aixo afición txuri-urdin! Nos quedó bonita la delantera en un club de mi país, entonces dominante, que ahora se ha visto relegado en trascendencia por otro equipo de la capital. Tanto mi compañero de ataque como yo habíamos vivido experiencias digamos que más potentes. Él, en una escuadra candidata a todo en la liga holandesa. Yo, en un histórico de la Bundesliga. Pero a ninguno nos terminaron de ir bien las cosas. Dimos un paso atrás, coincidimos y formamos un buen tándem vestidos de amarillo, a las órdenes de un entrenador que lleva tiempo sin ejercer y a quien recordáis en mucha mayor medida por sus méritos sobre el césped que por los contraídos sentado en un banquillo.

El caso es que el míster era y es amigo de quien ejercía entonces de director deportivo de la Real. Y no tardó en establecerse la conexión. ¿Por qué me eligieron a mí y no al otro delantero del equipo? Esa pregunta no me corresponde contestarla a mí. Ya por aquel entonces circulaba en los mentideros futbolísticos la teoría de que "el bueno" era él, mi compañero. Y de que mi nivel resultaba algo más discreto. Ocurrió, sin embargo, que el cerco se estrechó cuando, a finales de diciembre, viajamos al sur de Italia para jugar un partido de la Copa de la UEFA. De la famosa dupla de ataque, solo yo entré en la convocatoria. Y aun así ahí estaba, en la grada, vuestro mencionado director deportivo, siguiendo el partido libreta en mano. Blanco y en botella. Me queríais a mí. La Real pagó algo más de dos millones de euros por el traspaso, y menos de un mes después, transcurrido el parón navideño, ya estaba debutando en la Liga.

Lo hice en Anoeta, ingresando en el campo durante el descanso de un partido que perdimos en el último minuto, por culpa de un gol marcado por un futbolista al que guardáis bastante más cariño que a mí. Pese a aquel resultado, os gusté mucho de inicio. Las cifras, además, comenzaron acompañándome. Firmé un par de exhibiciones que os ilusionaron. Y sin embargo ahí quedó la cosa. Tuve mis problemas con las lesiones, cierto. Pero el bajón futbolístico vino antes que los problemas físicos. Teníais frescas en la retina mis mejores jugadas, mis mejores goles. Y visteis luego, impotentes, cómo se diluía sin remedio todo lo bueno que llegué a prometer en los primeros partidos.