e han cumplido diez años del partido de Cádiz, algo así como los riscos de Covadonga para Don Pelayo. La victoria contundente en el Carranza y el posterior triunfo ante el Celta en Anoeta, llevaron a la entidad a Primera División. Aquel día, pegando un sol de justicia en la cabina de transmisión, la afición realista se movilizó y acudió a la llamada de su equipo. Lo ha hecho siempre que lo ha necesitado. Pasada la década, los partisanos se han encargado de recordar el momento. Creo que ha sido lo más grande en muchos años, porque cuando afloran los sentimientos poco hay que añadir. Aquel viaje fue una muestra de solidaridad. No faltó nadie. Ni siquiera una imagen de la virgen de Arantzazu.

Al acabar el partido aquel día, en el hall de vestuarios, coincidí de frente con dos consejeros que llevaban en la mano la estatuilla de unos 30 centímetros. Había presidido el vestuario txuri-urdin durante todo el encuentro, en una balda por encima de los bancos en los que se cambiaban los futbolistas. Asombrado ante lo que veía, encontré en sus rostros la inmensa alegría de la victoria. Todo valía en un cajón de sastre colosal con Martín Lasarte, Alberto Iturralde, Pablo Balbi y el resto del elenco. Estábamos todos encantadísimos. A la salida, en la puerta que conducía a coches y autocares, la gran hinchada txuri-urdin esperaba a sus ídolos sin ocultar ni un gramo de la alegría que llevaban por dentro. ¡Momentazo!

Dos años antes, en Mendizorroza, se acarició el momento pero en un santiamén, pasamos de Segunda a Primera y retornamos al punto de partida. Allí también estaban los seguidores, descompuestos y con peor cara. El domingo ante Osasuna les echamos en falta. Les cuesta dejar abandonado a su equipo, porque saben que necesitan su apoyo incondicional. El factor campo ha dejado de serlo, aquí y en Alemania. No hay presión ni al rival, ni a los árbitros, ni a nadie. Una lerdez de partidos. La pasta es la pasta, pero lo que vemos no es fútbol, ni se le parece. Más adelante, volveré a sacudir a la organización, porque esto no se sostiene. Andamos todos bastante atolondrados. ¡Yo, el primero!

Como digo, aquel día ante el Alavés se nos vino el mundo encima. Siempre que jugamos contra los babazorros recuerdo aquel día de mayo en el que tocó sufrir. Tardamos en levantar cabeza. Por eso, cuando hoy compruebas dónde y cómo está la entidad, valoras el esfuerzo de tanta gente en el camino. Basta comprobar las patas de un banco que sostiene una economía impensable, con un presupuesto descomunal. Lo mismo con un estadio remodelado, impecable, dejando atrás el elefante blanco que nadie quería. Sumemos la gran respuesta social con más de 35.000 fieles seguidores de carné. Junto a eso, el modelo Zubieta con la apuesta inequívoca por los jugadores de casa, a los que acompañan recursos no menores de personas y medios. A día de hoy, aunque estemos un puntito depres, esa es la realidad.

Ese primer equipo no pudo el domingo con Osasuna, ni ayer con el Alavés, porque no está bien, porque después de tanto tiempo sin jugar no es fácil recuperar el ritmo, velocidad de crucero con la que nos deleitaban. Y no hace falta que nos machaquen que todos nos damos cuenta. Al descanso, no me quedó otra que ir al cuarto de baño, coger una pastilla efervescente de Actron para quitarme de encima el dolor de cabeza que me pusieron los dos comentaristas insoportables de la televisión que transmite el encuentro. ¡Qué barbaridad! Del mismo modo que no dejan entrar espectadores, podían dejar en sus casas a esa pléyade de tristes que nos asolan con su muy discutible opinión. Y mientras tanto, las pobres emisoras locales siguen replegadas en sus feudos.

Mientras esperaba que dieran las siete y media, en otro canal, me enganché a una deliciosa película de Billy Wilder, Con faldas y a lo loco, donde se mezclan atractivos ingredientes para que el espectador disfrute. Momentos inolvidables entre Marilyn Monroe y Toni Curtis, con un beso tan prolongado entre ambos en el que se escucha ¿quién te enseñó a besar? No lejos de ellos, un excepcional Jack Lemmon completa el elenco de un filme en blanco y negro con sesenta años de vida. Cuando apareció en pantalla el The End, el partido había comenzado. La presencia de Zurutuza, casi olvidado por tantos meses en el dique seco, fue una buena noticia. Me alegro por él. Lo mismo que por el debut de Roberto López.

En este trágala al que estamos sometidos, conviene no despistarse. Los árbitros se lo están pasando en grande. Nula presión y lluvia de penaltis, expulsiones, goles ilegales, flagrantes omisiones, etc. Se les ven las puntillas. El colegiado de ayer sigue siendo igual de lamentable que antes de la pandemia y el confinamiento no le ha mejorado. El primer tanto es un fuera de juego se pongan como se pongan, hagan rayas de colorines o se tatúen golondrinas en los sobacos. Tardaron en validarlo lo que no está escrito en los papeles. Esta mierda (con perdón) que nos estamos tragando no es fútbol. Música de fondo que no pega, simulacros de animación de los aficionados ausentes, telones de fondo estáticos, diez sustituciones€ Se les ha obligado a jugadores y técnicos a diseñar una pretemporada de termómetro y tiritas. Lamentable. Solo les importa el negocio. Hacer caja pasando por encima de lo que sea necesario. A día de hoy, lo mejor que podemos hacer es ayudar al grupo que da la cara en el terreno y en el banquillo. Aunque no le salga nada, será bueno dejar de hablar de Champions, Europa y demás objetivos. Eso, en este momento, solo crea ansiedad y, aunque Imanol no quiere hablar de excusas, dispone de un abanico de argumentos para justificar la situación de los suyos. El domingo llega el Madrid. Creo que da lo mismo que si se presentaran Las arrecogias del beaterio de Santa María Egipciaca, la obra teatral de Martín Recuerda que me sirvió para titular esta sección. En las circunstancias de siempre viviríamos una semana de chispa y un partido colosal. ¡Con faldas y a lo loco!