S i no la han visto, están tardando. La mejor escena de la delirante película Airbag es la de los guardias civiles. Como muchos recordarán, la secuencia consiste en que unos policías detienen el coche de los tres protagonistas a los que les seguían dos vehículos de narcotraficantes y el teniente, que es un personaje, le pregunta al cabo: “¿A usted qué le parece, que es suerte o mala suerte? Tres coches a punto de pillarnos en un momento es mala suerte, pero lo han hecho, así que es suerte”. No se puede decir que la Real tuviera fortuna en el sorteo de la Copa. Solo había dos emparejamientos entre Primeras y le cayó el Espanyol. Mala suerte. Pero, tal y como salieron las bolas, se puede pensar que tuvo suerte de que se emparejara con los catalanes y compitiendo a partido único en casa porque no jugó en Sevilla de milagro. Un rollo muy de la lógica del teniente.

Es curioso. Con lo derrotistas y agoreros que somos para muchas cosas, en la Copa, en cambio, tendemos a olvidar rápido la larga lista de variopintos fracasos de todos los colores. Al menos hemos conseguido no añadir un KO con un Tercera, que no figuraba en el manual de fiascos. Me hace gracia cuando se comenta que Abelardo ha tirado la Copa, que le sobra y que prefiere caer eliminado cuanto antes al tener un calendario muy cargado y necesitar remontar ya en la Liga si no quiere perder la categoría. Pero yo siempre pongo el mismo ejemplo. El día del infausto 6-1, en Mallorca, a los pocos minutos de comenzar, Ifrán marcó el 0-1, lo que había que sumar al 2-0 con el que viajaba desde Donostia. No se me olvidará jamás. Nada más marcar el charrúa, dos personas, de las muy pocas que había en la grada se levantaron y se fueron. Hombres de poca fe. Y en el palco, el director deportivo insular suspiraba por que los realistas anotaran el segundo cuanto antes y finiquitaran por la vía rápida el envite. Pero no solo los mallorquines, Las Palmas, el Rayo? Hay un dato demoledor, y es que desde el 0-4 en el Bernabéu en 1988 solo ha caído un Primera en Anoeta. Y fue el Celta el año pasado al acabar en empate 0-0 la ida y ganar 2-0 en casa, con golazos de Oyarzabal y Januzaj.

La Real tiene terminantemente prohibido afrontar la Copa sin tener en cuenta la mancha negra más humillante de su historia. Yo, si fuese Imanol, empapelaría la pared del vestuario con crónicas de desastres de ese tipo, para centrarse, estar alerta y tratar de que nunca más se vuelva a repetir. La generación perdida, esa que apenas conoce el sabor de un buen espíritu copero, necesita argumentos tangibles para creer, porque durante 25 años se ha tomado casi a risa los continuos chascos que ha acumulado su equipo.

La prudencia y la memoria como punto de partida. Y enhorabuena a los optimistas empedernidos, porque van a vivir más felices, sin duda. Les envidio. Yo reconozco que tengo un trauma digno de tratar. Pero sí quiero defender una cosa. Esta plantilla quiere desmarcarse de la larga lista de desilusiones. Es como si la historia no fuera con ellos. Es un plantel muy joven, con varios canteranos que pertenecen a la generación perdida, que no recuerdan, porque eran muy txikis, varias de las tragedias en forma de eliminación ante adversarios de otras categorías.

Hasta la fecha no hay ningún equipo que avance a paso más firme en el torneo que la Real, que ha pasado con solvencia sus dos eliminatorias. La del Becerril, sin despeinarse, y la del Ceuta, con un pequeño susto al llegar al descanso en tablas. La Real sueña en grande en este torneo y las cuentas están claras: si gana tres partidos, estará en unas semifinales. Y ahí ya nos volveremos todos locos.

Eso sí. Cuidado. Hay jugadores con una importante carga de trabajo, como por ejemplo Odegaard, cuyo tendón rotuliano de la rodilla le está dando más guerra de lo que esperaba. Yo vi al equipo cansado en Sevilla. Bajito. Superado ampliamente por un Betis que parecía un avión. Esta campaña hemos visto a nuestra Real presionar y morder en posiciones muy avanzadas, como lo hicieron el domingo los de Rubi, y, en cambio, el pasado fin de semana solo lo hizo en algunos momentos de la segunda parte.

La Copa es una competición preciosa. Hay que tomársela muy en serio, porque es corta, siempre expuesta a sorpresas y nunca sabes lo que te deparará el destino a la vuelta de la esquina. Y eso ha sido lo que no tiene perdón de la Real, que cuando se le ha abierto la puerta de la esperanza, nunca estaba porque había patinado antes. Cuántos años desaprovechados, por no afrontar como se debe el torneo del KO. A partido único puede pasar cualquier cosa y se van a dar muchos resultados inesperados a partir de ahora. Empieza el baile y la Real tiene mucho que decir si sigue en esta línea de seriedad y concentración. Porque la manera con la que se ha tomado la Copa durante demasiado tiempo me recuerda a la famosa frase del filósofo Elbert Hubbard, emblema de la practicidad: “No te tomes la vida demasiado en serio. Nunca saldrás vivo de ella”.

En casa no se puede fallar.

¡A por ellos!