La Real ya está en octavos de final de la Copa. Mañana entrará en el cuarto bombo de la temporada, algo a lo que desgraciadamente no estamos acostumbrados. Lo hace después de una actuación solvente ante un Primera, el segundo que acaba cayendo desde que se mudó a Anoeta en 1993. Con eso queda todo dicho. Pero ya no es momento de lamentar el pasado, por muy traumático que haya resultado. Este plantel, el más joven de la Liga, pretende escribir su propia historia y forjar su propia leyenda en una competición en la que nunca sabes las sorpresas que te esperan a la vuelta de la esquina.

Un gol en cada parte, uno logrado por Barrenetxea, que es quien señala el camino hasta ahora en el torneo, y otro de Isak, con un sabor y una simbología muy especiales, dieron el pase a una Real que solo se llevó dos sustos de consideración. Es decir, un número mucho menos habitual de la media de los anteriores encuentros. Es cierto que volvió a manifestar alguna duda en defensa, sobre todo en los centros laterales, algo extraño cuando la dupla era de centímetros con Le Normand y Llorente. En cambio, la gran mayoría de sus buenos futbolistas creativos y ofensivos hicieron olvidar sus últimos partidos y nos recordaron que hay mimbres para derrotar a cualquiera. Más aún a partido único.

Qué dura es la vida de los pobres en el fútbol. La más que probable marcha de Willian José al Tottenham eclipsó la previa de toda una eliminatoria de Copa a partido único. Cuando parecía que el mercado de enero iba a pasar de largo por Anoeta, en unos pocos días se ha activado la marcha del brasileño al subcampeón de Europa y de un Januzaj que hace ya semanas que había pedido al club salir ahora. Curiosamente, los dos futbolistas a los que puso en el mercado la dirección deportiva el pasado verano. Lo cierto es que una negociación de tantos millones, la entidad que tiene la sartén por el mango es la propietaria de los derechos y, aunque sea difícil evitar que trascienda la negociación, es una lástima que un encuentro decisivo y de esta importancia se viera relegado a un segundo plano. Al parecer, no hemos aprendido nada en las últimas tres décadas. Los fracasos en la Copa suelen llegar cuando no dedicas los cinco sentidos a la competición. No, desde luego que no se puede decir que la Real llegara en las mejores condiciones al envite, después de dos dolorosas derrotas, de lograr solo dos victorias en los últimos ocho partidos de Liga y con esa sensación de frustración porque te vayas a quedar sin tu delantero centro. Solo unos meses después de heredar el 9 de Agirretxe que, si se va, no mereció. Ya se sabe cómo funciona la Ley de la Selva y que un jugador cuando piensa en irse o lo pide es que ya se ha marchado, como tantas veces suele repetir Olabe.

Un once reconocible Al menos el que sí tiene la cabeza puesta en su sitio es Imanol. El técnico era consciente de que no pasa por su mejor momento y que se jugaba mucho, por lo que volvió a alinear un once más que reconocible, con solo dos novedades respecto al que sucumbió ante el Betis: Gorosabel y Barrenetxea. El Espanyol se presentó en Anoeta sin casi todos sus titulares. Seguro que Abelardo pretendía llegar lo más lejos posible en el torneo, pero si lo conseguía sería con los suplentes, porque la misión de los titulares es sacarle del borde del precipicio de Segunda y porque si le dan alguna relevancia a una competición de eliminatorias será la Europa League. Pese a todo, es una plantilla de Primera División, por lo que el peligro continuaba siendo real.

Con una entrada más propia del estadio antes de la remodelación, algo comprensible dado el horario y la meteorología, pero con el pulmón de su grada Zabaleta a pleno rendimiento (bonito guiño el que le lanzó el resto de la grada cuando secundaron los gritos de "Tebas, vete ya"), la Real salió decidida a poner tierra de por medio en el marcador desde el inicio. En los tres primeros minutos generó el mismo número de ocasiones en un remate de Llorente tras un precioso recorte y posterior asistencia de Odegaard que acabó en saque de esquina, en la primera internada de Barrenetxea y en un remate horrible del noruego tras un gran servicio de Oyarzabal. Con el partido claramente comandado por los blanquiazules, el eibartarra casi clavó una buena rosca en la escuadra. Cuando el Espanyol respiró y se sacudió el dominio, Vargas, su mejor hombre, puso a prueba a Remiro, que estaba siendo un espectador de lujo en la primera media hora. Gorosabel, tras una bonita internada de su amigo Barrenetxea, y después de buscar con la determinación y la valentía de un ariete el remate con la izquierda que sacó Prieto, y el propio extremo donostiarra en otro chut con el que no encontró el palo largo rozaron el tanto. Finalmente este último logró dar en la diana al aprovechar que juega a banda cambiada y que siempre tiene la posibilidad de pegarle con la pierna buena si avanza hacia el centro. Golazo en el último minuto, con el consiguiente plus psicológico, como lo sufrió la Real en sus carnes ante el Betis el domingo.

En la reanudación, a los dos minutos, Ferreyra se le adelantó a Le Normand y su remate se le fue por centímetros, lo que permitió hacer sonar el despertador para no olvidar que enfrente estaba un Primera. Casi en la misma acción, un centro antológico de Merino lo envió al lateral de la red Oyarzabal con una volea muy complicada con la derecha. Wu Lei en otro testarazo y, sobre todo, Ferreyra, incomprensiblemente solo entre los dos centrales en un servicio que salvó con más complicaciones de las esperadas Remiro, volvieron a asustar a la grada. Afortunadamente, en la rápida contra, Odegaard condujo y asistió a Isak, que se orientó la pelota en plena carrera para luego clavarla con la derecha en la escuadra. Segundo golazo y la confirmación de que, si los futbolistas son egoístas y solo piensan en sí mismos, los aficionados también tienen plena libertad para escudarse en el A rey muerto, rey puesto. El nuevo nueve.

De ahí al final, el Espanyol lo intentó con muy poca fe, y Wu Lei estrelló un gran disparo en el larguero en otra acción mal defendida. En la prolongación Remiro hizo un paradón para evitar que recortara distancias en un cabezazo a saque de esquina.

La Real ya espera rival en octavos. Y lo hace después de dar otro paso firme en la Copa. Desde que inició su andadura en la competición y sobre todo gracias a su entrenador, que se está tomando la Copa simple y llanamente como lo deberían haber hecho todos sus antecesores, pocos reproches se le pueden hacer por lo que estamos viendo en el campo, en el que ha sido muy superior a dos Terceras y un Primera. Ahora habrá que esperar que la fortuna le eche un cable, para no perder comba en la Liga mientras afina su sueño copero. Está llegando un momento en el que ningún contrincante, ni los tres gigantes, vayan a estar contentos si les toca en suerte esta Real. A cuatro partidos de una final. Que pase el siguiente.