Se plantó el miércoles el Villarreal en Anduva. Propuso su habitual juego de posesión y ataques posicionales. Y el Mirandés respondió con una presión agresiva y de cierta altura que convertía en 4-4-2 su 4-2-3-1 de base. Cualquiera que se topara con el encuentro en televisión y comprobara a primera vista cómo se repartían los roles ambos equipos, pensaría que los recursos de los de Andoni Iraola se limitaban a esa llamativa intensidad. El espectador despistado comprobaría con el paso de los minutos, sin embargo, que los futbolistas rojillos, además de componer un buen equipo en lo colectivo, atesoraban calidad por arrobas.

No hay cláusula del miedo que impida jugar a los cedidos realistas, Jon Guridi, Martín Merquelanz y el todavía inédito Sagnan. Los dos primeros son habituales en las alineaciones, aunque en la del último partido copero solo fue titular el extremo irundarra. Guridi salió luego al campo, como consecuencia de un cambio que pudo interpretarse como defensivo, lo que supone una buena pista acerca del talante de este Mirandés. Iraola sentó a Peña (mediapunta). Dio entrada al propio Guridi en el doble pivote y adelantó a Antonio Sánchez, un jugador de calidad, cedido por el Mallorca, que estaba actuando más retrasado.

Conservó con éxito su renta el cuadro burgalés, certificando un triunfo basado en porciones idénticas de trabajo y de clase. Los de Iraola aprietan. Muerden. Y arriesgan haciéndolo, porque muchas veces dan pie a encuentros muy abiertos. El muy buen nivel de sus atacantes les permite sentirse cómodos en contextos de ida y vuelta. - M.R.