aixo afición txuri-urdin! Mi historia tiene su miga. Debuté en Primera División con solo 17 años, en un escenario de quilates, todo un Santiago Bernabéu. Y justo diez años después, me convertí en futbolista del tercer equipo de la Real Sociedad. ¿Qué pasó entre ambas fechas? Necesitaría cuatro o cinco páginas como esta para explicarlo todo. Así que prefiero resumirlo todo expresando esa gran duda que siempre ha acechado mi cabeza durante tantos y tantos años. ¿Cómo habría resultado mi trayectoria de no mediar aquella maldita lesión? Nunca ha sido la Real un equipo de pretemporadas lejanas y exóticas. Pero tocó así un verano. Y regresé, en aquel maratoniano vuelo, con la rodilla marcada de por vida. Volví a competir. Volví a pisar los terrenos de juego. Pero el contador de mis comparecencias con el primer equipo txuri-urdin ahí quedó. En total, siete partidos oficiales, todos previos a la mencionada lesión.

Jugué en el Sanse. Me cedieron un par de veces. Y la Segunda B terminó convirtiéndose en mi hábitat. Pensaréis, leyendo estas líneas, que tuve tiempo de sobra para reconducir mi carrera, y que sufrir problemas físicos en edades tempranas no tiene por qué ser sinónimo de trayectoria condicionada. Tiene toda la pinta, sin embargo, de que aquella famosa lesión sí que me lastró. No lo digo yo. Lo dicen los hechos. Porque volví a dañarme la misma rodilla en otras dos ocasiones, señal de que algo no funcionaba del todo bien por ahí abajo. Eso sí, la clase, esa que me convirtió en una de las más firmes esperanzas de la cantera, no la perdí nunca. Durante una de aquellas cesiones, en un club de Alicante, clavé un golazo de chilena que hoy día, con las nuevas tecnologías, daría la vuelta al mundo.

Como os comentaba al principio, mis últimos años como futbolista los pasé compitiendo en un fútbol muy modesto. Las circunstancias me llevaron a jugar de nuevo bajo el paraguas de Zubieta y de su estructura formativa, durante una temporada de transición. Y colgué las botas un par de años después, tras defender los colores del equipo de mi pueblo. El gusanillo del fútbol no lo he perdido pese a todos los contratiempos vividos. Y me encantaría poder seguir ligado a este mundo desde los banquillos.