lbert Einstein decía que una persona que no había hecho su gran contribución a la ciencia antes de los 30 años, ya no la haría. Si eso sucede en la física, imagínense en el fútbol, donde la explosión de un buen futbolista, o simplemente de uno con posibilidades, se sitúa en una media inferior a los 23-24 años y la madurez se suele alcanzar a los 28-29. Una de las frases que más repito y que mejor resumen la fugacidad que se respira actualmente en el deporte rey es que eres tan bueno como has jugado el pasado fin de semana. Jacinto Ela, un futbolista con el que coincidí cuando informaba de las categorías inferiores, pasó de ser una de las mayores promesas no solo españolas, sino del mundo (fue catalogado como el mejor infantil) a deambular sin éxito por la Segunda B, tiene una máxima para explicar, a su manera, cómo funciona el fútbol actual: "Cuando llevas cinco años retirado eres buenísimo, aunque hayan rajado de ti toda la vida".

No figuraba en la misma promoción del guineano, al ser este mayor, pero conocí a David Silva en dos Europeos sub'17 consecutivos. No hace falta ser precisamente Einstein para adivinar que el primero lo disputó con un año menos, algo muy poco habitual en esas categorías. Era uno de esos jugadores que te marcan para siempre. Que como periodista deportivo sabes que algún día podrás contar la primera vez que le viste jugar. Solo un futbolista me ha impresionado de esa manera en edades tan tempranas y puedo decir que es muy de su cuerda; se llamaba Andrés Iniesta.

En la previa del primer campeonato solía hacer un reportaje, que ahora parecería un disparate proponérselo a un jefe de prensa, en el que el seleccionador analizaba uno a uno y en pocas palabras las características de sus convocados. No se me olvidará jamás lo que me contestó el bueno de Iñaki Sáez cuando le pregunté por Silva. Insisto, tenía 16 años y era de largo el más bajito de los seleccionados. "Ese va a jugar seguro en Primera División". No quiso explayarse más. No lo necesitaba. Y mira que no les suele gustar demasiado a los entrenadores aventurarse con este tipo de prematuros vaticinios, entre otras cosas para evitar que se les suba a la cabeza. La primera vez que le vi entrenar solo tardé unos minutos en entender la inusitada confianza que tenía en las posibilidades del chaval. Cerrabas los ojos y casi eras capaz de identificar por el sonido cuando había tocado la pelota.

Aquella selección, que era un equipazo, contaba con delanteros de la talla de Jonathan Soriano o Roberto Soldado, a los que se les caían los goles de los bolsillos, y jugadores de muchísima clase como Borja Valero, Gavilán€ Como su defensa y los porteros no estaban a la altura, sus eliminatorias de cuartos de final y de semifinales se decidieron en la tanda de penaltis. La primera la ganaron ante el anfitrión Dinamarca y la segunda la perdieron contra Francia. ¿Adivinan cuál fue el único que transformó sus lanzamientos en ambas tandas? Sí, el txiki de la familia.

Muy tímido y reservado fuera del campo, buen chaval cuando se abría, en el momento que entraba en el verde se transformaba. Un competidor nato, valiente, con una gran personalidad y con ese carácter innato de líder de los que no necesitan elevar la voz para hacerse valer. El escritor Francis Scott Fitzgerald contaba que le gustaba beber porque cuando lo hacía ocurrían cosas. Con Silva no hace falta, cuando entra en contacto con el balón sabes que algo va a suceder. Los delanteros están obligados a lanzar desmarques porque olisquean que en cualquier momento el canario va a encontrar el hueco imposible para asistirle con la magia de un genio y la precisión de un cirujano.

Me hace gracia porque tengo un amigo bilbaino que es un cachondo y siempre me dice que la forma más fidedigna de distinguir si es bueno el último jugador que han pescado de Zubieta la marca el nivel del enfado de nuestra reacción. Lo que desconoce es que lo mismo podemos decir de los refuerzos que hace la Real, más aún con la final de Copa pendiente, ya que cuando se ponen tan nerviosos como cuando se confirmó la noticia es que hemos dado en la diana. Es más, el otro día me contaron que uno de los pesos pesados del vestuario zurigorri le llegó a preguntar a su amigo Laporte por el estado físico de Silva a sus 35 años y su respuesta fue tajante: "El año pasado seguía siendo el mejor en los entrenamientos. Hace lo que quiere". Estamos hablando del Manchester City, que pasó por encima del Madrid que visita hoy Anoeta en la pasada Champions. Jugar como los ángeles al fútbol no entiende de edades y Silva va a seguir maravillando hasta el último día de su carrera. Luego, como es lógico, se tendrá que analizar su rendimiento, pero el fichaje es una de esas operaciones que cambian el signo de una ventana de mercado para un club y su afición.

Con la llegada del canario la Real entra en otra dimensión. Olabe explicó la pasada temporada que se habían sentado en mesas que en otras épocas eran impensables, aunque finalmente no había podido cerrar las contrataciones. La incorporación de Silva solo se puede entender por el crecimiento que está experimentando un club que se ha convertido en un ejemplo de gestión deportiva. Para entender que el 21 ha desestimado ofertas Champions para recalar en Anoeta hay que recordar los pilares tan sólidos del proyecto, basados en el minucioso trabajo con su prolífica cantera y el acierto en contrataciones como las de Merino, Odegaard o Isak, que en su conjunto han logrado convertir a la Real en uno de los destinos más atractivos no solo de la Liga, sino de Europa. Y ojo que la ambición de sus gestores apunta muy alto. Incluso por encima de nuestros sueños alcanzables a día de hoy. Si no para rato iban a convencer tan rápido a uno de los grandes mitos del fútbol español. Se abre el telón y aparece Don David Silva. Pasen y disfruten. Lo que las etapas en el Tour denominan hors catégorie nosotros en Anoeta lo llamamos un fuera de serie ¡A por ellos!