¿Por qué lo hizo Imanol? ¿Y para qué? ¿Cambió para defender mejor? ¿Varió para volver a amenazar al Barça tras varios minutos sin inquietarle? Seguro que no existe una respuesta contundente a semejante serie de preguntas. Porque, al fin y al cabo, en el fútbol todo va unido. Subir tus prestaciones en ataque suele implicar hacerlo también en la contención. Y al revés. Empezó todo cuando, tras 60 minutos muy igualados, el partido de ayer en el Camp Nou empezó a ponerse feo... ¿Cómo?

el momento Los culés encadenaron varias posesiones, la presión alta de la Real cada vez exigía un mayor esfuerzo y a los txuri-urdin no les quedó más remedio que juntarse en 4-4-2, con Guevara y Merino tapando por dentro. Messi, gris hasta entonces, vio, pensó y ejecutó, instalándose a espalda y costados de vitoriano y navarro. Y el 1-0 pareció convertirse ya en una mera cuestión de tiempo. Iba a caer por su propio peso. Hasta que apareció Imanol para, en una de las semanas más inspiradas que se le recuerdan en la pizarra, variar el rumbo del partido. Fenomenal su movimiento. Lástima que no se tradujera en puntos. Ya lo dijo Guardiola cuando le loaron la semana pasada su plan en el Bernabéu. “En partidos anteriores había hecho lo mismo y se me criticó, porque perdimos. La línea que separa la victoria de la derrota es muy delgada”. La trazan los detalles. Un error. Un acierto puntual. Un golpe de suerte. Ayer, una decisión arbitral.

inicio trepidante El partido no había cumplido su primer minuto y ya habíamos visto lo valientes que iban a ser ambos equipos. En fases de presión alta, es decir, casi siempre, Jordi Alba era el par de Andoni Gorosabel. Y viceversa. Con eso queda todo dicho. Sacó de centro el Barcelona. Y los futbolistas de la Real saltaron como lobos. Isak a Piqué. Portu a Lenglet. Y Odegaard a Busquets. Resulta poco probable que a Quique Setién le pillara por sorpresa: así se había comportado el cuadro blanquiazul quince días antes contra el Valencia. El técnico cántabro, por su parte, ordenó apretar a los suyos en inicial 4-2-3-1 que desaparecía cuando Braithwaite daba un paso adelante y acosaba a Diego Llorente. Su presión suponía el pistoletazo de salida para que Messi se centrara en Le Normand y Alba en Gorosabel, mientras los tres centrocampistas culés seguían emparejados con Guevara, Merino y Odegaard. Salieron ambos conjuntos a degüello, tanto a la hora de defender como de atacar. Y el resultado fueron 25 minutos iniciales trepidantes, plagados de errores forzados, de conducciones del hombre libre tras recibir y de envíos profundos antes que al pie. Portu y Braithwaite ejercieron de balas a las que lanzar el balón. Pero no terminaron de enganchar ningún contragolpe en plenitud de condiciones. 0-0 al descanso, un resultado contradictorio respecto al tipo de encuentro que se estaba viendo hasta entonces.

tras el intermedio El Barcelona cambió su forma de presionar en la segunda parte. Busquets se mostró mucho más agresivo y pasó a apretar casi en paralelo a Messi, mientras que Braithwaite se quedó ya con Gorosabel, quedando Griezmann como encargado de saltar a Le Normand en fase de bloque muy elevado. La Real enganchó en alguna ocasión con Monreal cuando quedaba libre. También con Guevara a la espalda del propio Busquets. Pero, poco a poco, los de Setién fueron hundiendo al bloque txuri-urdin, propiciando ese panorama relatado al comienzo de este texto. Entre el minuto 60 y 70, Messi dejó de ser un delantero de escasas intervenciones y se convirtió en ese mediapunta líder, mágico a la hora de encontrar el espacio adecuado para recibir. Peligro a la vista.

el retoque Remiro había pasado ya a jugar en largo. Y un choque de Merino con Piqué que interrumpió el partido por espacio de un par de minutos ejerció de balsámico tiempo muerto. Llamó Imanol a Guevara, y este ejerció de portavoz sobre el verde. La Real pasó a dibujar un 4-4-2 en rombo con Merino como interior zurdo, Odegaard en su flanco diestro y Oyarzabal como mediapunta. Ejecutado el ajuste, los txuri-urdin tardaron solo 20 segundos en enganchar con el eibartarra, libre de marca. Quizás el entrenador buscara principalmente escalonar a los suyos y tapar los pases interiores del Barcelona. Pero la variación se tradujo también en constantes pases filtrados al propio Oyarzabal y a Odegaard, totalmente solos. Semedo, sin referencia de marcaje tras el retoque, no sabía por dónde le daba el aire. Y por su costado se colaron una y otra vez camisetas blanquiazules durante cinco minutos de asedio. Se lamentaban los nuestros de la oportunidad fallada por un Monreal convertido en cuchillo. Y llegó la jugada de marras...

La Real sufría y el Barcelona conectaba con Messi cuando el de Orio movió ficha: su 4-4-2 consiguió cambiar el partido por completo