Y volvemos a empezar... Parece mentira que solo 55 días después de que Adnan Januzaj hiciera justicia con su gol que certificó la clasificación europea txuri-urdin arranque un nuevo campeonato que va a suponer otro viaje a lo desconocido. 55 días no son demasiados, menos que nunca, pero en este supuestamente corto intervalo de tiempo, con el mercado más parado que nunca por culpa de esta maldita pandemia, han sucedido cosas tan inesperadas como increíbles. Desde que el héroe belga no ha podido ejercitarse apenas por su positivo, hasta el revolucionario plante de Messi tras encajar una goleada de otra época ante el Bayern, pasando por su posterior petición de perdón y llegando a su actual reinserción como si nada hubiera pasado. Esto es fútbol. Qué vamos a decir nosotros después de la que lió Willian en enero, o la de Griezmann en su fracasado primer intento de emigrar al Calderón. En resumen, todo más viejo que Matusalén. En clave txuri-urdin, una vez superada la habitual rabieta del vecino por quedarse sin premio el curso pasado, por su acuerdo con el Antiguoko con el que se creen que de aquí a cinco años tendrán cinco Oyarzabales, tres Zubeldias y dos Barrenetxeas en su primer equipo, el llanto de dolor por el inesperado adiós de Odegaard se convirtió en lágrimas de emoción cuando todavía rodaba por nuestras caras, sin que llegásemos a borrarlo con kleenex. El incumplimiento del acuerdo alcanzado la pasada campaña por el Madrid (hay que decirlo más) dejó a la Real compuesta y sin su gran referente para la próxima temporada. Cuando muchos pensábamos que el noruego era insustituible, por su extraordinario talento y por encajar a la perfección en el estilo que pregona Imanol, Olabe se sacó de la chistera un conejo mágico con el fichaje de Silva. No estamos hablando de un cualquiera. El canario es uno de los grandes estandartes de la generación de oro española, vencedora de nada menos que dos Eurocopas y un Mundial. No será nada sencillo que el vikingo con frac de Drammen alcance un palmarés parecido.

Aunque todavía quedan 22 días de mercado, los movimientos de la Real nos tienen cuanto menos desconcertados a día de hoy. Dicho esto, si tenemos en cuenta que en la época posconfinamiento pasamos de la declaración de Olabe, que no descartó no reforzarse la semana de la reanudación, cuando apuntaba a un tercer puesto que le quedó demasiado grande, y que explicó que la gestión de esta campaña iba a partir "del grupo de 23 que conformaban la primera plantilla, los siete cedidos que han vuelto y el Sanse"; a, una vez superado el enorme susto por la posibilidad de quedarse con las manos vacías, el mensaje de Imanol en el que avisaba de que necesitaban fichajes para "seguir evolucionando" y su exigente aviso a navegantes: "Que los jugadores tengan contrato no significa que vayan a seguir aquí el año que viene". Desconozco la evolución de las conversaciones de puertas hacia adentro, pero si nos atenemos a lo sucedido hasta ahora, a día de hoy nos encontramos más cerca de lo comentado por el director de fútbol que por el entrenador. Destacado esto sin el más mínimo afán de buscar conflicto al constatar una irrebatible certeza.

Para los impacientes, tranquilos, no me olvido de destacar todos los logros de las renovaciones, que también se incluyen en la planificación de Olabe. Lo cierto es que el jefe deportivo supremo, a quien Aperribay ha entregado las llaves de todo, se ha ganado un voto de confianza pese a la abismal distancia que genera su personalidad y su forma de trabajar entre los que ha traído él, que le idolatran, y la mayoría de los que ya estaban, que no le pueden ni ver. Los demás, entre los que me incluyo, tenemos motivos suficientes como para creer en su obra. Y con Imanol estamos a muerte, su crédito es ilimitado. La asignatura pendiente de la dirección deportiva continúa siendo una Operación Salida que, dado el superávit de calidad que reúne actualmente el plantel txuri-urdin obliga a hilar fino, tomar decisiones valientes y arriesgadas y recaudar las consiguientes sumas de dinero con las que afrontar los nuevos refuerzos que reclama el entrenador. Sin obviar que el traspaso del ya olvidado Rulli es sin duda un buen punto de partida y una interesante referencia. Un verano más, en eso cambian muy poco las cosas, la Real vuelve a escuchar ofertas por Willian José, Januzaj y Llorente. Lo del brasileño parece que esta vez va en serio, porque a diferencia de otras ventanas de mercado del periodo estival, su actitud está agotando la paciencia en Anoeta. Su positivo no va a ayudar para que las ofertas se conviertan en convincentes, algo que por ahora no sucede. Llorente sigue aguardando un príncipe azul que parece no llegar nunca, sin darse cuenta de que en ningún sitio va a estar mejor que aquí. Y Janu Esta semana leí a Zalazar, el mítico exjugador del Albacete, que Mágico González solía ir a los entrenamientos del Cádiz acompañado de un enano. El entrenador no le dejaba pasar al campo hasta los minutos finales y sus compañeros, entre bromas, nunca conseguían hacerle un caño. Cuando se enteró de eso el salvadoreño cogió el balón y no tardó casi ni un minuto en pasar el balón entre sus piernas. Me quedé pensando, seguro que nuestro Janu también lo lograría. Su talento ya es indiscutible. Pero yo quiero dejar claro que la campaña pasada acompañó sus filigranas con buenos datos y con el gol de la temporada. Por eso, aunque haya vuelto a poner de los nervios a los gestores realistas en los albores de su cuarto curso en Donostia y solo le quede contrato hasta 2022, no encuentro motivos para desprendernos de un futbolista distinto que, enchufado, es capaz de marcar diferencias y de erigirse hasta en la estrella del equipo. Algo que se dice rápido con el nivel que hay. Por cierto, no seré yo quien ponga la lupa en los positivos, con los que adoptaré la misma postura que el almirante británico Nelson en Trafalgar: "Inglaterra solo espera que cada cual cumpla con su obligación". Tampoco soy nadie para poner en duda la carga de trabajo de Imanol, pero soy de los que piensa que la Real se preparó igual de bien que el resto de equipos para el posconfinamiento y que lo que quizá no supo administrar de forma correcta fue la acumulación de entrenamientos y partidos. Al igual que ahora, como sucedió por poner un ejemplo en Vila-real, cuando la víspera el oriotarra les dio una paliza física que no aguantaban ni varios de los subidos del Sanse, siendo esta además una pretemporada atípica y repleta de imprevistos. Se entrena como se juega, bien, pero si te lesionas entrenando o en los amistosos luego no puedes competir. Obvio. Insisto, acepto contrato vitalicio a Imanol, o hasta cuando él quiera o se canse.

Una de las cosas que más me impactó de la crisis de Messi fue una viñeta en la que se le ve mirando preocupado a un niño desconsolado con la cabeza entre sus piernas con el 10 y su nombre a la espalda. Me pareció buenísima y certera, porque daba en la diana. El astro argentino ninguneó a los más importantes, sus incondicionales devotos. Los que le adoraban y le consideraban un dios. Los que creían y soñaban con ser algún día como él. En este apartado es donde podemos considerarnos auténticos privilegiados por el sentido de pertenencia que demuestran los nuestros. Tanto los que sienten el club desde la cuna como los que aprendieron a amarlo. Las comparaciones no siempre son odiosas. Por eso ensalzo las lágrimas de Imanol tras lograr el pase europeo al acordarse de sus sobrinos que se metían en la cama llorando cuando perdía su Real. Y también saco pecho orgulloso por la inmaculada hoja de servicios de nuestro último 10 eterno, Xabi Prieto, cuyo sueño no era convertirse en futbolista, sino jugar en la Real, y cuya obsesión tras el descenso era dejar al equipo de su corazón donde lo cogió, en Primera. Aunque la ambición sea máxima y el club realista quiera sentarse en la mesa de los más grandes, siempre nos seguirá conmoviendo la pasión casi a nivel forofo que profesan nuestros ídolos por nuestros colores. Héroes que jamás fallarían a su escudo. Así es como se acaban alcanzando gestas que, en teoría, parecen no estar destinadas a un paladar terrenal como el nuestro. Y si a alguno le queda una duda de dicha distinción, que le pregunten al bueno de Odegaard Volvemos a empezar con la expectativas por todo lo alto. ¡A por ellos!