aixo afición txuri-urdin! Tal y como sucedió con mi amigo Jorge Molina hace unos días, os escribo en calidad de exrival. Y es que varios pasajes de mi trayectoria y de la vuestra han quedado ligados para siempre, aunque actualmente vivamos en mundos distintos. Vengo de jugar el mes pasado toda una eliminatoria de Champions. ¡Así que está difícil lo de entrevistarme! En este periódico, sin embargo, no pueden quejarse. Les atendí gustoso en su día, devolviendo incluso la llamada perdida que vi en mi teléfono móvil. Modestia aparte, creo justificado que quisieran hablar conmigo. Me salía del mapa cada vez que jugaba contra la Real.

Recuerdo, por ejemplo, una exhibición txuri-urdin en mi exestadio que, sin embargo, terminó con empate sin goles. Y recuerdo también un nuevo 0-0, este en Anoeta, que bien pudo suponer el debut triunfal de vuestro recién llegado delantero. Aunque, ojo, he asistido en primera persona, igualmente, a importantes victorias de la Real. ¡Qué digo importantes! ¡Importantísimas! Sobre todo para Philippe Montanier. Pasó dos temporadas en el banquillo de Anoeta. Dos veces llegó a jugarse la cabeza, una en cada campaña. Y, en ambos casos, el definitivo punto de inflexión lo consiguió superando a mi equipo. Debo puntualizar que yo no fui el responsable directo de los resultados en cuestión. De hecho, brillé defendiendo aquella camiseta. Y conseguí así que un grande de Europa se fijara en mí.

Cuidado, quizás esta última frase no se corresponda del todo con la realidad. Porque, al fin y al cabo, no fue el director deportivo de ese poderoso club quien me siguió desde la distancia. El responsable del traspaso resultó un viejo conocido vuestro, guipuzcoano él, a cuyas órdenes había trabajado en la Liga. Congeniamos. Entrenamos a gusto el uno con el otro. Y él terminó apostando por brindarme la oportunidad de mi vida. Desde que decidí intentar aprovecharla no me he vuelto a cruzar con la Real. Pero el objetivo que me marqué en su día, crecer como futbolista, está más que cumplido. He ganado un título. He jugado partidos importantes. Y he defendido incluso la bandera de mi país durante un Mundial, aunque esta es una experiencia de la que no disfruté en exceso: disputé los dos primeros encuentros y me relegaron luego a la suplencia.