o sé, el rencor no trae nada bueno ni es recomendable para la salud. Pero tengo muy claro que va a haber un antes y un después de lo sucedido esta temporada. Ni olvidamos ni perdonamos. No es que las tenga todas apuntadas en una libreta, sino que las llevo grabadas a fuego en lo más profundo de mi mente. Les pongo en canción. El 10 de marzo la Real venció al Eibar 1-2 en el partido aplazado que tenían y se encaramó a la cuarta posición. Luego se decretó la suspensión de la Liga y el 16 de abril la Federación anunció que, si finalmente no se podía reanudar la competición, los cuatro primeros en ese momento, es decir Barcelona, Real Madrid, Sevilla y Real, serían los que disputarían la próxima edición de la Champions. A pesar de que sus lloriqueos orquestados en varias entrevistas radiofónicas parecieron pataletas de niños, quien más y quien menos entendió la rabieta del Getafe. Estaban empatados a puntos con la Real, a la que habían derrotado en su visita a Anoeta. Lógico que lo intentaran, pero su argumento no tenía ningún recorrido porque no se había disputado el partido de vuelta y el gol-average particular solo cuenta al final del campeonato. Fin de la protesta.

Y luego estaba el Atlético que, como todos preveíamos, no iba a acatar de buen grado la decisión de la Federación. Todavía no sabemos en base a qué, probablemente tratando de aplicar la ley del más fuerte, Gil Marín no tardó en saltar a la palestra con unas declaraciones a la agencia Efe en las que aseguraba que no podían permitir que una injusticia así saliera adelante: "Los aficionados del Atlético de Madrid se merecen que su equipo pueda pelear sobre el terreno de juego por clasificarse para una nueva edición de la Liga de Campeones, lo contrario sería robarles la ilusión. Nuestra liga es una competición que dura nueve meses y consta de 38 partidos, en la que jugamos todos contra todos a ida y vuelta y todo lo que no sea completar este formato supone que esa competición debe ser nula porque, si no, sería injusta, dando ventajas a unos sobre otros". Si se hubiese declarado nula, cómo no, su abrumadora lógica imponía que volviesen a ser los mismos equipos que el año pasado los que copasen los puestos europeos. Y, como en un truco de magia, el Atlético volvería a participar en la Champions, a pesar de que en el momento del parón ya se habían disputado más de dos tercios de competición y que, justo en esa jornada, ya es mala suerte, se encontraba en puestos de Europa League. Pero no contento con eso, el máximo accionista rojiblanco, muy amigo de Aperribay, por cierto, fue más allá e incluso se atrevió a opinar sobre lo que debían hacer los finalistas de la Copa del Rey, en una clara demostración del que se siente por encima del bien y del mal: "Si la Federación quiere resolver la plaza de Europa League que otorga la Copa del Rey antes del sorteo de la próxima edición de las competiciones europeas debe aceptar la realidad por dura que sea, como la debemos aceptar todos los clubes, es decir, jugar la final a puerta cerrada, como nosotros jugaremos nuestros partidos de Liga".

Tremendo. Es ahora, en el momento en el que vuelves a repasar estas declaraciones, cuando empiezas a sospechar y a pensar cosas raras. Me niego a creer que hay una campaña organizada en contra de la Real, porque entonces ya no merecería la pena nada, pero lo que está claro es que a los corruptos gestores del fútbol español les convenía que entrase en Champions del modo que fuese el Atlético. A partir de ahí, que cada uno reflexione y saque sus propias conclusiones. Lo que tenemos muy claro y no admite discusión es que el atropello que le han hecho a la Real en este desenlace exprés de la competición es el mayor escándalo que se recuerda en la Liga. Porque un error arbitral, aunque esté el VAR, lo llegamos a aceptar como algo habitual, pese a que esta vez se hayan pasado de la raya (la designación de González Fuertes, el peor de la categoría de largo, amenaza con ser el truco final). Pero unas diferencias tan abismales y siempre perjudicando al club donostiarra en unos horarios fijados en frío y con tranquilidad desde un despacho son como para investigarlo a fondo.

Por cosas como estas, la de la denuncia atlética y la de la arbitrariedad en las jornadas de descanso, te entra la risa cuando escuchas el gran éxito del Atlético. Los colchoneros son de largo el tercer mayor presupuesto de la Liga, por lo que si acaba en esa posición se supone que solo cumplen con su obligación. En teoría el de la Real es el noveno y se presenta hoy en el Wanda en sexta posición, con opciones de quedar quinto, pero también de caer y ser octavo. Acomplejado ante la abrumadora influencia de su vecino blanco abusón, al Atlético le suele gustar autoproclamarse el equipo del pueblo. Muy boyante debe ser la situación económica de ese pueblo, con 342 millones de límite salarial y fichajes y fichas inaccesibles para los terrenales.

No me gusta generalizar ni considerarnos especiales. Porque como suelo repetir, todos tenemos cosas en común. Eso sí, hay una cuestión que tengo muy clara. La Real es el equipo de mi pueblo. El orgullo de mi gente. Y debemos sentirnos especialmente ufanos por su reacción en plena tempestad. Contra viento y marea. En el colmo de las adversidades, los de Imanol han hecho de tripas corazón para salir adelante. Y este es precisamente uno de los últimos pasos que les veníamos reclamando en un año en el que han vuelto a ser el conjunto al que más marcadores le han remontado. Carácter y personalidad. Todavía le falta para convertirse en un equipo ganador. Hoy tiene una buena oportunidad para demostrar que atesora los mimbres necesarios para lograrlo. Pero insisto, no es normal que, muertos, como reconoce su entrenador que están, sigan sacando fuerzas de donde no hay, porque les han dejado sin opción de recuperarse, para plantar cara a quien sea y aferrarse a sus opciones de entrar en Europa. Y en este sentido destacar una vez más el papel capital que ha jugado Imanol, que ha perdido años de vida en dos meses (nosotros alguno también). Recordando su mensaje previo al Sevilla, no estoy de acuerdo con que ya estará satisfecho pase lo que pase en este final, porque no sellar el pasaporte europeo supondría un mazazo demoledor y muy grave de cara a la inminente planificación del siguiente curso. Pero, en cambio, suscribo que ocurra lo que ocurra, estamos muy orgullosos de vosotros. Porque primero nos enamorasteis con un fútbol de postín que nos enganchó con una rapidez inusitada, y después, en la deriva, cuando todo salía mal y la impotencia nos condujo a la desesperación, conseguisteis lo más importante de todo, que quisiéramos sufrir con vosotros. Demostrasteis que tenemos escudo y que jugáis con corazón, con pasión. Y lo habéis dado todo por hacernos felices en el campo, que es donde deben demostrar los futbolistas. En el verde, donde reside su única verdad. Como dijo Bielsa tras subir al Leeds: "Nos preparan para sobresalir y para generar prosperidad material. Ricos y famosos, como en las revistas. Pero lo que vale la pena son las emociones que recordamos y los afectos que construimos". Que sepáis que estamos preparados para las dos últimas horas en la sala de torturas. Insisto, no olvidéis que habrá un antes y un después de este sinsentido campeonato exprés. Y aunque no podáis sentirlo, os habéis ganado que los lazos con vuestra afición estén más reforzados y consolidados que nunca. Que por fin se haga justicia y la Real se clasifique para Europa. ¡A por ellos!