n futbolista guipuzcoano, zarauztarra por más señas, a la sazón estudiante de Derecho, eligió Salerno como lugar en el que cursar su último año de carrera con el programa Erasmus. Se juntaban allí jóvenes de todas las procedencias. Era buen estudiante y aquella experiencia le vino de maravilla. Una de las primeras veces que hablé con él para preguntarle cómo le iban las cosas respondió: ¡Fare casino! No es que domine el italiano, pero entre los muchos años de latín y las canciones de Gigliola Cinquetti, Rita Pavone, Annarita Spinaci, Mina, la Zannichi, la Vanoni, Fiorella Mannoia y compañía, me defiendo. Pese a eso, las dos palabras juntas no me sonaban de nada. Pregunté lo que significaba y la respuesta fue tajante: ¡Fare casino! Mientras se desternillaba.

Seguimos de charleta y terminó por reconocer la realidad. ¡Salir de marcha! Se organizaban de tal manera que no se perdían un solo día. Es imposible que hablen mal de la experiencia. Vivían cerca de Pompeya, Amalfi, Positano, Sorrento y Nápoles, y transmitía emoción cuando se refería a la belleza de esos lugares, a sus costas, a los edificios y monumentos, a las personas, al tráfico, a la gastronomía y a un futbolista, ya retirado, que le apasionaba. Se llama Marco Di Vaio. Era un delantero formidable que entonces defendía la camiseta de la Salernitana. Llevaba el 7, como nuestro interlocutor.

Cada quince días acudía a los partidos del estadio Arechi. El equipo jugaba en la serie B y esa temporada ascendió, por primera vez en su historia, a la principal categoría en medio de una locura colectiva de la que disfrutó hasta lo imposible. Ayer a la mañana hablé con él para recordar cosas de aquel peregrinaje. Tampoco se olvida de un Napoli-Bari cuando gran parte de los cánticos alababan a Maradona tras su pasado napolitano, siendo uno de los artífices del primer Scudetto para el Nápoles en 1984. San Paolo y la grada adoraban al Pelusa, "Dio Armando Maradona". Le expliqué que quería contar parte de su historia. Se vino arriba y volvió a referirse a la Costiera Amalfitana, lo mismo que a las cercanas islas de Capri e Ischia. A los dos se nos estaban haciendo la boca agua y los ojos, chiribitas. Seguro que si hubiéramos podido viajar con motivo de la disputa del partido de vuelta contra los napolitanos, no andábamos lejos de un plan monumental. Él, para rememorar el tiempo pasado, y quien suscribe, para conocer la Campania, porque de Roma para abajo no he pasado.

Gennaro Gattuso contaba entonces con 19 años y estaba más pincelito que ahora y su perfil era más apolíneo y longitudinal, menos curvilíneo que el actual. Lo que son las cosas, el actual entrenador del Nápoles y Di Vaio coincidieron en la Salernitana la temporada posterior, ya en la serie A. ¡El mundo es un pañuelo! Luego, por curiosidad, seguí la carrera del delantero. Jugó en la Juventus y en el Valencia. Fue internacional, se puso la botas (nunca mejor dicho) marcando goles, más de 250 en su carrera. Nuestro estudiante no tenía mal ojo. Tampoco Gattuso, que en la previa del miércoles se dio con un canto en las narices al saber que las gradas de Anoeta iban a estar vacías y que la presión ambiental iba a corresponder a las gaviotas que sobrevuelan de vez en cuando el estadio. ¡Si alguien se encuentra con el famoso virus, que le suelte un par de mangazos, que no hace más que estropearnos planes. Se podía largar por ahí de fare casino y dejarnos en paz de una vez!

Los napolitanos no vinieron en plan estudiantes de Erasmus. La derrota ante los holandeses no les daba tregua, ni margen de error. No sé si, a priori, eso era bueno o malo para la Real. Como tampoco si la ausencia a última hora de Aritz Elustondo descompuso un poco el estado anímico del grupo. Por lo inesperado. Debut de Sagnan en competición europea, lo mismo que unos cuantos más de sus compañeros. Fueron los primeros minutos, con dos llegadas peligrosas de los italianos, los que quizás dependieron de eso. Poco a poco, las cosas se calmaron y la lesión de Insigne trasladó las dudas al bando contrario. Si Mikel Merino, en una buena que tuvo, le pega un punterón con la derecha, a lo mejor el balón llegaba a Urgull o al fondo de la meta partenopea. En este caso, el primer periodo hubiera sido espléndido.

Los de Imanol sabían de sobra lo que les esperaba y que, además de un balón, iban a necesitar reaños, pico y pala, para sacar adelante el partido. Si además la fortuna se alía con el oponente, todo se complica más. Que el lanzamiento de Politano le pegue a Sagnan, cambie la trayectoria y sorprenda a Remiro pertenece al guion de la mala suerte. El gol no respondía a lo que estaba sucediendo en el terreno, pero subió al marcador. Y como el rival no es manco y tiene más tablas que Moisés, sacó petróleo del gol defendiendo como lo hacen los equipos de su liga. Sin concesiones y como sea necesario. Al final, triunfo visitante sin mayores merecimientos. La Real dominó sin ocasiones y no mereció perder. Tampoco ganar. Los italianos no pudieron celebrarlo porque, cuando concluyó el encuentro y salieron del estadio, era más tarde de las once. Todo cerrado. Imposible un fare casino.