a estadística dice lo que dice. Son ocho partidos ya y a la Real le cuesta ganar en casa sin el apoyo de su público. Solo lo ha hecho una vez desde que cerraron las gradas. Pero hay casos y casos. Se han atragantado encuentros grises. Se han empatado duelos competidos ante rivales muy potentes. Y se han perdido enfrentamientos dignos de ser analizados por Iker Jiménez en Cuarto Milenio. El mediático presentador continúa aún investigando sobre las circunstancias en las que el Granada se llevó los tres puntos de Donostia, allá por el mes de julio. Con un misterio aún por resolver, desde anoche tiene otro sobre la mesa.

En el fondo, el fútbol nos gusta por esto. Solo en un deporte así, de tanteo bajo y millones de aristas por recorrer, puede suceder que el Valencia se lleve un partido como el de ayer. Lo hizo sin merecerlo. Aunque aprovechando también un defecto txuri-urdin que subrayó el propio Imanol Alguacil la semana pasada. Es su Real un equipo de muy buen comportamiento, tanto en materia defensiva como ofensiva. Concede poco. Y genera mucho. ¿Pero hasta dónde? Durante estos dos últimos encuentros, ya con la herramienta que supone Silva plenamente disponible, el míster ha ofrecido un clínic sobre cómo aportar a sus hombres alternativas para pisar con peligro la zona de tres cuartos. Sin embargo, llegados a esa parcela con el balón controlado, en el momento de la verdad, cuando la calidad, la precisión y la determinación individuales marcan la diferencia, los jugadores txuri-urdin no se están mostrando especialmente finos. "No estamos siendo agresivos en ataque", vino a declarar el técnico oriotarra. Con más razón que un santo.

La victoria de Elche debió haberse encarrilado mucho antes. Igual que ayer la Real tuvo que adelantarse en el marcador. Una Real en la que Silva apunta a confirmarse como el eje sobre el que gravita todo. Imanol está ensayando movimientos que con Odegaard apenas le habíamos visto. Como esa ya comentada presión que evita al canario saltar a por el central como lo hacía el noruego. O como intercambiar los perfiles de los interiores. Merino jugó ayer de interior diestro, con Januzaj metiéndose a su demarcación cuando los txuri-urdin ejecutaban su salida de tres. El propio Silva, mientras, se ubicó en el sector zurdo, donde nunca vimos a Martintxo. De inicio salió bien la jugada, sobre todo cuando el Valencia fue valiente, apretó arriba y los nuestros encontraron con eficiencia a compañeros adelantados entre líneas. Y también sacó réditos la Real a la nueva orientación de sus ataques después del descanso. Januzaj se pegó a la cal. Gorosabel se merendó él solito el carril del ocho. Entre ambos generaron un sinfín de situaciones que contaron con desenlaces de todo tipo, todos frustrantes.

¿Por qué? Pues, volviendo a lo del principio, porque los txuri-urdin se confundieron a la hora de ejecutar el último pase, a la hora de acertar con el momento de la asistencia, al golpear sus centros laterales, al decidir... Algo debe hacer Imanol para que este equipo, caracterizado por su colmillo afilado, por el ritmo de rock and roll durillo que imprime a los partidos siempre que puede, no se convierta en Blancanieves cuando merodea el área rival. Y aquí la táctica, en la que seguimos aprobando con nota alta, pierde trascendencia. Se trata de dar un toque en vez de dos. De buscar lo fácil antes que lo difícil. De atreverse a ponerla de primeras sin controlar el balón. O de ensayar disparos desde media distancia, cosa que, que yo sepa, no figura como delito en el Código Penal.

Con nuestro lateral derecho, medio grogui ya, regresando a campo propio tras su enésima internada, la cobertura de Oyarzabal no pudo impedir el buen centro de Gayá. Gol de Maxi Gómez. 0-1. Hay cosas que pueden suceder. Otras conviene mejorarlas, porque a priori parecen fáciles de corregir. Veremos el sábado contra el Getafe. Se ganará, se empatará o se perderá. Pero mostrar algo más de instinto asesino supondría ya una buena noticia. Palabra de entrenador. Del nuestro.