s una teoría que tengo confirmada desde hace tiempo: todos los condicionantes ajenos al juego perjudican a la Real. Si llueve, mal; si hace viento sur, mal; si el campo está en malas condiciones, mal; si sus dimensiones son pequeñas, mal; y, sobre todo, si hay una pandemia mundial, fatal. En este último caso las consecuencias parecen ser terribles. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Nuestra gran Real, la que nos enamoró hasta convertir la cita de dos horas con ella en el gran momento de nuestras semanas antes del parón, la que iba cuarta y se clasificó para la final de Copa (eso no nos lo va a quitar nadie) se ha desvanecido como un castillo de naipes. No se puede entender. Por mucho que diga Imanol "nos ha sentado fatal", la sensación ha pasado de ser muy preocupante a dar miedo verle en acción. Bueno, lo de acción es un decir, claro.

Lo recuerdo como si fuera ayer. La Real de Arrasate había caído en la segunda previa de la Europa League en Krasnodar. Hicimos noche en la lejana y, por aquellas fechas, muy calurosa localidad rusa y volamos de vuelta a primera hora de la mañana. El ambiente no tuvo nada que ver con lo vivido en el viaje de ida, cuando las risas y las bromas inundaron la totalidad del avión pese a que la mitad de asientos estaban sin ocupar. En esta ocasión, tras el desastre por la remontada y la eliminación, el silencio guardaba muchas de las respuestas. Como cuando se convierte en el ruido más fuerte. La mayoría de jugadores apenas hablaba y los que jugaban a algo para matar el tiempo lo hacían sin elevar la voz y tratando de pasar lo más inadvertidos posible. Luego estaban los que peor llevan la derrota. Normalmente los más competitivos y ganadores. No se crean, conviene evitar que les toquen mucho las narices en esos momentos tan delicados en los que no rigen con la suficiente mesura y tranquilidad. Y si no, que se lo pregunten a Fernando Torres, que decidió marcharse del Atlético cuando era su estrella el día en el que a su afición no le importó perder 0-6 ante el Barcelona para perjudicar al Madrid en su lucha por el título de Liga. Hay que tener mucho cuidado con los especiales y distintos, los que están hechos de otra pasta, para no sobrepasar el límite de su paciencia.

Los periodistas desplazados estábamos situados al final del avión y la mayoría nos pasamos el largo vuelo escribiendo para adelantar la tarea. El caso es que rememoro la situación porque me recuerda muchísimo a la actual. El equipo acababa de comenzar la competición y, tras llevarse una bofetada descomunal, tenía que recibir en la segunda jornada al Madrid el fin de semana en Anoeta. Seguro que les refresca la memoria que la cosa empezó fatal, con un dramático 0-2 a los diez minutos, pero la Real lo volvió a hacer, reaccionó, remontó y se impuso 4-2 con una actuación estelar de Zurutuza que me apetece remarcar ahora que se encuentra en horas bajas.

La gran mayoría de los legendarios triunfos en la historia de la Real han sido contra el Madrid. Eso no nos lleva a pensar que es nuestro eterno rival, porque es evidente que se encuentra a otro nivel. Un factor que además proporciona mucho más valor a esos éxitos en duelos directos y al extraordinario pulso que nuestra generación de oro mantuvo con el coloso blanco en la época de las ligas. O incluso a día de hoy, el Madrid parece encontrarse en otra galaxia y, a pesar de todo, la Real le ha ganado tres de los últimos cuatro encuentros que les han enfrentado. Dos de ellos en su feudo y uno en formato de eliminatoria de Copa a partido único. A ver cuántos pueden decir eso.

Con el frenético formato de este final de Liga, no van a tardar en aparecer equipos que, como hizo por ejemplo el Eibar, van a reservar a muchos titulares ante los dos gigantes, conscientes de que no se les ha perdido nada en esos choques donde es casi imposible puntuar. La Real no tiene ninguna intención de comer a la carta. Aunque sus dos fracasos anteriores aprietan el nudo de la corbata europea, los blanquiazules van a recibir al Madrid sin ningún complejo y creyendo firmemente que la victoria está al alcance de sus posibilidades. Y nosotros también. No solo por lo que ha hecho esta temporada. También porque guardamos en nuestra retina a plantillas vulgares txuri-urdin que plantaron cara a los todopoderosos planteles merengues.

El Madrid siempre es el Madrid. Esté como esté. Con equipos confeccionados por un elenco de figuras mundiales. Me llamó mucho la atención lo que dijo Andy Cole, exdelantero inglés del Manchester United, al rememorar los minutos previos de un partido de Champions: "Recuerdo que cuando jugamos contra el Inter de Milán, estábamos en el túnel para saltar al campo y vi a Ronaldo. No voy a mentir, casi me meo encima. Era un jugador que había estado siguiendo durante años. Estamos hablando de un delantero, un verdadero creador de juego. En ese momento me di cuenta de que era una locura, algo surrealista, estaba en el mismo campo que todas estas estrellas, realmente de otro mundo. Cuando hablo de Ronaldo con mis hijos, me miran como si tuviera tres cabezas". Desde mi punto de vista, más modesto, el de periodista, me pasaba lo mismo cuando tenía al astro brasileño delante en la zona de prensa cuando vestía de blanco. Era el único jugador que cuando comencé a trabajar me seguía impresionando tenerlo enfrente. Y eso que en aquella plantilla estaban todos los galácticos.

Pues bien, a ese increíble Madrid, un equipo de cómic, también le discutió el título la Real hasta la penúltima jornada. A veces no nos damos cuenta de lo impresionantes que han sido todas esas proezas ante el titán blanco y todas sus armas que provocan que siempre compitas contra él en inferioridad (no solo presupuestaria y deportiva, todos sabemos a lo que me refiero). Y si no, que le pregunten a los merengues lo que ha significado siempre para ellos visitar Donostia, donde lo único amable que recibían eran los ánimos de muchos policías nacionales en el túnel de vestuarios antes de saltar a Atocha.

Buen momento para calibrar la importancia real de la afición para equilibrar las fuerzas en estos duelos históricos. Más aún cuando algún perturbado malintencionado confunde la idoneidad de llevarse bien con ser un club filial blanco, cuando en pocos sitios se han sentido y se sienten tan incómodos. Me mojo, el secreto seguro que era la comunión grada-equipo. Por eso duele tanto verles sufrir como lo están haciendo sin la posibilidad de proporcionarles ese aliento siempre necesario para tratar de que recuperen la confianza. Más allá del bajón general que hemos experimentado en estos dos encuentros y de que nos cueste reconocer a los nuestros, no se les ha podido olvidar jugar. Ni están tan mal como parece. Seguimos con vosotros a muerte, aplicando la terapia de los "mismos once cabrones" de Toshack. Todos sabemos que ganar a los blancos vale doble y borra el rastro de cualquier derrota o decepción anterior. Y lo mejor es que estoy convencido de que la gran mayoría de sus seguidores confía firmemente en dar la campanada de nuevo. Resurgir de las cenizas justo cuando nadie da un duro por ellos. Sin miedo. Por nosotros y por vosotros. Por los que lo lograron y por los que lo lograrán. Por la Real. Hoy más que nunca, "no me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada día te quiero más". En las duras y en las maduras. ¡A por ellos!