron tres jugadores de los que asaltaron la ciudad olívica el domingo. Mientras, el AZ, que al contrario que el Nápoles fue fiel a sus señas de identidad, cubrió la baja de sus centrales retrasando la posición de su mediocentro Koopmeiners, y salió con cuatro futbolistas muy ofensivos. En ese sentido, nada que ver con la trampa de Gattuso.

El primer tiempo fue increíble que acabara 0-0. Sin producir un juego del otro mundo, muy inferior al de muchas otras tardes, los realistas merecieron retirarse al entreacto con más de un gol de ventaja. Su superioridad era evidente y cuando pisaban el área generaban peligro con bastante facilidad, pero les faltó un mínimo de acierto para atinar con las redes. Especial hincapié, una vez más, en la lucidez entre líneas de Silva y su capacidad para mejorar la jugada. Y en la sobresaliente primera mitad que completó Monreal, que siempre se incorporó en el momento exacto y que sirvió unos centros excelentes. Además de disponer de dos buenas ocasiones, sobre todo la segunda en la que remató fuera un servicio con la cabeza de Merino en un saque de esquina. Suerte por cierto en la que los realistas sembraron el caos en la endeble retaguardia holandesa, tanto en la preparación de las jugadas como en su ejecución. No se puede discutir la valentía del AZ, que siempre intentó atraer, algo muy de la Real, para jugar en largo y que se la jugasen sus delanteros casi cuatro contra cuatro. A los dos minutos se inició el carrusel de ocasiones locales en un cabezazo de Monreal a centro de Aritz, que detuvo el gigante Bizot. En el primer saque de esquina, Silva probó suerte en los rechaces con las dos piernas sin acertar entre los tres palos. Aritz lo intentó con la zurda en un chut centrado en otro rebote tras un córner. Silva dio la asistencia de la noche a Portu, que, raro en él, no atinó en el uno contra uno que le sacó con el pie el meta. Merino abrió a la banda y un majestuoso servicio de Monreal lo cabeceó fuera el canario que llegaba levitando por el aire. Le Normand, también con la testa, rozó la escuadra en un centro de Portu. En la jugada más elaborada, Silva abrió a la banda y el pase raso de Monreal se lo quitó el murciano a Isak, que estaba listo para empujarlo y lo envió fuera. En otra carambola tras un saque de esquina, Merino asistió con la frente a Monreal, quien, solo a dos metros, remató lamiendo la madera. Hubiese sido el colmo que Winjdal batiera a Moyá en el único acercamiento reseñable de los visitantes a poco del entreacto.

En la reanudación siguió todo más o menos igual. A los 25 segundos, Silva proyectó a Portu y su disparo cruzado se lo sacó con el pie la pared holandesa. La misma que en una preciosa palomita abortó un buen zurdazo de Oyarzabal, que se enchufó mucho más en la segunda parte. Incluso Sagnan se animó para peinar un saque de esquina sin que Isak, que no estaba muy intuitivo ayer, llegara a remacharlo. Una presión marca de la casa de Portu le dejó el balón en los pies de Oyarzabal, que se equivocó al buscar sin éxito una picada. Fue la antesala del esperado gol, en una acción que partió en una recuperación de Monreal; Silva la condujo para meterle en largo el balón y el centro del navarro no lo remató bien Oyarzabal, aunque acabó siendo una asistencia que aprovechó el siempre listo y despierto Portu (al límite del fuera de juego). Su quinto gol de la temporada. No es casualidad.

Isak tuvo su oportunidad antes de ser cambiado a servicio inmaculado de Merino, pero lo evitó Bizot con su pie mágico. Y, después de dos centros espléndidos sin rematador de Oyarzabal y de un cabezazo de Willian que detuvo el de siempre, apareció el sufrimiento. Los visitantes comenzaron a jugar en largo y los realistas entraron en pánico. Imanol hizo cambios defensivos, para controlar y aguantar con un doble pivote Zubimendi-Guevara. Las jugadas más agobiantes fueron una mano que sacó Moyá a centro-chut de Wijndal y un rebote tras un saque largo de banda que Zakarias envió a las nubes en boca de gol. El showy un córner y una falta lateral de Aritz, en la prolongación, cortaron la respiración de los blanquiazules.

1-0 y a correr. Cada punto cuesta sangre, sudor y lágrimas. En este grupo no se pueden hacer experimentos entre semana como hicieron otros equipos de la Liga para luego además pasar sin excesivos apuros. Los partidos se deciden por la mínima. No se puede decir que el de ayer se decantara por detalles, porque la abrumadora superioridad de los blanquiazules a lo largo de la primera hora convierte en indiscutible la justicia de su victoria. Fue el típico duelo en el que si hubiese entrado la primera, los holandeses podían haber regresado a casa con un carro de goles. Pero eso ya se queda en el irreal terreno de las suposiciones. La única realidad es que, pese a sacar adelante una auténtica final como la de ayer, la Real sigue en una situación desfavorable en el triple empate de los gallitos del grupo, porque, al contrario que Nápoles y Rijeka, le quedan dos encuentros fuera de casa en la siguiente ronda. Lo de ayer solo fue la segunda piedra. Queda mucha pared por levantar para construir la casa que todos soñamos. La Real se prepara para pasarlas moradas...