n grupo de chavales de 12 años nos encargábamos de mover el marcador en el patio del colegio San Marcial de Irun durante los partidos de basket en los que jugaba La Salle frente a equipos guipuzcoanos, vizcainos, alaveses y navarros. Eran tiempos en los que se competía al aire libre, se tiraba al tablero para asegurar, no existían los triples y si llovía te mojabas. Ni polideportivos, ni parqué, ni leches. No recuerdo en qué categoría competían. Como en todas partes cuecen habas, un día llegó el Águilas de Bilbao, el gran favorito. En sus filas, un médico de carrera y jugador de muchas temporadas. Jorge Guillén. Posiblemente, en el partido, unos y otros, se las tuvieron tiesas. Tanto que, al terminar, el jugador camino de los vestuarios le llamó al árbitro: oligofrénico.

Nosotros, unos críos, le miramos aturdidos porque no habíamos oído jamás esa palabra. Supongo que el árbitro tampoco. Se dio cuenta y nos explicó lo que significaba. Hay cosas y momentos que se me olvidan, pero ese en concreto, no. Traigo esto a colación, porque a Illarramendi le han caído dos partidos de sanción por decirles a los trencillas del desaguisado del domingo: "Sois un desastre". ¡Estuvo muy fino! Que a un chaval con cara de no romper un plato, que no levanta la voz ni aunque le provoquen, que de joven debió ser monaguillo, que es más bueno que Santa Gema Galgani, que€ le zumben de ese modo, no hace sino certificar el despiporre general del momento en el que nos movemos con coristas, vicetiples, palmeros y vedettes en plena efervescencia.

Se ha instalado tal desorden que te encuentras con partidos inconcebibles, oligofrénicos. El Depor-Rayo, por ejemplo, fue un ejercicio desmesurado de desmesura. No había por dónde cogerlo. He podido comprobar varios atropellos además de los que nos salpican de cerca. Me sorprende que los dirigentes estén anestesiados y que no haya nadie capaz de salir y montar una parda para que, por lo menos se enteren, de que tontos no somos y nos damos perfecta cuenta del bochinche. Ayer, nuevos argumentos para que aumente la indignación. Pero somos como el río Ebro al pasar por El Pilar. Guardamos silencio. Hablé el lunes con un jugador habitual titular del equipo. Me repitió el ¡Qué asco! media docena de veces. Y no escribo más porque le faltaría al respeto y a la confianza.

Terminé por decirle que aparcara el cabreo monumental y pensara en el partido de ayer, porque todas las fuerzas que se pierden en quejas y lamentos, nos faltarán cuando sean necesarias. Y le animé a que ayudara a los compañeros que lo necesitan los que no están jugando como quisieran y que son determinantes. Eso me sigue pareciendo clave. Ante el Madrid aparecieron los llamados brotes verdes antes que pasara la podadera y los cortara de cuajo. Ante el Celta, exultante por la goleada ante el Alavés, el equipo volvía a pasar la prueba de algodón, la cuarta en diez días. No hay quien lo resista. Sexto penalti en contra en los últimos seis partidos. ¿Quieren que batamos el récord o qué? Una jugada aislada, que no correspondía al son del partido, terminó en once metros como podía haber acabado en el limbo. Penalti manzanillo, con piscinazo incluido, que terminó siendo decisivo. Encajar un gol al borde del descanso, no es plato de buen gusto. Y las remontadas en este momento parecen utópicas.

Fiel a sus ideas, Imanol ofreció la titularidad a Martín Zubimendi. Me acordé mucho de su aita, Tomás, con quien compartí experiencias educativas hace muchos años. Preparador físico de vanguardia y entrenador de fútbol, seguro que no esconde la felicidad por el momento que les toca vivir, aunque los resultados contrarios pongan ese punto de amargura que nos acompaña desde la vuelta a eso que llaman normalidad y que de ello tiene poco.

¿Voy a hacer una pregunta? Cuando nos encerraron en las casas durante tantas semanas, los clubes se preocuparon de la condición física de los jugadores. Les dieron todo tipo de herramientas para que se esmeraran en no perder el tono. El cuerpo estaba atendido ¿Nos pasamos en eso de frenada? ¿Y el alma? Futbolistas que viven lejos de sus familias, solos, con la incertidumbre como solitaria compañera. ¿Alguien se preocupó por el componente anímico de los jugadores? ¿Disponían de recursos para superar mentalmente una situación como la que nos tocó vivir? La experiencia y el conocimiento eran nulos para todos.

Y pregunto esto porque el equipo no responde. Es cierto que la suerte no le acompaña y que no reciben premio por el esfuerzo. Los resultados están siendo crueles y no ayudan a progresar. El Celta se encontró con un gol. Lo defendió a capa y espada y chocamos contra la estructura de su presión, de la defensa que plantearon desde el principio y con la que terminaron al final. No pudimos dar buena respuesta. El entrenador cambia todo lo que pueda, mete a jugadores de distinta fisionomía y aportación, pero la resultante sigue siendo la misma. Por eso, he hecho la pregunta. Nos cuesta mucho crear ocasiones y materializarlas. Nuestro ritmo se parece poco al que mostraron en jornadas precedentes. Ahora, en todos los partidos, vamos a remolque. A los artilleros se les ha apagado la mecha y el cañón está sin munición.

Ni se me ocurre hablar de Champions, ni de Europa, ni de nada que no sea el equipo en sí. Lo más fácil sería decir que "sois un desastre". A esa peña no me apunto, porque estoy detrás de la pancarta de aquellos que se esmeran en ayudar al grupo, en decirles que seguimos creyendo en ellos y que deberían irse a comer todos juntos un día para liberar tensiones y reforzar sus formidables relaciones, porque ellos son los que sacarán esto adelante. No hay otra.